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Galicia y Euskadi: la fecunda estabilidad
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Antonio Casado

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Galicia y Euskadi: la fecunda estabilidad

Urkullu no es Torra ni Feijóo es Díaz Ayuso. Viva la diferencia, si se trata de mejorar la vida de la gente sin sobresaltos, bajo el manto acogedor de la legalidad

Foto: El presidente del Gobierno Vasco Iñigo Urkullu, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno. (EFE)
El presidente del Gobierno Vasco Iñigo Urkullu, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno. (EFE)

Estabilidad política, divino tesoro. Un bien escaso de la política nacional en tiempos pandémicos y prepandémicos. Vascos y gallegos la celebran de un tiempo a esta parte (tercera legislatura de Urkullu, cuarta de Feijóo) y la seguirán disfrutando tras su reciente paso por las urnas, con mayorías absolutas en los respectivos parlamentos autonómicos. Monopartidista en el caso del PP gallego y en apacible coalición del PNV con los socialistas en el caso vasco.

El renovado ‘lehendakari’. Íñigo Urkullu (1961, Alonsotegui, Vizcaya), de confesado compromiso con la causa de un País Vasco independiente de España, juró este sábado su cargo bajo el árbol de Gernika prometiendo "lealtad a la Corona" y "respeto a la Constitución". Un luminoso ejemplo de sometimiento al imperio de la ley, entendida como dique inexorable frente a la arbitrariedad, que es la antesala de la tiranía.

Justamente lo que se echa en falta en el otro territorio gobernado por quienes comparten el sueño de un Estado propio. En el caso de Cataluña las actuaciones están deliberadamente reñidas con el ordenamiento vigente y a menudo conllevan un reproche penal. Incluso en el campo de lo ritual, como en el juramento o promesa de un cargo público.

Urkullu, de confesado compromiso con la causa de un País Vasco independiente, promete “lealtad a la Corona” y “respeto a la Constitución”

Cuando tomó posesión, en mayo de 2018, el aún presidente de la Generalitat, Quim Torra, se limitó a declarar “fidelidad al pueblo catalán representado en el Parlament”. Olvido consciente de la Constitución, el Rey y el ‘Estatut’. En el marco del abrupto proyecto independentista que acabó en los tribunales y solo ha reportado crispación política, enfrentamiento social y un declive económico que, con sus 31.110 euros de renta individual, ha hecho descender a Cataluña del primero al cuarto puesto del ranking nacional, por detrás de Madrid (35.876 euros), País Vasco (34.273) y Navarra (32.692 euros).

Si Urkullu no es Torra en el campo del nacionalismo periférico con poder institucional, tampoco Núñez Feijóo (Orense, 1961) es Díaz Ayuso en el ejercicio de la oposición al Gobierno central a través del poder autonómico del PP. La tensión política entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno Sánchez, entregados a un absurdo intercambio de pedradas, no es comparable ni de lejos al tranquilo canto a las ventajas de la cooperación en el caso del presidente gallego.

La disposición de Feijóo a cooperar con Moncloa en la lucha contra el covid no supone no convencer de que hay otra forma de hacer las cosas

En su toma de posesión con lágrimas del sábado, el presidente de la Xunta claveteó su divisa: “Moderación” y “estabilidad”, como vacuna de probada eficacia contra el debilitamiento de las comunidades. Sin que su declarada disposición a cooperar con Moncloa en la lucha contra el coronavirus, suponga silenciar su desacuerdo con Sánchez respecto a la forma de entender el Estado de las Autonomías, o renunciar a convencer a los españoles de que hay otra forma de hacer las cosas, según doctrina de su jefe de filas, Pablo Casado, que estuvo presente en el acto de la plaza del Obradoiro.

“Galicia no se siente ajena a nada que afecte a la nación común”, dijo. Una obviedad en la mente de cualquier gobernante no confiscado por la obsesión secesionista. Es el caso de Feijóo. Y una prueba de realismo y sentido común en quienes, no compartiendo el sentimiento de pertenencia a esa nación común (los sentimientos son inatacables), aspiren legítimamente a mejorar al máximo el autogobierno en sus territorios, siempre dentro del marco legal. Es el caso de Urkullu. Y así ha quedado escrito en el pacto de coalición firmado por el PNV con los socialistas vascos de Idoia Mendía. Con el consabido efecto colateral de remada conjunta en “los Presupuestos Generales del Estado de la reconstrucción”, que deben salir del Congreso a finales de año.

Estabilidad política, divino tesoro. Un bien escaso de la política nacional en tiempos pandémicos y prepandémicos. Vascos y gallegos la celebran de un tiempo a esta parte (tercera legislatura de Urkullu, cuarta de Feijóo) y la seguirán disfrutando tras su reciente paso por las urnas, con mayorías absolutas en los respectivos parlamentos autonómicos. Monopartidista en el caso del PP gallego y en apacible coalición del PNV con los socialistas en el caso vasco.

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