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Martínez y Calvente: la venganza como servicio de salud pública
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Antonio Casado

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Martínez y Calvente: la venganza como servicio de salud pública

El exabogado de Podemos y el exnúmero dos de Interior (PP) airean los trapos sucios de sus partidos. También la flor de loto sale del fango en busca de la luz

Foto: El exnúmero 2 de interior con el PP, Francisco Martínez (i), entrando en la Audiencia Nacional. (EFE)
El exnúmero 2 de interior con el PP, Francisco Martínez (i), entrando en la Audiencia Nacional. (EFE)
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De nuevo, el factor humano vuelve a ser un vector decisivo en el rastreo de la vida política nacional, cada vez más banalizada. Donde no llega la capacidad fiscalizadora del sistema puede llegar la venganza y el resentimiento. Decepcionante. Pero así hemos conocido los trapos sucios de un partido, por un alto empleado cuyo celo indagatorio incomodaba a sus jefes. Y luego está lo del gobernante resentido. Por él supimos que en su tiempo se usaron ilegalmente herramientas oficiales del poder.

Un creyente hablaría de los renglones torcidos de la escritura de Dios. El general Franco, que era muy creyente, dijo aquello del mal que por bien no venga cuando le mataron a Carrero Blanco. Shakespeare convirtió la venganza en obras de arte tan sublimes como 'Hamlet' y 'Otelo'. Y hasta los niños saben que la flor de loto, símbolo de la pureza, sale del fango buscando la luz.

Un creyente hablaría de los renglones torcidos de la escritura de Dios. Y Shakespeare convirtió la venganza en obras de arte como 'Hamlet' y 'Otelo'

Sigamos. El exasesor jurídico de Podemos, J. M. Calvente, se consideró injustamente despedido, víctima de una falsa acusación de acoso laboral y sexual sobre la también abogada, Marta Flor. Y ahora es el testigo de cargo sobre la financiación irregular y otros trapos sucios de la organización liderada por el hoy vicepresidente del Gobierno, Iglesias Turrión.

Entre otras cosas, ha sembrado la duda sobre el móvil de Dina. Nada de robo, según Calvente, sino cantera para el intercambio de pedradas en la guerra fratricida Iglesias-Errejón. Eso le dijo al juez este jueves: que el ahora vicepresidente ha mentido, y que el famoso robo del móvil fue una pieza más de la campaña urdida por Iglesias, "en la que me negué a colaborar", dice, para presentarse ante los votantes como víctima de las "cloacas del Estado". "Acerté y no me lo perdonan", sostiene.

Foto: Pablo Iglesias. (EFE)

Vamos con Francisco Martínez. Sufrió un severo ataque de contrariedad cuando le cerraron las puertas de Génova tras la caída de sus superiores políticos e institucionales en su paso por la Secretaría de Estado de la Seguridad (2016-2018) a las órdenes del ministro Fernández Díaz. El equipo del nuevo líder del PP, Pablo Casado, lo excluyó de las listas electorales que le hubieran otorgado el consabido aforamiento. Y solo entonces descubrió que "mi grandísimo error fue haber sido leal a miserables como Jorge, Rajoy o Cospedal".

Vidas paralelas. Por mucho que se prolonguen nunca llegan a encontrarse en sus diferentes estirpes políticas. Pero los dos prestan un servicio de salud pública. Y no por una irreprimible vocación de servicio a los intereses generales. Ni por compromiso de ejemplaridad como el declarado públicamente por Casado e Iglesias. Simplemente sintieron que sus jefes los habían dejado tirados. Lo suyo es resentimiento puro y duro.

Como las flores también crecen en la basura, se han activado resortes ante conductas presuntamente delictivas en el campo de la legislación electoral

Pero como las flores también crecen en la basura, se han activado los resortes judiciales ante conductas presuntamente delictivas en el campo de la legislación electoral (UP) y de los derechos fundamentales (PP). También ha servido para activar los mecanismos políticos. Pero solo en el caso del "operativo parapolicial" montado extrajudicialmente por dirigentes del PP con fondos reservados.

No se entiende, o no se entiende demasiado bien, que la función controladora de un parlamento democrático se frene ante otros supuestos delictivos detectados en campo propio. Casualmente, el del Gobierno. Según Isa Serra, portavoz de Unidas Podemos, investigar en el Congreso a su partido por presunta financiación ilegal "dañaría la Democracia".

Lo dicho: la banalización de la vida política se está haciendo cada vez más insoportable.

De nuevo, el factor humano vuelve a ser un vector decisivo en el rastreo de la vida política nacional, cada vez más banalizada. Donde no llega la capacidad fiscalizadora del sistema puede llegar la venganza y el resentimiento. Decepcionante. Pero así hemos conocido los trapos sucios de un partido, por un alto empleado cuyo celo indagatorio incomodaba a sus jefes. Y luego está lo del gobernante resentido. Por él supimos que en su tiempo se usaron ilegalmente herramientas oficiales del poder.

Pablo Casado Democracia