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Pablo Casado moviliza a las izquierdas
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Pablo Casado moviliza a las izquierdas

Defender el 'veto parental' en la enseñanza desafía al sentido común y al derecho y deber del Estado a educar en valores cívicos sin incurrir en el adoctrinamiento

Foto: El presidente del PP, Pablo Casado, sostiene un ejemplar de la Constitución. (EFE)
El presidente del PP, Pablo Casado, sostiene un ejemplar de la Constitución. (EFE)

Unamuno nos enseñó que amor y pedagogía son incompatibles. “Nadie puede ser maestro de sus hijos, nadie puede ser padre de sus discípulos”, dejó escrito don Miguel en 1902 (primera edición de su 'Amor y pedagogía').

Y mucho antes, Santo Tomás de Aquino enseñaba que no hay derecho a bautizar a un niño contra la voluntad de sus padres, pues ante todo está la libertad de conciencia de los padres de hijos que no la tienen.

O sea, que el debate viene de lejos. Pero nunca como ahora se había expresado de forma tan barata, tan absurda y tan contaminada por el partidismo como esta del pin parental, que parece diseñada por los guionistas de Moncloa, expertos en mercadotecnia política.

Esta absurda polémica es agua de mayo para las izquierdas y parece diseñada por los guionistas de Moncloa, expertos en mercadotecnia política

La controversia sobre el derecho de los padres a controlar la educación de sus hijos es agua de mayo para el Gobierno. Nada tan movilizador de las izquierdas concertadas en torno a Sánchez como este culebrón, manufacturado por Vox y apoyado por el PP, en forma de veto a enseñanzas complementarias, pero evaluables y obligatorias en los planes educativos: educación vial, violencia de género, acoso escolar, respeto al diferente y otros valores de ciudadanía.

No hay objeción de conciencia que valga frente a la educación para la ciudadanía, según doctrina del Tribunal Supremo (sentencia de 2009). Así que ahora lo llaman 'veto parental'. Y no hay adoctrinamiento que valga en la obligación de respetar un semáforo, conocer el uso de un preservativo, cuidar el mobiliario urbano o practicar el reciclaje de las basuras.

No hay adoctrinamiento que valga en la obligación de respetar un semáforo, conocer el uso de un preservativo, cuidar el mobiliario urbano o reciclar

Oponerse a eso, calificándolo de “intrusivo” en la conciencia de los alumnos, es desafiar el sentido común y desconocer el derecho y el deber del Estado a educar en valores civiles. Sin llegar al adoctrinamiento, naturalmente, que es la infundada sospecha que el líder del PP, Pablo Casado, ha convertido en extravagante comparación de la izquierda española con la Cuba de Castro, donde “los hijos son de la Revolución”, en respuesta a la no menos desafortunada declaración de la ministra Celaá de que “los hijos no son propiedad privada de los padres”.

Pues claro que no. No son propiedad de los padres ni tampoco del Estado. Pero en una sociedad sana, familia y Estado van de la mano en la formación de buenas personas y buenos ciudadanos, según un mínimo denominador común en educación para la convivencia. Sin que los hijos hereden las frustraciones de sus padres. Y sin que el alumno sufra alguna forma de colonización moral, política, ideológica, religiosa o identitaria.

PP y Vox no creen en serio que los educadores sean peligrosos agentes del PSOE y UP emboscados en los elencos de enseñanzas complementarias

¿Cómo no van a compartir padres y Estado la común voluntad de que sus hijos —naturales de unos y civiles del otro— se adapten a la sociedad en la que viven? Es absurdo atribuir a los partidos en el poder la intención y la capacidad de modelar la mente de los menores para convertirlos en futuros votantes.

Casado y Abascal no pueden creer en serio que los educadores de Murcia, Madrid o Andalucía sean peligrosos agentes del PSOE y UP emboscados en los elencos de enseñanzas complementarias. Pero actúan como si lo creyeran. Y de ese modo, dan a Sánchez e Iglesias Turrión la oportunidad de reconocerse en una polémica que mejora la facturación electoral de la izquierda concertada y desvía la atención de cosas menos defendibles en el quehacer del recién nacido Gobierno de coalición.

Unamuno nos enseñó que amor y pedagogía son incompatibles. “Nadie puede ser maestro de sus hijos, nadie puede ser padre de sus discípulos”, dejó escrito don Miguel en 1902 (primera edición de su 'Amor y pedagogía').

Pablo Casado Moncloa Pedagogía Tribunal Supremo