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El día que Trump retrató al populismo español
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Antonio Casado

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El día que Trump retrató al populismo español

Solo la geopolítica obliga a distinguir entre el nacionalpopulismo de Trump, el de Abascal y el de Puigdemont. Los tres unidos en el todo por la patria

Foto: El Capitolio, horas después del asalto de los seguidores de Trump. (Reuters)
El Capitolio, horas después del asalto de los seguidores de Trump. (Reuters)

El asalto al Capitolio despierta a los teólogos del populismo que amenaza al sistema democrático. Me apunto. Solo la geopolítica nos obliga a distinguir entre el nacionalpopulismo de Trump, el de Abascal y el de Puigdemont. Los tres unidos en el todo por la patria, "unidad de destino en lo universal", como reza el salmo del protofascista español, José Antonio Primo de Rivera.

Sin salir de la pauta identitaria, pero abriendo el abanico, tampoco distarían mucho del plurinacional-populismo del vicepresidente Iglesias. Le delatan sus obras completas, desempolvadas para la ocasión. Por su aversión al templo de la soberanía en los primeros tiempos de Podemos: "No nos representan" (¿recuerdan?). Por su silencio cuando los chavistas asaltaron la Asamblea Nacional el 5 de julio de 2017. Por su locuacidad en el llamamiento a rodear el Congreso en desacuerdo con la “ilegítima” investidura de Rajoy ("Rodea el Congres", 29 octubre 2016).

Las documentadas obras completas de Iglesias delatan su aversión al Parlamento en los tiempos fundacionales de Podemos: “No nos representan”

No hace falta leer a Laclau para retener los dos rasgos propios del populismo acampado a derecha e izquierda del poder que espera conquistar. Uno, la simplicidad de su discurso, sencillo como el mecanismo de un tirachinas (los de arriba y los de abajo). Otro, la tendencia a olvidar que el sillar de la democracia es el Estado de Derecho. Así, lo del miércoles en Washington, lo del chavismo en Caracas y lo de 2017 en Cataluña quedarán como mostrencas expresiones del populismo que, llegado el caso, se ciscan en las reglas del juego si no están de su parte.

"Cualquier ley injusta debe ser desobedecida", dice el manual del populista, en nombre de la política "masculina", "por pelotas". La pregonó en su día Iglesias contra la ley "mordaza" y los policías antidisturbios. La pregonan Abascal y los militares insurrectos ante "los enemigos de la unidad de España". Y la pregonaba este mismo viernes Laura Borrás contra el "Estado represor".

España va sobrada de populistas que esconden sus propósitos sediciosos en el burladero de la desobediencia civil, la libertad de expresión o el derecho de manifestación. No los calificaremos de "terroristas domésticos", como hace Biden con los de su país, pero comparten rasgos comunes: política de gestos, narcisismo, supremacismo, adanismo, arrogancia. Por la derecha atacan al Gobierno "social-comunista" democráticamente constituido. Por la izquierda se reconocen en la hostilidad al Rey y al "régimen del 78" como indeseable legado franquista.

Vamos sobrados de populistas que esconden sus propósitos sediciosos en el burladero de la desobediencia civil y el derecho de expresión

Cuesta mucho sobreponerse al estupor por lo ocurrido. Más le costará a Joe Biden, cuyo mandato va a nacer marcado por este trauma fundacional. Pero no conviene hacerse el ofendido para presumir ante el espejo de ser más demócratas que nadie, porque la mala noticia del asalto al Capitolio siempre se podrá conjugar con la buena noticia de diez exsecretarios de Estado de Defensa reafirmando en un comunicado el inquebrantable compromiso de las Fuerzas Armadas con la Constitución.

Eso nos sonará si, junto al bochorno del tejerazo, recordamos el determinante pronunciamiento democrático del rey Juan Carlos como jefe de las Fuerzas Armadas españolas, en la noche del 23 de febrero. Gracias a eso, y no a la épica popular (el pueblo estaba acojonado en sus casas a la espera de que Tejero se fuera a dormir y los tanques salieran de Valencia), podemos hablar 40 años después de golpe de Estado fallido.

El asalto al Capitolio debe conjugarse con la buena noticia de diez exsecretarios de Estado reafirmando el compromiso del Ejército con la Constitución

Lo del Capitolio no es la resulta de una corriente política fraguada en el rechazo a la democracia o a la soberanía nacional, sino la compulsiva respuesta a los llamamientos de un líder político desequilibrado. Trump arengó a los manifestantes que le coreaban junto a la Casa Blanca. "Nunca nos rendiremos", dijo. El subidón empujó a la masa vociferante en la escalada de muros y la ruptura de barreras policiales. Su posterior aceptación formal de la derrota no le eximirá de culpa política y judicial.

En esas estamos, mientras el personaje anuncia que no asistirá a la investidura de su sucesor el próximo 20 de enero. Ni falta que hace. Ya tenemos suficientes motivos para celebrar el adiós a Donald Trump como la mejor noticia del recién nacido 2021. Con recado para todos los populismos que en el mundo son. Incluidos los nuestros, claro.

El asalto al Capitolio despierta a los teólogos del populismo que amenaza al sistema democrático. Me apunto. Solo la geopolítica nos obliga a distinguir entre el nacionalpopulismo de Trump, el de Abascal y el de Puigdemont. Los tres unidos en el todo por la patria, "unidad de destino en lo universal", como reza el salmo del protofascista español, José Antonio Primo de Rivera.

Joe Biden
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