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Clase política y desgaste reputacional
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Antonio Casado

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Clase política y desgaste reputacional

Los votantes reconocen en la clase política las señales de lo que los banqueros llaman "desgaste reputacional" y los analistas apuestan sobre perdices mareadas en los centros de poder

Foto: Pablo Casado, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera, en el debate de Atresmedia. (EFE)
Pablo Casado, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera, en el debate de Atresmedia. (EFE)

Al desatarse el quinielismo sobre la gobernabilidad en la XIII Legislatura mencioné dos condiciones necesarias de una fumata blanca. Que Sánchez quisiera ser salvavidas político de Iglesias. Y que Rivera asumiera para Ciudadanos la condición de partido-escolta, una vez fracasado el intento de sustituir al PP como pilar derecho del sistema y alternativa al PSOE.

Dos meses y medio después de las elecciones no ha ocurrido lo uno ni lo otro. Los votantes empiezan a reconocer en la clase política las señales de eso que los banqueros denominan "desgaste reputacional". Y los finos analistas, por su parte, hacen quinielas sobre perdices mareadas en los centros de poder.

Cuando el presidente en funciones se dispone a impartir doctrina sobre la "abstención múltiple" (esta mañana, en la radio), las apuestas se centran en su ruptura con Podemos y la reclamada altura de miras de los partidos constitucionalistas.

Mientras Sánchez habla de la "abstención múltiple", se canta su ruptura con Podemos y él reclama altura de miras de los partidos constitucionalistas

Ni se menciona un eventual acuerdo PSOE-Cs (180 diputados), el único que en realidad podría garantizar la estabilidad durante los próximos cuatro años. Pero no existe en los marcos mentales de Sánchez y Rivera. El candidato-presidente no ha movido un dedo para atraer a Cs. Prefirió intentarlo con Podemos. Sin conseguirlo. Dentro, no, porque no quiere Sánchez. Y fuera, tampoco, porque no quiere Iglesias.

Dado el penoso cuadro de vetos cruzados y egos indomables, solo queda el Gobierno monocolor sobre 123 escaños, relaciones abiertas y abstenciones diversas. O repetir elecciones. Gobierno tambaleante o volver a las urnas. Lo malo y lo peor. Es el fruto de unas conversaciones a cuatro (en realidad a tres, por el insensato veto de Rivera al PSOE) donde la razón de partido se impone a los intereses generales.

Si los egos, los vetos cruzados y el interés de partido conspiran contra la gobernabilidad, de nada sirven las reformas. Pero de eso hablaron Sánchez y Casado en su cita. El candidato-presidente ya ha anunciado que abordará modificaciones legales para impedir el bloqueo después de unas elecciones. "El artículo 99 de la CE no funciona y hay que reformarlo", ha dicho.

Dado el penoso cuadro de vetos cruzados y egos indomables, no queda otra salida que el Gobierno monocolor sobre 123 escaños

Unos lo verán como tapadera de la incapacidad de adaptarse a un escenario fragmentado. Otros, como una esperanzadora vía de acuerdos en asuntos de Estado que propiciaría la abstención del PP en la investidura y el Gobierno monocolor de Sánchez. Amén de que Casado reafirmaría su liderazgo con el aplauso de sus más influyentes barones (Feijó, Alfonso Alonso y Moreno Bonilla) y los finos analistas podrían apostar sobre la vuelta del bipartidismo a la banalizada política nacional.

Tras la hoy por hoy cantada ruptura del PSOE con Podemos, nos aguarda un Ejecutivo marcado por la debilidad parlamentaria. O, en el peor de los casos, la vuelta a las urnas. Sería la cuarta vez en cuatro años, mientras gana terreno la incómoda sensación de que, deliberadamente o no, se están creando las condiciones que lo hagan inevitable.

Sánchez presiona al PP y CS para que faciliten la investidura si no quieren otras elecciones ¿Las quiere él? ¿Ahora descubre que su socio preferente no hace ascos al derecho de autodeterminación y ve presos políticos donde otros vemos políticos presos? ¿No es una forma de crear las condiciones del retorno a las urnas, en medio de sondeos anunciadores de una buena cosecha para las siglas del partido del candidato-presidente?

Al desatarse el quinielismo sobre la gobernabilidad en la XIII Legislatura mencioné dos condiciones necesarias de una fumata blanca. Que Sánchez quisiera ser salvavidas político de Iglesias. Y que Rivera asumiera para Ciudadanos la condición de partido-escolta, una vez fracasado el intento de sustituir al PP como pilar derecho del sistema y alternativa al PSOE.

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