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¿Hacia un tripartito ERC-PSC-comunes en Cataluña?
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Antonio Casado

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¿Hacia un tripartito ERC-PSC-comunes en Cataluña?

La hipótesis es tóxica. Pero vive en los planes del Gobierno de Sánchez-Iglesias y explica mejor que ninguna otra los más recientes movimientos de Moncloa respecto al llamado conflicto catalán

Foto: El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián. (EFE)
El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián. (EFE)

Cayó Torra. Llamando a la “ruptura democrática” con el Estado, pero ya es el juguete roto de Carles Puigdemont. Otra mala noticia para el fugitivo de Waterloo, cuyos apremiantes ardores patrióticos toparon con el coronavirus, el hartazgo de la ciudadanía, la guerra fratricida y las encuestas del CEO catalán (el no a la independencia pasó del 50% por primera vez en el barómetro de julio).

La inhabilitación del 'president' deja los principales resortes del poder en manos de sus competidores de ERC. El papel de Roger Torrent en la presidencia del Parlament será clave en los meses que se avecinan, con Pere Aragonès en la presidencia interina de la Generalitat.

Torra ya no es 'president' de la Generalitat

Este dato de la realidad mejora claramente las posiciones de una de las dos grandes fuerzas independentistas ante las elecciones catalanas, a primeros de febrero con toda probabilidad. También favorece los planes de Moncloa y el desarrollo de sus “espacios de cooperación” con los republicanos de Junqueras y Rufián. De interés mutuo, se entiende. En Barcelona a escala autonómica y en Madrid a escala nacional.

Es el sueño de Sánchez, cuya primera piedra sería el apoyo de ERC a los PGE de 2021 y, en consecuencia, su fijación en el bloque de apoyo para tres años largos de legislatura PSOE-UP. La contrapartida, un tripartito ERC-PSC-comunes, tras las elecciones catalanas, cuya cuenta atrás acaba de iniciarse con la muerte política de Quim Torra. La hipótesis es tóxica. De muy difícil casorio con una realidad cargada de incertidumbre. Pero vive en los planes del Gobierno de Sánchez-Iglesias y explica mejor que ninguna otra los más recientes movimientos de Moncloa respecto al llamado conflicto catalán.

Foto: Quim Torra, acompañado del vicepresidente, Pere Aragonès. (EFE)

En esa lógica encajan los favores del Gobierno a los pragmáticos de Junqueras (el presidiario), enfrentados a los rupturistas de Puigdemont (el prófugo). A saber: disposición del Gobierno al indulto de los condenados del 'procés', rebaja de penas por atacar el orden constitucional, mesa del diálogo y alejamiento del Rey del paisaje y el paisanaje catalanes.

Moncloa ha dejado esos balones a los pies de Junqueras para jugarlos en su guerra con las cuarteadas huestes de Puigdemont. El pacto de familia está roto y, en la batalla abierta tras la caída de Torra, los amigos de Moncloa quedan en situación privilegiada. Véase cómo la facción independentista de JxCAT pide a ERC que aborte la mesa del diálogo si no es para hablar de amnistía y autodeterminación.

Es evidente el braceo de Torra y Puigdemont por frenar a los republicanos en sus ganas de vender a los catalanes los logros que le arrancan al Gobierno

Bajo esa luz se entiende que, a instancias de JxCAT, temerosa de que su adversario tome ventaja electoral, ERC haya tenido que comprometerse por escrito a no desbordar las funciones de una presidencia provisional del Govern. Es evidente el braceo de Torra y Puigdemont por frenar a los republicanos en sus ganas de vender a los catalanes los logros que le arrancan al Gobierno central de cara al próximo paso por las urnas.

Las voces implicadas en la fractura del campo independentista ven muy difícil, por no decir imposible, la repetición de la alianza hasta ahora gobernante en la Generalitat, a pesar de los llamamientos de las tramas civiles (ANC y OC, básicamente). Pero no más difícil ni más imposible que una eventual alianza de los partidos constitucionalistas.

El alineamiento del pragmatismo de ERC con el progresismo de Iceta (PSC) y los comunes de Colau acabaría con el caudillismo de Puigdemont

El fragmentado tablero político de Cataluña tampoco permite imaginar un Gobierno monocolor, de un solo partido. Por tanto, el alineamiento del pragmatismo de ERC (volver a intentarlo, sin prisas y sobre una base más ancha de partidarios de una consulta pactada) con el progresismo de los socialistas de Iceta y los comunes de Colau acabaría con el extravagante caudillismo de Puigdemont. La hipótesis ronda la cabeza de Pedro Sánchez. Y la de Oriol Junqueras.

Cayó Torra. Llamando a la “ruptura democrática” con el Estado, pero ya es el juguete roto de Carles Puigdemont. Otra mala noticia para el fugitivo de Waterloo, cuyos apremiantes ardores patrióticos toparon con el coronavirus, el hartazgo de la ciudadanía, la guerra fratricida y las encuestas del CEO catalán (el no a la independencia pasó del 50% por primera vez en el barómetro de julio).

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