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Antonio Casado

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La izquierda herida mira hacia Iglesias

Sánchez ha puesto en jaque mate al líder de UP ante sus votantes y los del PSOE. No le perdonan que haya vuelto a reventar la oportunidad de un Gobierno de izquierdas

Foto: El candidato socialista, Pedro Sánchez (dcha.), escucha al líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias en el Congreso. (EFE)
El candidato socialista, Pedro Sánchez (dcha.), escucha al líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias en el Congreso. (EFE)

Suele comentar Iván Redondo su preferencia por el ajedrez y no por las damas. Sin ser Magnus Carlsen, el guionista de Pedro Sánchez sabe que en el ajedrez mueves pieza pensando en las diez o quince jugadas venideras. Es verdad. Pero el acierto o el error del movimiento lo determina la reacción del adversario, que no es un robot y también apuesta a las diez, o quince, o veinte jugadas posteriores.

No sería el caso en la inconclusa partida disputada a cara de perro entre el tambaleante líder de Unidas Podemos y el por ahora malogrado candidato a repetir en Moncloa. Iglesias es un jugador de damas, según Redondo. Y en esto coincide con Aitor Esteban (PNV), que habla de "nubes" donde aquel habla de casillas hacia la conquista del cielo. O del tablero.

Tres figuras de la izquierda como Zapatero, Rufián y Garzón, piden a Iglesias que olvide los sillones y pase por el aro de políticas pactadas

Después de haber cobrado las mejores piezas de Iglesias, Sánchez lo ha puesto en jaque mate ante los votantes progresistas. No le perdonan que por segunda vez en tres años haya impedido la formación de un Ejecutivo de izquierdas. Ni que su nombre siga la huellas de quienes le precedieron en una maldición histórica: el cainismo de las dos izquierdas españolas.

A saber: Daniel Anguiano (1921), fundador del Partido Comunista Obrero Español tras su viaje a Moscú con Fernando de los Ríos; Santiago Carrillo (1936), que alimentó al ascendente PCE con la savia de las Juventudes Socialista, y Julio Anguita (1996), que sopló las velas de Aznar para poner a la derecha en Moncloa después de treces años de reinado socialista. Por no hablar de los clásicos Prieto-Largo, Felipe-Guerra y el ultimísimo Sánchez-Susana.

Como si hubieran aprendido de aquellos duelos, sobre todo los que cursaron en provecho de la derecha, tres figuras de la izquierda tan distintas y tan distantes entre sí como Zapatero (PSOE), Gabriel Rufián (ERC) y Alberto Garzón (PCE), piden a Iglesias que olvide los sillones y pase por el aro de políticas pactadas en nombre del servicio a los españoles, especialmente a los más desprotegidos.

Si Iglesias cede, su "sí" arrastraría los votos del PNV y Compromís hasta formar una base próxima a la mayoría absoluta

Si no lo hace, vamos de cabeza a las elecciones del 10 de noviembre. Y si lo hace, la concertación del "sí" con UP en una nueva sesión de investidura arrastraría los votos favorables del PNV y Compromís hasta la formación de una base parlamentaria (173) próxima a la mayoría absoluta. El temerario movimiento de Moncloa (buscar culpables, no cómplices) habría conquistado el tablero según los cálculos iniciales (gobierno monocolor, apoyo colaborativo exterior del socio preferente y no deber nada a los independentistas).

Sin paso atrás de Iglesias, volveremos a las urnas, porque la incompatibilidad de los dos partidos en un órgano colegiado es terminante en las declaraciones públicas de Sánchez y sus guionistas. Sobre todo, la incompatibilidad en cuestiones de Estado (orden constitucional, Monarquía, unidad de España). Y además, porque carece de recorrido la absurda pretensión de que PP y Cs se abstengan "por responsabilidad".

No sé si esta retorcida forma de ningunear a Podemos, propia de un jugador de ajedrez, es la mejor para hacer que Iglesias se apee del burro. Se trata de anunciarle la irrelevancia si se empeña en mantener el todo (coalición) o nada (alinearse con Vox en el no). La jugada de Sánchez puede traerle la desgracia si Iglesias no cede, aun sabiendo que no ceder sería su muerte política. Lo de morir matando cobra todo su sentido en esta pelea de egos.

Lo dicho: las elecciones las carga el diablo.

Suele comentar Iván Redondo su preferencia por el ajedrez y no por las damas. Sin ser Magnus Carlsen, el guionista de Pedro Sánchez sabe que en el ajedrez mueves pieza pensando en las diez o quince jugadas venideras. Es verdad. Pero el acierto o el error del movimiento lo determina la reacción del adversario, que no es un robot y también apuesta a las diez, o quince, o veinte jugadas posteriores.

Pedro Sánchez Moncloa PNV