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El peor rato en la vida política de Sánchez
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Antonio Casado

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El peor rato en la vida política de Sánchez

En vez de buscar cómplices buscó culpables, como si el problema no fuera suyo. Los otros le aguantaron la mirada y le pusieron en evidencia. A la hora de votar, el rey estaba desnudo

Foto: Pedro Sánchez, en su escaño junto a Carmen Calvo, durante el debate de investidura. (EFE)
Pedro Sánchez, en su escaño junto a Carmen Calvo, durante el debate de investidura. (EFE)

El candidato llegó con lo puesto y dejó la gobernabilidad del país seriamente amenazada por efecto de una mala estrategia. Creía que la investidura le iba a caer del cielo por el miedo ajeno a una repetición electoral, ocultando su propio pánico a un nuevo e incierto reparto de cartas.

En vez de buscar cómplices se dedicó a buscar culpables con carácter preventivo. Como si el problema no fuera suyo, sino de otros. Los otros le aguantaron la mirada sin sentirse culpables de nada y le pusieron en evidencia. A la hora de votar se vio que el rey estaba desnudo, con el obligado apoyo de los suyos y el solitario acompañamiento del ingeniero Mazón (PRC).

Foto: Imagen: Enrique Villarino.

Aunque no quería que se notara, el socio 'preferente' (Unidas Podemos) no entraba en los planes de Sánchez, más allá de repetir el modelo colaborativo de estos 12 meses. Le obsesionaba, y le obsesiona, recibir la venidera sentencia condenatoria del 'proces' junto a uno o varios ministros capaces de discrepar públicamente con la respuesta judicial al desafío independentista al Estado de derecho.

El problema no era Pablo Iglesias Turrión, como se vio cuando este se hizo a un lado descolocando al candidato. Con Iglesias o sin Iglesias, con Montero o sin Montero, era y será imposible borrar la huella tóxica de un partido con aversión a la Monarquía, al régimen del 78 y al PSOE de la “cal viva”.

Con Iglesias o sin Iglesias, será imposible borrar la huella tóxica de un partido con aversión a la Monarquía, el régimen del 78 y la "cal viva"

Pero los guionistas de Moncloa crearon el clima artificial de un acuerdo inminente con UP en vísperas de la sesión de investidura. Nos hicieron creer, y se lo hicieron creer a los interesados, que la “coalición” sería posible tras la renuncia de Iglesias y las apresuradas negociaciones del “cuarto de al lado” con la sesión de investidura en marcha.

Las intervenciones de Sánchez destaparon su apuesta preferente por la abstención de la derecha y su mal disimulada aversión a pactar con UP. Hasta el punto de considerar preferible una reforma del artículo 99 de la Constitución antes que volver a sentir la necesidad, no la virtud, de tratar con los morados. Lo cual no le impedía dar por hecho el apoyo de la izquierda. Hasta que Iglesias le rompió la cintura en su cruce del lunes por la tarde. Se sintió herido en su autoestima (“No nos dejaremos humillar por nadie”) y reventó la temeraria fe del candidato en que los diputados de UP eran tierra conquistada.

Sánchez y sus guionistas entienden que será imposible gobernar sin deber nada a UP. Harán de la necesidad virtud por no volver a las urnas

Tal vez fue el peor rato en la vida política de Sánchez, pillado en falta y claramente desbordado por el ataque. Su cara era un poema. Algunos diputados socialistas bajaron la cabeza. Y por primera vez en una sesión de investidura el aspirante no hizo uso de su derecho a la última palabra. Ahí se desmoronó su castillo de naipes. Sería imposible gobernar en monocolor, sin deber nada a los independentistas, tras una investidura superada con la abstención 'múltiple' a izquierda y derecha.

Ahora Sánchez y sus guionistas han comprendido que va a ser imposible gobernar sin deber nada a UP. Harán de la necesidad virtud con tal de no volver a las urnas. Silencio, se negocia. Con prisas para llegar a la votación de mañana con una mayoría de síes garantizados, sobre algún tipo de acuerdo entre los dos partidos de la izquierda española.

La proporcionalidad y la nominación de los candidatos a entrar en el Ejecutivo, exigidos por Iglesias, son en estos momentos los dos grandes escollos. Los negociadores socialistas siguen ofreciendo políticas y no nombres. La novedad es que ahora hay voluntad de llegar a un acuerdo por parte socialista. Antes no la había.

El candidato llegó con lo puesto y dejó la gobernabilidad del país seriamente amenazada por efecto de una mala estrategia. Creía que la investidura le iba a caer del cielo por el miedo ajeno a una repetición electoral, ocultando su propio pánico a un nuevo e incierto reparto de cartas.

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