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La guerra en casa: los partidos arden por dentro
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La guerra en casa: los partidos arden por dentro

El contagioso virus de la división interna ataca a la clase política. Así no hay forma de centrarse en los intereses generales y mejorar la vida de los españoles

Foto: Vista general del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)
Vista general del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)

La unidad del independentismo catalán era un paradigma de la política española. Pero cuenta uno de los recientes visitantes de Junqueras en la cárcel de Lledoners que el líder de ERC (el diálogo lo cura todo) acompaña las referencias a Puigdemont (confrontación total con la España represora) con un movimiento percutor del dedo índice sobre la sien, como si marcase números en un teléfono móvil.

Es cosa de alquilar balcones cuando el ministro Ábalos explota contra dirigentes históricos del PSOE como si fueran profetas del Antiguo Testamento que nadie escucha y nada pueden aportar. Cuando el vicepresidente Iglesias (pregonero del Gobierno de "varias voces" y "una sola palabra"), denuncia la "frustración machista" de los técnicos de Justicia que cepillan el anteproyecto de su mujer, la ministra de Igualdad, sobre libertad sexual. O cuando los dirigentes del PP vasco se escandalizan puertas adentro viendo como Carlos Iturgaiz, tras el ajusticiamiento de Alfonso Alonso, desempolva el discurso de los años de plomo en una sociedad con hambre atrasada de sosiego.

Es cosa de alquilar balcones cuando Ábalos explota contra los dirigentes históricos del PSOE como si fueran profetas del Antiguo Testamento

El contagioso virus de la división interna ataca a la clase política. Todos los bloques y todos los partidos que en España son, tienen la guerra en casa. Las batallitas en la coalición PSOE-Podemos se han multiplicado en los últimos días por cuenta del feminismo, la inmigración, el coronavirus, la libertad sexual, el rey emérito y el caso Couso. Y así no hay forma de centrarse en el servicio a los intereses generales.

Si la política consiste en mejorar la vida de los demás, estamos asistiendo a una escandalosa malversación del oficio. No es casualidad su desplome en el 'ranking' de la valoración ciudadana. Según todos los sondeos, es percibida como la segunda gran preocupación de los españoles, después del paro y los problemas económicos. Y el histérico "no nos representan" de los indignados del 15-M, disparado entonces contra Rosa Díez, vuelve para llevarse por delante a Iglesias, uno de los suyos, ya convertido en casta, vicepresidente del Gobierno, dueño y señor de un recinto legalmente inmunizado contra los escraches.

Problemas internos, choque de egos, incesantes incidentes de recorrido en recientes alianzas de poder, discrepancias estratégicas, escandalosos fallos de coordinación y querellas de familia imposibles de disimular. Ese es el cuadro.

Las batallas en la coalición PSOE-UP se han multiplicado por el feminismo, la inmigración, el coronavirus, libertad sexual, el rey y caso Couso

Las mujeres de la derecha llegan divididas al Día de la Mujer. En la izquierda, la vicepresidenta Calvo y la ministra Montero (Irene) se disputan el cetro feminista. El independentismo catalán se parte en dos. Cayetana incendia el PP. Podemos envenena los sueños de Sánchez. Arrimadas e Igea entran en el cuerpo a cuerpo (político, se entiende). Feijóo objeta públicamente la doctrina Casado sobre la sumisión de los proyectos regionales al superior interés del partido (caso Alonso). El PSOE del plan antiguo se echa las manos a la cabeza. Y así sucesivamente.

placeholder La portavoz parlamentaria del PP, Cayetana Álvarez de Toledo. (EFE)
La portavoz parlamentaria del PP, Cayetana Álvarez de Toledo. (EFE)

Solo Vox parece calmada (suprimidas las primarias, se acabó la rabia), si minimizamos lo de Cádiz y olvidamos una convivencia con sus socios del PP aquejada de continuos sobresaltos. Lo último es que Monasterio (Vox) dice que Aguado (Cs) es un infiltrado de Sánchez (PSOE). Pero también los de Puigdemont (JxCAT) acusan a los de Junqueras (ERC) de haber claudicado ante el Gobierno, que es la misma acusación de Casado (PP) contra ese mismo Gobierno por haber claudicado ante el independentismo de Junqueras y Puigdemont.

Vaya despelote.

La unidad del independentismo catalán era un paradigma de la política española. Pero cuenta uno de los recientes visitantes de Junqueras en la cárcel de Lledoners que el líder de ERC (el diálogo lo cura todo) acompaña las referencias a Puigdemont (confrontación total con la España represora) con un movimiento percutor del dedo índice sobre la sien, como si marcase números en un teléfono móvil.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Oriol Junqueras Cádiz