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Sed de centralidad en la España descentrada
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Antonio Casado

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Sed de centralidad en la España descentrada

Un giro al centro es posible si el Gobierno detecta una curva electoral decreciente por su acercamiento a fuerzas 'republicanas' y 'plurinacionales'

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, en el Congreso. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, en el Congreso. (EFE)

El empresario reclama certidumbres. El ciudadano reclama consenso. Con 'c' de centralidad. Son bienes muy escasos en la descentrada España de la crispación y la crisis económica, con dos bandos enfrentados. Uno de ellos, la derecha en la oposición, ya fragmentado dentro de sí. El otro, la izquierda en el poder, tocado por el virus de la fragmentación.

Ese cuadro es pura reseña, no juicio valorativo. Y en él aparece tambaleante la generalizada impresión de que la vacunación y los fondos europeos reforzarán el "ánimo de perdurar en el tiempo" expresado por Sánchez en su balance de fin de año. Con esa idea continuista, debutó el año 2021. Pero las ideas son como los gases. Se enrarecen al dilatarse. Se desvirtúan al expandirse. Una mayoría radicalizada por la presencia de fuerzas desafectas al orden constitucional puede ser aglutinante del bloque instalado al otro lado de la barricada. O, en el mejor de los casos, favorecer las corrientes de opinión sedientas de centralidad. No sería descartable si Moncloa detecta una curva decreciente en las expectativas electorales del PSOE por su acercamiento al frente republicano y plurinacional.

La demanda de centralidad puede frenar el insoportable repertorio de las palabras y muecas guerracivilistas que se despachan por los extremos, en sus respectivas aversiones al régimen del 78 y al Gobierno 'social-comunista'. Un giro al centro rompería el tablero salido de la aprobación de los PGE y aún pendiente de cerrarse con un eventual cambio de cromos entre PSOE y ERC tras las elecciones catalanas del 14 de febrero.

La cuestión es si los socialistas pueden ir más allá de lo que han ido en concesiones a sus subversivos compañeros de viaje (UP, ERC, Bildu)

La cuestión es si los socialistas pueden ir más allá de lo que han ido en concesiones a sus subversivos compañeros de viaje (UP, ERC, Bildu). Si entienden agotado ese margen, salvo improbable voluntad de adentrarse en temerarias aventuras constituyentes, que sería la fase venidera, Sánchez debería plantearse muy seriamente el retorno al centro, una vez constatado que el haber en Cataluña o el País Vasco no compensaría ni de lejos el debe en las urnas del resto de España.

Moncloa se percatará en algún momento, no antes del nuevo reparto de cartas en las elecciones catalanas (la pieza que falta para replantear la hoja de ruta), de que los aplausos de Iglesias, Rufián y Otegi no tapan los abucheos, incluidos los de votantes socialistas. Y entonces, en vísperas de la anhelada inmunidad de rebaño y el acceso a los fondos europeos, ya podríamos hablar con más fundamento sobre el futuro de la coalición, ahora amenazado por los recelos de Bruselas y el indisimulable malestar
de los ministros/as socialistas con UP.

El futuro de la coalición está amenazado por los recelos de la UE y el indisimulable malestar de los ministros/as socialistas con Unidas Podemos

Si la doble crisis económica y social impulsa el retorno a la moderación, apadrinado por Bruselas y aplaudido por los barones socialistas, el partido de Iglesias quedaría desalojado del poder como un cuerpo extraño al PSOE y al sistema. Y eso revalidaría el papel ambivalente de Ciudadanos en la repoblación del ahora deshabitado centro político, a pesar de su muy probable descalabro en las urnas catalanas.

Los de Arrimadas gobiernan con el PP en cuatro autonomías, y en otras tantas han pactado o han hecho posible que gobiernen los socialistas. Con esos antecedentes, nadie se haría de nuevas. Al fin y al cabo, por los pertinaces ofrecimientos de Inés Arrimadas, supimos que Sánchez prefirió apostar por los enemigos del régimen del 78 y los pregoneros de la 'monarquía corrupta', el 'Estado represor', la 'Justicia predeterminada', las 'togas franquistas', y así sucesivamente.

El empresario reclama certidumbres. El ciudadano reclama consenso. Con 'c' de centralidad. Son bienes muy escasos en la descentrada España de la crispación y la crisis económica, con dos bandos enfrentados. Uno de ellos, la derecha en la oposición, ya fragmentado dentro de sí. El otro, la izquierda en el poder, tocado por el virus de la fragmentación.

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