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Conjura de la "termita" y grito insurreccional
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Antonio Casado

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Conjura de la "termita" y grito insurreccional

Hay un riesgo. Que los líderes independentistas sean desbordados por quienes prefieran alistarse en la conspiración de la pólvora y optar por la violencia

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra. (EFE)

Quiso saber mi jefe de qué iba la columna de hoy y le dije que pensaba escribir sobre la "conspiración de la pólvora" ¿La británica?, preguntó. No, por favor.

Al independentismo le falta una motivación de mayor cuantía, como la de Guy Fawkes contra un Estado anticatólico. Y Fredi Bentanachs, cofundador de Terra Lliure, que ahora se hace selfis con Puigdemont y sale en los papeles del juez García Castellón, tampoco está ya para volver a las andadas.

Dejémoslo en conjura de la "termita", una mixtura utilizada en los fuegos artificiales. Pirotecnia insurreccional en vísperas de la sentencia condenatoria del Tribunal Supremo sobre el 'judici', llamada a movilizar, ojo, no solo a los insurrectos.

La sentencia condenatoria removerá las enormes reservas de sentido común en la Cataluña de común aversión al desorden y la inseguridad jurídica

También debería remover las enormes reservas de sentido común de la Cataluña de hoy y de siempre. La independentista y la otra, pero de común aversión al desorden, la inseguridad jurídica y las ruedas de molino. Eso no supone ni de lejos reprobar el pisotón policial y judicial al huevo de la serpiente. Mejor ahora, antes de que el otoño subversivo vaya a mayores.

De momento, solo vemos el fogonazo de una causa perdida, con sus dirigentes enfrentados y sin objetivos viables, más allá de las resoluciones declamatorias contra el Estado "represor". Vemos también un temerario desafío con las pilas descargadas. En fase de descomposición. O de replanteamiento, ya sin esas llamadas a la desobediencia "civil e institucional" que, si no quedan en meras soflamas, acaban en el banquillo o el autodestierro. Se agotan en sí mismas, aun con forma de resolución parlamentaria.

Bien lo sabía Torra cuando no dejó pasar ni veinticuatro horas desde el grito insurreccional por la desobediencia al cumplimiento de una orden judicial que disponía la retirada del cartel por la libertad de los doce del 'procés'. Mejor sustituirlo por otro en defensa de la libertad de expresión. Amén.

Las llamadas a la desobediencia "civil e institucional" se quedan en meras soflamas. Y si no, acaban en el banquillo, la cárcel o el autodestierro

Hay un riesgo. Que el temerario desafío secesionista desborde a quienes lo planearon. Véase lo ocurrido en el País Vasco, cuando ETA condicionaba a su brazo político y no al revés. No pretendo relacionar el arropamiento a los siete encarcelados con una estrategia oportunista frente a un Estado cuyos tres poderes funcionan hoy por hoy en régimen de interinidad.

Pero toca prevenirse. Por si los guionistas del independentismo acaban desbordados por quienes prefieran alistarse en la conspiración de la pólvora y recuperar la huella hace tiempo borrada de Terra Lliure, la organización terrorista catalana que los catalanes repudiaron en nombre de su proverbial aversión a la violencia y el caos.

Una inmensa mayoría de catalanes no se reconocen en el sectario, irracional, excluyente y antidemocrático discurso de Torra y compañía. Y jamás consentirían algo parecido a una ETA catalana. De eso estoy completamente seguro.

Quiso saber mi jefe de qué iba la columna de hoy y le dije que pensaba escribir sobre la "conspiración de la pólvora" ¿La británica?, preguntó. No, por favor.

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