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Plaza de Colón: foto de la derecha rota
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Antonio Casado

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Plaza de Colón: foto de la derecha rota

La protesta se triplicó ante Génova (Casado), Biblioteca Nacional (Arrimadas) y Colón (Abascal). Una carrera de sacos por la primacía del patriotismo, pero sin rozarse

Foto: José Luis Martínez-Almeida, Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso. (EFE)
José Luis Martínez-Almeida, Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso. (EFE)

La España de los indultos (Cebrián 'dixit') produce monstruos en los sueños de la razón. Solo me quedaré con la lógica aplastante del escritor Andrés Trapiello en la manifestación rojigualda del domingo: "Nadie es un facha por decir lo mismo que decía el presidente del Gobierno hace unos meses".

Casi todo lo demás es un puro despropósito, empezando por la absurda guerra de cifras entre los 25.000 de la policía (nacional), que depende del ministro Marlaska, y los 125.000 de la policía (municipal), que depende del alcalde Almeida. Al menos uno de los dos nos toma por idiotas y tortura el innegociable lenguaje de los números.

Ya metidos en el aquí y ahora, topamos con la razón averiada del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuando confunde magnanimidad con claudicación. La de Díaz Ayuso al atribuir de forma temeraria al Rey la libertad de sancionar o no una decisión del Gobierno. La de la vicepresidenta Carmen Calvo cuando copia del independentismo la aberrante tendencia a confundir su voluntad con la de Cataluña. O la de Rosa Díez, primera firmante de la convocatoria de la manifestación del domingo (Unión 78), que aprovechó el nuevo generador eléctrico del acto para hablar en nombre de “la gente de bien”.

Foto: Manifestación contra los indultos en Colón. (Reuters)

Mucho que matizar sobre el problema político de los indultos, marcado por la división reinante en la parte convexa y en la parte cóncava del mismo. Me explico:

La manifestación de la plaza de Colón se queda en intento fallido de escenificar públicamente el rechazo de la parte ofendida del 'procés'. Hay malversación del estado de ánimo de una opinión pública desazonada. Y la culpa es del torpe empeño de poner etiquetas partidistas a un malestar civil que desborda la frontera derecha-izquierda. En el PP lo vieron venir, pero con retraso, cuando ya era muy difícil la marcha atrás.

La imagen de la masiva protesta acabó políticamente triplicada ante el número 13 de la calle Génova (Casado), la Biblioteca Nacional (Arrimadas) y la mismísima plaza de Colón (Abascal). Fue la foto de una derecha rota en una carrera de sacos por la primacía del patriotismo, pero sin rozarse. Pasto fresco para la voracidad de tertulianos y finos analistas. Y reservorio argumental a disposición de Moncloa y su doctrina sobre los indultos como principio del fin del llamado conflicto catalán.

No es que la izquierda nacional y el bloque independentista vayan sobrados de cohesión interna. En el PSOE, recurren a las consignas de Moncloa para defender la filantropía de Sánchez casi con las mismas palabras, mientras Podemos ensancha la mayoría 'autodeterminista' soñada por Junqueras. Y en la alianza secesionista tienen vida propia las tesis de ERC, que acusa de “independentismo mágico” a JxCAT; las de JxCAT, que acusa de “pactismo mágico” a ERC, y las de la CUP, abducida por la subversión del Estado.

La manifestación le da a Sánchez para reafirmarse en los indultos sin convocar una manifestación que los apoye. Apuesto a que no lo hará

Todo eso es verdad, pero esta manifestación le da a Sánchez para reafirmarse en la ya inminente concesión de los indultos sin necesidad de convocar una manifestación que los apoye (doble contra sencillo a que no lo hará). Los excesos de la derecha unen mucho a la izquierda, y en Génova, sede central del PP, sabían que lo de Colón aliviaría las tensiones acumuladas dentro de las filas socialistas por el asunto de los indultos.

En la contraparte de Sánchez, la del presidente de la Generalitat, que está en el bando agraviante y no agraviado, Pere Aragonès ya tiene motivos suplementarios para apostar por Cataluña como unidad de destino en lo universal, “aunque rabien el fascismo y la derecha rancia”.

La España de los indultos (Cebrián 'dixit') produce monstruos en los sueños de la razón. Solo me quedaré con la lógica aplastante del escritor Andrés Trapiello en la manifestación rojigualda del domingo: "Nadie es un facha por decir lo mismo que decía el presidente del Gobierno hace unos meses".

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