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Antonio Casado

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Palabra de Rey, en nombre del Estado

El mensaje navideño de Felipe VI fue un oportuno chute de autoestima, con apelaciones a nuestro potencial como país y la solidez del Estado en tiempos cargados de incertidumbre

Foto: El Rey Felipe VI dirige a los españoles el tradicional mensaje de Navidad, el sexto de su reinado, desde el Palacio de La Zarzuela. (EFE)
El Rey Felipe VI dirige a los españoles el tradicional mensaje de Navidad, el sexto de su reinado, desde el Palacio de La Zarzuela. (EFE)

Los mensajes navideños del Rey sirven para un roto y para un descosido. Este año, también. Nos vale a los comprometidos con el orden constitucional para reconocer en Felipe VI al poderoso avalista de la marca España en su mejor versión abierta al mundo. Pero también le valdrá a los 'escamots' de Torra para quemar la foto invertida de quien habla de Cataluña como motivo de “seria preocupación”, al tiempo que pide “integrar nuestras diferencias en el respeto a la Constitución”.

Pero en los últimos mensajes navideños las apelaciones del Rey a la unidad de España, la vigencia de la Constitución y el respeto a las leyes ya no se quedan en la inofensiva neutralidad de los grandes principios. Apostar ahora, es un decir, por la tolerancia, el respeto, el “diálogo entre ideologías diferentes”, la supremacía del “bien común” frente a los “intereses particulares”, etc., como hizo anoche Felipe VI, tiene unos destinatarios concretos. Y no dejarán de darse por aludidos.

Apostar por el "diálogo entre ideologías diferentes" y la supremacía del ''bien común'' frente a "intereses particulares", tiene destinatarios concretos

Ensalzar la estabilidad política, recordar “lo mucho que hemos construido juntos”, solidarizarse con los españoles en dificultades para llegar a fin de mes, celebrar los avances en igualdad de género o saludar nuestros compromisos con la lucha contra el desbarajuste climático, van más allá de lo políticamente correcto. Ayer sonaron a oportuno chute de autoestima en un contexto caracterizado por la polarización, la incertidumbre (“dentro y fuera de España”), la desconfianza en las instituciones, lo mucho que la sociedad española ha logrado en estos últimos años y lo que aún puede lograr.

Foto: El rey Felipe VI dirige a los españoles el tradicional mensaje de Navidad, el sexto de su reinado, desde el Palacio de La Zarzuela. (EFE)

Afirmar aquí y ahora que, junto a la desigualdad, los otros dos mayores problemas son Cataluña y la “desconfianza en las instituciones” resume el grave momento político. El hecho de estar abocados a una incierta investidura, después de cuatro años de interinidad, me parece que no es ningún elogio de la clase política española.

El Estado se deja ver en la palabra del Rey a su máximo nivel de representación. Su palabra fue, una vez más, la fuerza del Estado en tiempos recios

Por otra parte, referirse al imperio de la ley como garantía de “nuestras libertades del estado del bienestar” y “el futuro de la democracia” nos remite a un tiempo cargado de miedo a lo desconocido entre quienes nos hemos tomado en serio la defensa de la integridad territorial, la igualdad entre todos los españoles y el concepto de soberanía nacional indivisible. Tres valores que cursan con muchas dudas y nos hacen posar la mirada en la figura del Rey, símbolo de la unidad y permanencia del Estado (artículo 56 de la CE).

El Rey pide ''no caer en extremos'' ni ''en una autocrítica destructiva''

El Estado se deja ver en la palabra del Rey a su máximo nivel de representación. Cuando los independentistas queman su foto están expresando su aversión al Estado y no a su forma monárquica. El terrorismo callejero de los CDR, los tsunamis, los lirios de fuego. los Arran, etc, expresa una frustración política mal curada. No es ira republicana contra los borbones sino calculada ofensiva contra la máxima representación del Estado. Del mismo modo, Felipe VI personaliza el derecho a la legítima defensa del Estado frente a quienes quieren reventarlo para sustituirlo por otro en una parte del territorio nacional.

Por eso la palabra de Felipe VI fue ayer, una vez más, la fuerza del Estado en tiempos recios. Sin apuntar a nadie, aunque se entiende todo respecto al hecho de que, en estos momentos, la estabilidad del Reino de España parece estar en manos de acreditados desestabilizadores.

Los mensajes navideños del Rey sirven para un roto y para un descosido. Este año, también. Nos vale a los comprometidos con el orden constitucional para reconocer en Felipe VI al poderoso avalista de la marca España en su mejor versión abierta al mundo. Pero también le valdrá a los 'escamots' de Torra para quemar la foto invertida de quien habla de Cataluña como motivo de “seria preocupación”, al tiempo que pide “integrar nuestras diferencias en el respeto a la Constitución”.

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