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Fernando Simón: el chico de la curva
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Antonio Casado

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Fernando Simón: el chico de la curva

Solvencia y capacidad de comunicación en el discutido hombre que nos visita a diario con el parte de guerra contra el Covid-19

Foto: El director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón. (EFE)
El director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón. (EFE)

Su firme oposición al confinamiento total (“España no es China”), contra la opinión publicada de 70 científicos que la reclaman, hace aún más controvertido al chico de esa curva casi vertical que se resiste al aplanamiento.

A diferencia de la imaginaria chica desvanecida en el oscuro recodo de una carretera secundaria, Fernando Simón (Zaragoza, 57 años) pone la cara y el gráfico. Con pizarra y rotulador. Sin retórica y sin juegos malabares. Eso lo distingue de los políticos que el coronavirus también nos mete en casa.

Utiliza la curva como expresión gráfica de la epidemia que nos encarcela. Solvencia, capacidad de comunicación, experiencia y reconocimiento internacional (asesor del Centro Europeo para la Prevención y Control de las Enfermedades). Todo eso lleva en la mochila el hombre que nos visita a diario con el parte de guerra contra el Covid-19. Además, optimismo que no falte. Y si sobra, mejor que mejor: “Se observa cierto aplanamiento de la curva en aumento de casos notificados”, nos decía en su televisada cita de ayer con el pueblo soberano.

Optimismo que no falte. Y si sobra, mejor: "Se observa cierto aplanamiento de la curva en aumento de casos notificados", nos decía ayer

La línea sigue más empinada que un puerto de máxima exigencia en el Tour. Cerca ya de los 40.000 casos y 3.000 fallecidos. Pero el recuento viene con una lucecita en la frente: cerca del pico en la maldita curva. Así que, según la doctrina Simón, estaríamos llegando al momento más difícil. Después solo cabe “desescalar”. Hasta que doble la maldita curva. Y sin ignorar el riesgo de un contraataque del virus en segunda oleada.

Las desaceleraciones todavía no marcan tendencias claras, pero nuestro hombre ya las relaciona con las medidas tomadas por el Gobierno. “Se va suavizando progresivamente el anuncio de casos, pero aún no tenemos certeza de haber llegado al pico de la epidemia”, dice.

Foto: Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. (Víctor Lerena / EFE)

Le acusarán de voluntarismo, tras el escrache digital sufrido por supuesto trato preferente en el acceso a la prueba del coronavirus, tras haber viralizado un ligero ataque de tos ante las cámaras de televisión sin taparse con el codo. Y volverán a atacarle con efecto retroactivo, por su indolente imprevisión ante lo que se nos venía encima a principios de marzo, cuando no veía razón para desconvocar la marcha de reafirmación feminista.

Se le ataca con efecto retroactivo, por su indolente imprevisión ante lo que se nos venía encima, cuando no veía razón para desconvocar el 8-M

Ni más ni menos indolente que los responsables políticos de su ministerio. Son ellos quienes toman las decisiones. De ellos depende. Y ahí es donde el doctor Simón presta sus servicios como director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, creado en 2003.

Un cargo eminentemente técnico convertido en cara visible de la guerra declarada al enemigo público número uno. Como ya ocurriese con el ébola y la gripe A, en las que Simón hizo este papel, la ciudadanía ha ido asociando indebidamente su imagen a la del responsable de gestionar la crisis.

Demasiado para un epidemiólogo metido a portavoz. Quien da la cara se expone a que se la rompan. Y eso es lo que le ha ocurrido a Simón

Demasiado para un epidemiólogo metido a portavoz de esa gestión. Pero quien da la cara se expone a que se la rompan. Y eso es lo que le ha ocurrido en ciertos sectores políticos, mediáticos y científicos. No se pone en duda su calidad científica, aunque se le afea haberla puesto al servicio de sus responsables políticos. Y uno se pregunta en este punto dónde están, además del ministro, el secretario general del departamento o el director general. ¿No deberían ser ellos quienes asumieran el coste de la sobreexposición pública?

Uno sigue creyendo que Fernando Simón transmite sosiego y sabe de lo que habla.

Su firme oposición al confinamiento total (“España no es China”), contra la opinión publicada de 70 científicos que la reclaman, hace aún más controvertido al chico de esa curva casi vertical que se resiste al aplanamiento.

Fernando Simón