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Antonio Casado

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"No a cualquier precio", presidente

El precio puede ser la indignidad. Lo pagaremos a escote si la votación alumbra un Gobierno que sería imposible sin la cooperación de enemigos declarados de la Constitución

Foto: El candidato a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El candidato a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

En vísperas de la guerra de Irak (marzo de 2003), recuerdo bien a Rodrigo Rato, entonces vicepresidente del Gobierno, hablando en distancia corta sobre la apuesta americana de su jefe, José María Aznar: "Si le sale bien, no va a haber quien le tosa".

Una premonición de naturaleza política, exenta de claves morales. Si acertaba, en vísperas de su programada salida de Moncloa, entraría en la historia por la puerta grande y daría más días de gloria a su partido. Un visionario del neoatlantismo. España se iba a encumbrar por encima de la vieja Europa en el mapamundi del poder. Pero ni en las consideraciones de Rato, ni en las de Aznar, contaban los valores morales sobre los que debe asentarse una sociedad sana. Daba igual que lo de las armas de destrucción masiva fuera o no fuera un bulo de patas cortas.

Foto: Blair y Aznar acordaron una estrategia de comunicación para dar la impresión de que "estaban haciendo todo lo posible para evitar la guerra". (EFE)

¿También daba igual que la opinión pública, incluidos los votantes del PP, reprobase la complicidad española con aquella ignominiosa aventura bélica de George Bush? Ya se vio que no. No trajo más que desgracias. A partir de las mentiras fabricadas en Moncloa entre un jueves de sangre (11-M) y un domingo de urnas (14-M) de aquel año 2004. El partido de Aznar, ya sin él, no volvería al poder hasta casi ocho años después.

De nuevo estamos ante un asunto de implicaciones morales, más allá del cálculo político. Cuestión de principios. "No a cualquier precio", como tantas veces dijo Sánchez. Eso vuelve a estar sobre la mesa 15 años después, con los papeles cambiados: el precio de la indignidad, que todos pagaremos a escote si la votación de mañana (investidura por mayoría simple), acaba alumbrando un Gobierno que sería imposible sin la cooperación de enemigos declarados de la Constitución.

Acojona la falta de respuesta frente a dirigentes que, a diario, se refieren a España como un Estado represor que no respeta los derechos humanos

Algunos tienen sus huellas políticas manchadas de sangre. Es el caso de la representante de Bildu, Mertxe Aizpurúa. Dicho sea no tanto por sus ataques al Rey en la sesión de ayer (¿cómo pueden acusar a nadie de autoritarismo los que llevan cosido a su historial el asesinato del discrepante?), sino por la falta de respuesta del aspirante a presidente del Gobierno. Y la de su correligionaria, Meritxell Batet, obligada como presidenta de la Cámara a cumplir y hacer cumplir las normas de respeto a las instituciones (léase el punto 1º del artículo 103 del Reglamento del Congreso, respecto a los diputados que utilizasen palabras o conceptos ofensivos al decoro de las instituciones del Estado).

Acojona la falta de respuesta del Gobierno de la nación frente a dirigentes independentistas que, a diario y con insoportable altivez, se refieren a España como un Estado "represor" y "antidemocrático" que "no respeta los derechos humanos". Son los que harán presidente a Sánchez a cambio de que, en el plazo de quince días, so pena de reventar la gobernabilidad (eso les trae sin cuidado, dicen), una mesa de Gobierno-Generalitat trate asuntos claramente anticonstitucionales.

"Si le sale bien, no habrá quien le tosa", dicen en el entorno de Sánchez. Lo mismo que decía Rato sobre Aznar en vísperas de la guerra de Irak

Y entonces me ha venido a la memoria la premonición de Rato sobre el entonces presidente Aznar: "Si le sale bien, no habrá quien le tosa". Algo así vengo oyendo en el entorno de Sánchez. Sin embargo, sus energías durante la primera vuelta de la investidura se han centrado más en prevenirnos ante la estulticia de las derechas ("la coalición del apocalipsis").

Pero eso no nos saca de dudas respecto a las servidumbres, sobre todo las de carácter moral, de un Gobierno 'progresista' apoyado en un partido ajeno a la cultura del PSOE y un independentismo "regresivo" e "incompatible con la izquierda", según doctrina reciente del propio Pedro Sánchez.

En vísperas de la guerra de Irak (marzo de 2003), recuerdo bien a Rodrigo Rato, entonces vicepresidente del Gobierno, hablando en distancia corta sobre la apuesta americana de su jefe, José María Aznar: "Si le sale bien, no va a haber quien le tosa".

Moncloa Pedro Sánchez Rodrigo Rato José María Aznar