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Antonio Casado

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Vox suscita un debate sobre el estado de la nación

La moción de censura de Abascal retratará a los actores de una política nacional con alto riesgo de incendio a la vuelta del verano

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal (d), y el diputado de la formación, Iván Espinosa de los Monteros. (EFE)
El líder de Vox, Santiago Abascal (d), y el diputado de la formación, Iván Espinosa de los Monteros. (EFE)

No es lógico que los males del país tengan su mejor caja de resonancia en las tertulias de radio y televisión. En una democracia sana, el Parlamento es el templo de la palabra, aunque llegue prefabricada por los partidos políticos. Ni eso puede descalzar a la institución como vanguardia expresiva de la soberanía nacional.

La moción de censura de Vox al Gobierno de coalición PSOE-Podemos, anunciada para los revueltos idus de otoño, no servirá para quitar a Sánchez y poner a Abascal en Moncloa. Pero se convertirá en el debate sobre el estado de la nación que se viene echando de menos en estos últimos años de sensibles cambios en la orografía representativa.

Desde que Sánchez y Rajoy midieran sus fuerzas en febrero de 2015, cuando PSOE y PP tenían los papeles cambiados, no ejercían las Cortes Generales su derecho y su deber de tomarle la temperatura a la política nacional según el formato ideado en 1983 por el entonces presidente, Felipe González.

"La agenda del debate: psicosis de pandemia, elecciones catalanas, hundimiento económico, malestar social, Monarquía averiada..."

No será por falta de calado en los asuntos que tienen a España al borde un ataque de nervios, tras los 45.000 muertos, el millón de parados por coronavirus y la excusa tonta de que "el contagio lo producen las personas, no las instituciones". A saber: psicosis de pandemia, elecciones catalanas, hundimiento de la economía, malestar social, Monarquía averiada, gestión del arropamiento financiero de Bruselas, crisis en la ecuación de la gobernabilidad que hizo presidente a Sánchez, etc.

La moción de censura será el pretexto para afrontar un verdadero debate de política general, sea Abascal o su porquero quien lo proponga si está legítima y reglamentariamente habilitado (véase el artículo 113 de la Constitución). Al margen de que quiera utilizar el hemiciclo como difusor de sus ideas. Es su derecho. Y no vale desdeñar la iniciativa por estéril.

Los números derogan de antemano el improbable sueño de Abascal, que se ofrece a presidir el Gobierno haciendo las cosas de otro modo. Ya lo sabemos. Pero no digamos que no sirve para nada. Los debates de política general siempre retratan a sus actores. Con más razón si el riesgo de incendio es tan alto como el de los escenarios venideros a la vuelta del verano. En ese caso las intenciones de Vox pasan a segundo plano en la narrativa de las fuerzas decisivas, PSOE y PP.

"Se reprueba la iniciativa porque 'nos distrae de lo importante'. Falso. Todos están obligados a pronunciarse en el templo de la palabra"

Alguien ha reprobado la iniciativa porque "nos distrae de lo importante". Falso. Todas las fuerzas políticas están obligadas a pronunciarse sobre lo importante en el templo de la palabra, aunque nos parezca extravagante el discurso de quien se ofrece a hacerlo mejor que Sánchez. Eso es lo de menos. Véase cómo los rastreadores de la iniciativa reparten ventajas y desventajas entre Sánchez y Casado.

Cuando los analistas se preguntan a quién beneficiará y a quién perjudicará la moción de censura, solo se fijan en el presidente del Gobierno y en el líder del principal partido de la oposición, que no es precisamente Santiago Abascal. Vox solo es el pretexto para examinar al que tiene el poder y a quien aspira a tenerlo. Una segunda investidura de Sánchez. O una revisión de la primera. Pero la alternativa no es Abascal, sino Casado, que también se la juega. Si gestiona bien el reto, mejorará su facturación en credibilidad. Es el favor que le puede estar haciendo Abascal. Si, por el contrario, desaprovecha la ocasión y cae en el cepo de Vox, tendrán razón quienes sostienen que será moción de censura contra el líder del PP.

No es lógico que los males del país tengan su mejor caja de resonancia en las tertulias de radio y televisión. En una democracia sana, el Parlamento es el templo de la palabra, aunque llegue prefabricada por los partidos políticos. Ni eso puede descalzar a la institución como vanguardia expresiva de la soberanía nacional.

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