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Sánchez, contra la peste y el miedo
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Sánchez, contra la peste y el miedo

A diferencia de los controladores (estado de alarma en 2010), el coronavirus no da la cara, despista a los que saben y siembra el pánico entre los que no sabemos

Foto: Pedro Sánchez preside la reunión interministerial del coronavirus, este 13 de marzo de 2020 desde la Moncloa. (Pool Moncloa)
Pedro Sánchez preside la reunión interministerial del coronavirus, este 13 de marzo de 2020 desde la Moncloa. (Pool Moncloa)

El coronavirus lo pone todo patas arriba porque favorece el confinamiento y la introspección, que son vectores escasos en esta parte del mundo, pero aparecen en estados de encogimiento, confusión, incertidumbre o pánico, como grandes chivatos de la vulnerabilidad humana.

Todo eso dispara la vena creativa de la gente, aunque no haya leído 'La Peste' (1947, Albert Camus). Las redes sociales son estos días un didáctico escaparate de horrores imaginados. Desde las fosas comunes de Irán a la evocadora fábula de "el labriego y la peste" (la peste mató a quinientos y el miedo mató a mil más). O la distópica descripción de unos desvalidos españoles huyendo en pateras de una tierra castigada por la epidemia. Abocados a dejarse la vida entre Ceuta y Gibraltar (grande Manu Chao) o ser rechazados por africanos resentidos.

Foto: Una treintena de países han puesto condiciones (EFE)

Y en ese confinamiento imaginativo estábamos cuando Sánchez declaró la guerra al enemigo público número uno al amparo del artículo 116 de la Constitución (estado de alarma), como hizo Zapatero con los controladores en las vacaciones navideñas de 2010. No obstante, y a pesar de ese único precedente de nuestra reciente historia, lo del Covid-19 es otra cosa.

Los controladores militarizados se convirtieron en un blanco fijo en la panoplia de medidas aprobadas en el Consejo de Ministros de aquel 4 de diciembre de 2010. Lo complicado es enfrentarse a un insidioso enemigo que no da la cara, juega al despiste con los que saben y siembra el pánico entre los que no sabemos. Un enemigo casi imbatible si, además, cuenta con el siniestro quintacolumnismo del pánico generalizado.

Las redes sociales son un didáctico escaparate de horrores. Desde las fosas comunes de Irán a la evocadora fábula de "el labriego y la peste"

El estado de alarma (quince días prorrogables), cuyos pormenores decretará hoy el Gobierno como mando único en caso de "crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones de contaminación graves", tiene por objeto "restablecer la normalidad". Procede, pues, preguntarse si está en la mano del Gobierno Sánchez-Iglesias responder a esa previsión legalmente reglada.

El supuesto básico parte de una doble y grave alteración de la normalidad. La sanitaria y la económica. Están acorraladas. Una, por la peste. La otra, por el miedo. ¿Será capaz este Gobierno de devolver al país el estado de confort que nos anestesiaba hace apenas mes y medio?

La sanidad y la economía están acorraladas. ¿Podrá el Gobierno devolvernos al estado de confort que nos anestesiaba hace mes y medio?

La remada conjunta supone contar con el conocimiento de los expertos y la renuncia de la oposición política a capitalizar los errores del Gobierno. Pero, sobre todo, con el liderazgo del gobernante cuando la angustia atenaza a los gobernados. Eso es lo que está en juego. Va más allá de las medidas excepcionales y la movilización de recursos "civiles y militares", de inmediata publicación en el BOE.

Liderazgo es gestión de emociones ajenas y capacidad de arrastre hacia el rumbo marcado desde el poder. Sin ocultar que vienen "días difíciles" y que lo peor está por llegar. A ese patrón se ajustó ayer Pedro Sánchez antes de apelar al civismo de cada uno de nosotros, empezando por el patriótico lavado de manos: "Tardaremos semanas, pero pararemos al virus".

Los reproches de Casado (respuestas "tardías" e "insuficientes") son decimales frente al gesto mayor de apoyo a las medidas que se aprobarán

Y en cuanto al papel constructivo de la oposición política, imprescindible para que realmente esta sea una causa general contra el coronavirus, creo que los reproches de Pablo Casado al Gobierno (respuestas "tardías" e "insuficientes") son decimales frente al gesto de mayor cuantía que ofrece por anticipado el apoyo del PP a las medidas que aprobará el Consejo de Ministros extraordinario de hoy.

El coronavirus lo pone todo patas arriba porque favorece el confinamiento y la introspección, que son vectores escasos en esta parte del mundo, pero aparecen en estados de encogimiento, confusión, incertidumbre o pánico, como grandes chivatos de la vulnerabilidad humana.