Al Grano
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Una investidura escrita en el agua
Todas las señales son intangibles, bienintencionadas, de buen rollo, de voluntad de avanzar y vamos por el buen camino. A merced de cualquier brisa marina
La tercera cita de los negociadores de Sánchez con los de Junqueras, esta vez en las afueras de Barcelona, fue tan furtiva y tan inútil como las dos anteriores. Aún no hay salto entre el psicodrama y el compromiso.
La investidura sigue estando escrita en el agua. Todas las señales son intangibles, bienintencionadas, de buen rollo, de voluntad de avanzar y vamos por el buen camino. A merced de cualquier brisa marina.
Por el comunicado, sabemos lo que ya sabíamos: que socialistas e independentistas siguen buscando “los instrumentos necesarios para encauzar el conflicto político sobre el futuro de Cataluña”.
O sea, que todavía no los han encontrado. Así que se remiten a una próxima cita, después del paso de Sánchez por Zarzuela, donde el aspirante le habrá dicho ya al Rey que aún no está en condiciones de salir airoso. Lo cual, insisto, nos deja donde estábamos, por muy cocinado que esté el acuerdo de declarar públicamente la existencia de 'avances'.
¿De qué avances hablan? ¿Los de constatar "coincidencias notables en la recuperación de derechos sociales, civiles y laborales"? Vale, pero no es precisamente eso lo que determinará la posición de ERC en la sesión de investidura.
Esa menestra de palabras no contiene ningún avance real en función de lo que se pretende
Tampoco se van a conformar los del preso Junqueras con que el “respeto institucional mutuo” se quede en el mero enunciado verbal de un comunicado en los medios de comunicación. O que el PSOE siga sin dar el paso de reconocer a la Generalitat el mismo rango que el Gobierno de la nación en una eventual mesa negociadora sobre el futuro de Cataluña.
Esa menestra de palabras no contiene ningún avance real en función de lo que se pretende. Por una parte, la gobernabilidad. Por la otra, la cooperación de Sánchez en la ruptura del orden constitucional. Y no hay punto de encuentro que valga.
Lo único que puede constatarse es una rebaja en el tono de la confrontación, que incluye la voluntad de no hacerse daño. Pero antes o después habrán de pasar a los compromisos contantes y sonantes. Ese momento no ha llegado. Los negociadores socialistas aún no saben si la contraparte quiere o no quiere echar una mano en la investidura.
Sus tiempos y sus agendas son distintos. De ahí el “no tenemos prisa” de Marta Vilalta. Por el contrario, los socialistas están agobiados, porque el reloj constitucional tiene sus plazos y, por tanto, la negociación tiene fecha de caducidad.
Si ERC se encamase con el PSOE, sin ir de la mano de JxCAT, Torra tardaría un minuto en convocar elecciones. Y entonces los de Torra-Puigdemont machacarían en las urnas al traidor que pacta con 'el partido del 155'.
La tercera cita de los negociadores de Sánchez con los de Junqueras, esta vez en las afueras de Barcelona, fue tan furtiva y tan inútil como las dos anteriores. Aún no hay salto entre el psicodrama y el compromiso.