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¿Qué plagio? A la caza de Manuel Cruz
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Antonio Casado

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¿Qué plagio? A la caza de Manuel Cruz

No vale confundir creación con divulgación para acusar a Manuel Cruz, catedrático de Filosofía Contemporánea, de apropiarse indebidamente de ideas ajenas

Foto: Manuel Cruz durante una sesión de control al Gobierno en el Senado. (EFE)
Manuel Cruz durante una sesión de control al Gobierno en el Senado. (EFE)

Me ahorro la tentación de procesar las intenciones de quienes se han sumado a la cacería del presidente del Senado. Pero claro que no vale todo en política. No vale confundir creación con divulgación para acusar a Manuel Cruz, catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona, de apropiarse indebidamente de ideas ajenas.

Manuel Cruz, envuelto en la polémica por el supuesto plagio en su manual de filosofía

En su manual 'Filosofía contemporánea' (2002, reedición en 2010), dedicado a la enseñanza y no al pensamiento de su autor, el profesor traslada información, comunica, hace saber, como tantos otros enseñantes. No traslada tesis propias. Refleja con eficacia compilatoria las corrientes filosóficas de nuestro tiempo con obligadas referencias a sus creadores. Tan canonizados en aulas y libros de texto, que los profesores se reconocen en lugares comunes al referenciarlos con pedagógica finalidad. No para parasitar el pensamiento de aquellos.

Manuel Cruz y sus colaboradores hablan de esos lugares comunes como “afirmaciones sobradamente conocidas” y “coincidencias entre especialistas”.

Su 'Filosofía contemporánea' está dedicado a la enseñanza y no al pensamiento de su autor. Comunica, hace saber. No traslada tesis propias

Coincidencias con otros divulgadores, docentes o simples comentaristas, detectadas en la pieza informativa transformada en temeraria acusación de plagio contra el profesor. Se contienen, atención, en 34 líneas, equivalentes a una página de las 428 del manual. A eso se reduce la trasposición de párrafos denunciada por el diario 'ABC'. Respecto al revuelo en los circuitos políticos y mediáticos, la desproporción es escandalosa.

La trasposición pretende divulgar la obra de otros (Heidegger, Sartre, Husserl, Russell, Jaspers, etc.) en un lenguaje de palabras, referencias y términos ya convertidos en lugares comunes. Un plagio con todas las de la ley hubiera sido apuntalar las opiniones de Manuel Cruz o su obra creativa en el campo del pensamiento. Pero no es el caso. Nada que ver con el significado del término 'plagio' en el Diccionario de la RAE: “Copiar obras ajenas, dándolas como propias”.

La temeraria acusación de plagio se contiene en 34 líneas del libro, equivalentes a una página de las 428 del manual

Trasladar el conocimiento de corrientes y autores ajenos mediante frases o expresiones ya usadas no significa apropiarse del pensamiento o la creación de otros: ¿Cuántas maneras hay de decir que Russell fue destituido de su cátedra en 1916 por su campaña en contra del servicio militar y a favor de la objeción de conciencia? ¿Hubiera escapado Cruz a la acusación de plagio si hubiera escrito "movilización castrense" en lugar de "servicio militar"? ¿"Obligado a dejar su puesto en la universidad" en vez de “destituido de su cátedra"? “¿"Se convenció de que el simbolismo lógico traslada la precisión de las ciencias exactas al mundo del pensamiento” en lugar de “se dio cuenta de que el simbolismo lógico puede llevar la exactitud de la matemática a la Filosofía"?

(Mi aprecio personal y mi respeto intelectual a la figura de Manuel Cruz).

Me ahorro la tentación de procesar las intenciones de quienes se han sumado a la cacería del presidente del Senado. Pero claro que no vale todo en política. No vale confundir creación con divulgación para acusar a Manuel Cruz, catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona, de apropiarse indebidamente de ideas ajenas.