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Pedro y Pablo, por peteneras
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Pedro y Pablo, por peteneras

La carga de la prueba recae sobre el que por ostentar el poder debe llevar la iniciativa y ser generoso. La agresividad con la oposición es propia de un gobernante inseguro

Foto: Reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Casado. (Fernando Villar/Efe)
Reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Casado. (Fernando Villar/Efe)

La petenera es un canto triste y de mal fario. También nos remite a quienes no se dan por aludidos respecto a lo que dice el otro en una conversación: “Salirse por peteneras”. Ambas acepciones van bien a las broncas continuas entre el presidente del Gobierno y el principal líder de la oposición.

Uno, crecido por la onda expansiva de las elecciones madrileñas. El otro, agobiado por la acumulación de adversidades, al borde de una crisis ministerial por agotamiento y dependiente de una tambaleante base parlamentaria: ¿seguirá contando con los 13 escaños de ERC concertados contra el Estado represor por la emancipación de Cataluña?

En esas condiciones, la crispación es fuente de desgracias en la política nacional, a riesgo de malograr la inmunidad de rebaño por covid, que marcha por buen camino, y el plan de recuperación económica con fondos europeos, sobre cuya disponibilidad planea la sombra negra del clientelismo aireada por una oposición ausente de la gestión de las ayudas.

Según la vigente orografía electoral, Pedro Sánchez tiene el poder y Pablo Casado aspira a tenerlo. Es legítimo, justo y necesario en el funcionamiento de una democracia sana. Pero ninguno parece haber entendido, más allá de la cansina inculpación del otro, que su insensata falta de sintonía en defensa del interés general la pagaremos todos, votemos a quien votemos.

Sobre los fondos europeos planea la sospecha del clientelismo, aireada por una oposición ausente de la gestión de las ayudas de Bruselas

Ninguna puesta en escena tan cruda como la última sesión de control parlamentario al Gobierno por cuenta de la crisis en la ciudad autónoma de Ceuta. Quien no se sintiera abochornado que lo diga. Decepción y vergüenza ajena por el calibre de las pedradas políticas que Pedro y Pablo se arrojaron donde más duele mientras Marruecos desafiaba al Estado con su calculada pasividad fronteriza.

Los dos, al rincón de pensar. Casado, por fustigar a destiempo al presidente del Gobierno (“El cargo le viene grande”) en un momento que pide unidad a gritos porque están en riesgo la integridad territorial y la imagen de España. Y Sánchez, por una réplica tan agresiva, tan desapacible (“Quiere echarme, pero no lo va a conseguir”), que solo sirvió para resaltar su nerviosismo en un momento que exigía calma y afán de concordia.

Sánchez está nervioso. Durante los últimos días, ha sufrido el chantaje de un país amigo, le han injuriado en público y le han reñido en campo propio por hacer una política no inclusiva y por llevar el PSOE al abismo. Ya no sale ganador en las encuestas y el líder del PP le pone cara de Zapatero. Pero el piloto no puede permitir que el pasaje lo vea de los nervios.

Me temo que este miércoles asistiremos a una nueva bronca en la interpelación urgente del PP sobre el “estado de nuestra política exterior”

Dos no pelean si uno no quiere. A mi juicio, la carga de la prueba recae sobre el que por ostentar el poder juega con blancas y está obligado a llevar la iniciativa. Incluso a ser generoso, en beneficio propio. La generosidad ejercida desde el poder, por interés general o por razón de Estado, acaba poniendo de su parte al adversario, so pena de hacerlo pasar por desleal a la causa común. En cambio, la desmedida agresividad del gobernante con la oposición es propia de un líder inseguro.

No hay signos inequívocos de cambio en la pauta de semejante comportamiento. Me temo que, aún con el explosivo caso Ghali adosado a la cintura de Sánchez, asistiremos a una segunda entrega en la interpelación urgente del PP sobre el “estado de nuestra política exterior”, que se debatirá en la sesión de control de esta semana, después de 15 preguntas orales a Sánchez y sus ministros sobre temas de actualidad.

La falta de empatía entre Pedro y Pablo es una seria avería del sistema. Su tendencia a salir por peteneras ante una ciudadanía con sed de centralidad está siendo denunciada por las voces más sensatas. En esa clave suena la del presidente gallego, Núñez Feijóo (PP), y volverá a sonar la del expresidente del Gobierno Felipe González (PSOE), convocado a 'El Hormiguero' del miércoles por la noche.

La petenera es un canto triste y de mal fario. También nos remite a quienes no se dan por aludidos respecto a lo que dice el otro en una conversación: “Salirse por peteneras”. Ambas acepciones van bien a las broncas continuas entre el presidente del Gobierno y el principal líder de la oposición.

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