Al Grano
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La ira va por barrios: "Disputas de corral"
No han cesado los ecos de la batalla campal de Vallecas, un intercambio de adoquines tan estúpido como el de pedradas verbales sacadas de un historial guerracivilista mal asimilado
Los extremistas de Vox pasaron por Getafe y no hubo nada. Se ve que los extremistas de Podemos han aprendido la lección de Coslada y de la plaza roja de Vallecas. Después de meter en el partido a los seguidores de Abascal tras los incidentes, los llamados “antifascistas” dan un paso atrás.
Mejor para ellos, porque en su repliegue dejan de alimentar a la odiada ultraderecha, cuyos desvaríos no derogan el derecho a expresarse donde quiera y como quiera dentro de la ley. Pero, sobre todo, mejor para la salud de la democracia y el sosiego de los ciudadanos, ya bastante afectados por la confrontación por bloques en la banalizada política nacional.
No han cesado los ecos de la batalla campal de Vallecas y quienes la azuzaron y la siguen azuzando. Son mutuas las acusaciones de haberla provocado. Y son estúpidas las disputas sobre el mejor derecho de piso en los barrios obreros. Tan estúpidas como el intercambio de adoquines que (la mayoría acabaron en las cabezas de los policías, manda huevos), después de haber intercambiado pedradas verbales sacadas de un historial guerracivilista mal asimilado.
Procede remitirse a la bonhomía de Gabilondo cuando predica en el desierto una rebaja en el clima de agresividad verbal en la polarizada precampaña electoral en la Comunidad de Madrid, mientras que Ayuso le reprocha la equidistancia por no condenar claramente a la izquierda radical de Podemos tras la bronca callejera de Vallecas.
Voy a despacharme con palabras de Miguel de Unamuno sobre este tipo de episodios: “Disputas de corral”. Así bautizó el choque de los extremos ideológicos que en su tiempo envenenaron a una juventud seguidora de “los energúmenos de ambos lados que predican y encienden la guerra civil” (20 febrero 1936, conferencia en la Universidad de Oxford). Ya antes, en mayo de 1934 había hablado de una “una juventud de retrasados mentales que se nutren de pensamientos baratos”, por la derecha y por la izquierda:
“Se habla de extremismo, pero no estriba en la doctrina que se profesa sino en la manera de profesarla”, decía don Miguel. Y la única que parece haberlo entendido es la ministra de Defensa, Margarita Robles, cuando se abstiene de condenar a los agresores de uno u otro lado y se limita a condenar la agresión como método. Venga de donde venga la violencia descalifica a quien la ejerce. Incluida la violencia verbal (“criminales” y “terroristas”, habituales pedradas de ida y vuelta aquí y ahora), a veces peor que las armas de fuego, expresada en forma de calumnia, injuria, insidia o insulto al adversario.
Son estúpidas las disputas sobre el mejor derecho de piso en los barrios obreros. Tan estúpidas como el intercambio de adoquines
En cambio, la ministra Belarra (Podemos) da las gracias a los activistas de la izquierda “por decir no al fascismo”. Más retorcido ha sido su jefe político. Iglesias Turrión, que se encaró con los de Vox en Coslada, culpa a Abascal de poner en las manos de los antifascistas las piedras que provocaron las cargas policiales de Vallecas. Por su parte, Abascal, que se encaró con los de Podemos en Vallecas, acusa al vicepresidente en la sombra de haber mandado a los “pijos de izquierdas” a reventarle el mitin con la colaboración del ministro del Interior.
Inevitable volver a Unamuno:
“¡Esos pobres enfermos mentales, tan peligrosos porque se sienten hondamente convencidos de lo que dicen, aun sin entenderlo, y más peligrosos aun cuando de lo que tratan es de convencerse a sí mismos y gritan para no oír lo de los otros!”, decía don Miguel. Ya entonces se hablaba de “polarización” y los jóvenes seguidores del marxismo y el fascismo llevaban a las calles la dialéctica de los puños y las pistolas.
¿Es que no aprenderemos nunca?
Los extremistas de Vox pasaron por Getafe y no hubo nada. Se ve que los extremistas de Podemos han aprendido la lección de Coslada y de la plaza roja de Vallecas. Después de meter en el partido a los seguidores de Abascal tras los incidentes, los llamados “antifascistas” dan un paso atrás.