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Cataluña: realidad secuestrada y estado de bloqueo
Incapaces de pactar la gobernabilidad de una Cataluña convaleciente del 'procés' y la pandemia, las dos cabezas del independentismo se condenan al conflicto permanente
Después de sentirse 'estafados' por JxCAT, la amenaza de ERC de romper definitivamente con los de Puigdemont resulta menos creíble que su miedo a pasar por 'botiflers'. Ese temor puede más en el ánimo de Junqueras y Aragonès que su deseo de recuperar la presidencia de la Generalitat 85 años después. Las pedradas son de ida y vuelta: “Junqueras, traidor, púdrete en prisión”, braman los chicos de Junts mientras su jefe se venía arriba en Waterloo: “Nos quieren pisotear”.
Curados de espanto como estamos, cualquier cosa puede ocurrir tras el amago republicano de apareamiento con los 'comunes', aunque cuesta imaginar una ruptura del bloque independentista. Sin descartar una repetición de elecciones si los números de la investidura no le salen a Aragonès antes del día 26. A Junts no le importaría si huele en las urnas la recuperación del cetro perdido por muy poco el 14 de febrero.
Como diría Rufián en su tono de maestro de escuela —la eme con la a, ma—, esto no va de mejorar la vida de los catalanes, sino de adelantar a Junts, cuña de la misma madera, en la grotesca carrera de sacos por el poder. Ahí están los dirigentes de ERC, acusados de “traidores” por no marcar el paso de Junts. Tal para cual. De lo mismo acusó Rufián en octubre de 2017 a Judas Puigdemont, entonces presidente de la Generalitat, por traicionar la causa de la independencia (la proclamó y la desproclamó en cuestión de minutos) a cambio de “155 monedas”.
A Junts no le importaría repetir elecciones si se huele la recuperación del cetro perdido el 14 de febrero
Incapaces de ponerse de acuerdo en la gobernabilidad de una Cataluña convaleciente del 'procés' y de la pandemia, las dos demenciadas cabezas del independentismo siguen empeñadas en amordazar la realidad. No les importa condenar a su gente al conflicto permanente dejando la política catalana en estado de bloqueo y a la sociedad catalana cautiva de un sueño imposible. Hay un volquete de pruebas disponibles sobre la fortaleza del Estado frente al desafío. Y como suele decir Carlos Lesmes, todavía presidente del Tribunal Supremo, “el Estado puede ser indulgente, pero nunca claudicante”.
Bien lo saben Junqueras, Aragonès (ERC), Puigdemont y Jordi Sánchez (JxCAT). Pero son tan insensatos que, sin someterse al principio de realidad, prefieren seguir braceando en el quiero (por la deslegitimación del Estado a la independencia) antes que asumir el no puedo de una vez por todas, lo que supondría el retorno al 'seny' y los problemas reales de la gente.
De la propia entraña del independentismo (informe de ANC a sus asociados) sale el grito que denuncia la falta de horizonte por “las peleas y las negociaciones fallidas para formar un Gobierno de concentración”, reconociendo “una perspectiva desalentadora que aboca a la sociedad catalana al desencanto y a un mayor distanciamiento con las instituciones”.
Son tan insensatos que prefieren seguir braceando en el quiero (la deslegitimación del Estado) antes que asumir el no puedo de una vez
Esta vez, la cordura cae del lado del PSC: “Para facilitar un Gobierno independentista, conmigo que no cuenten”, dice Salvador Illa. Lo celebro, aunque eso suponga para Pedro Sánchez perder a ERC en su política de alianzas. Su lógica es inapelable: si los nacionalistas (“mentirosos y divisivos”) no quieren volver a las urnas, que se entiendan. Y si no se entienden, que dejen gobernar al ganador de las elecciones.
Pero no entrará en las combinaciones imaginadas por los comunes de Jéssica Albiach, incluida la eventual abstención de los 33 diputados socialistas para investir a Aragonès. Solo faltaba que ahora señalasen a Illa como responsable del atasco.
Después de sentirse 'estafados' por JxCAT, la amenaza de ERC de romper definitivamente con los de Puigdemont resulta menos creíble que su miedo a pasar por 'botiflers'. Ese temor puede más en el ánimo de Junqueras y Aragonès que su deseo de recuperar la presidencia de la Generalitat 85 años después. Las pedradas son de ida y vuelta: “Junqueras, traidor, púdrete en prisión”, braman los chicos de Junts mientras su jefe se venía arriba en Waterloo: “Nos quieren pisotear”.
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