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Ganarles en las urnas (doctrina Rubalcaba)
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Antonio Casado

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Ganarles en las urnas (doctrina Rubalcaba)

La sociedad catalana no puede ser indiferente a la ecuación de Sánchez (concordia-respeto-afecto) en su intención de “restituir la convivencia”

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)

Se lo oí cientos de veces al añorado Alfredo Pérez Rubalcaba: “Ganarles en las urnas”. Según él, era la única forma de frenar a los independentistas.

No se trata de hacerles cambiar de ideas. Se trata de que sean cada vez menos en los recuentos electorales, pues entre representantes y representados hay espacios sensibles a la persuasión del competidor. Los que se trabaja Pedro Sánchez en Cataluña, a riesgo de resultar contraproducente en el resto del territorio nacional.

Las urnas hablarán a su debido tiempo. De momento, se reparten cartas con la concesión de los indultos a los nueve condenados del 'procés' por motivos de utilidad pública, en nombre de los valores constitucionales y el espíritu de la Transición.

El resultado lo veremos en la meta volante de 2023. La pactada cuestión de confianza de Pere Aragonès nos dejará ver si funciona la mano tendida o se consolida esa claudicación del Estado que coinciden en pregonar tanto el PP como los dirigentes independentistas. Por distintas razones, ambos hablan de un Estado débil y encogido.

El resultado de los indultos se verá en 2023 (cuestión de confianza de Aragonès). ¿Funcionó la mano tendida o hubo rendición del Estado?

En un esfuerzo por superar el claustrofóbico pensamiento de quienes solo ven un semillero de desgracias en la concesión de los indultos, me acojo a la doctrina Rubalcaba (dos años ya, Alfredo, y nos dice Felipe González que no piensa borrar tus mensajes ni tu número de teléfono) sobre el más deseable de los desenlaces para el llamado conflicto catalán: la creciente desafección del votante secesionista.

El achique del espacio electoral representado por los secesionistas en el conjunto de la sociedad catalana es una hipótesis de escasa circulación. Desde el bando adscrito al beneficio de la duda ante la apuesta de Moncloa, me permito poner dicha hipótesis sobre la mesa como una salida viable al enfrentamiento. Se deslizó en el sermón del Liceo, orientado a conectar con el 'seny' excluido en los dos extremos que tiran de la soga. Y me niego a pensar que la sociedad catalana es indiferente a los términos de la ecuación manejada por Pedro Sánchez (concordia-respeto-afecto) en su declarada intención de “restituir la convivencia”.

Foto: El 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)

El hueco dejado por la Generalitat en el Gran Teatro del Liceo pueden acabar llenándolo miles de votantes sensibles al salmo de la concordia. Pudiera ser que la displicencia de Aragonès y sus consejeros (“Es la hora del referéndum”, dice el 'president') produzca un efecto contrario a las intenciones de Junqueras de ensanchar la mayoría autodeterminista.

Los votantes del separatismo no son tan cerriles como para seguir dándose de cabezazos contra el muro de la legalidad y el Estado de derecho

Quiero pensar (se llama voluntarismo, sí, ¿qué pasa?) en una Cataluña mayoritariamente sensible al grito de la reconciliación. La paciencia de los catalanes también tiene un límite después de nueve años de desgobierno y fractura social.

Ni los votantes del fragmentado bloque independentista son tan cerriles como para seguir dándose de cabezazos contra el muro de la legalidad y el derecho del Estado a la legítima defensa frente a quienes quieren reventarlo. Si entre ellos cala el mensaje de la concordia, más pronto que tarde acabarán proyectando su hartazgo en las urnas, una vez asumido que “no hay caminos fuera de la ley”, según les ha vuelto a recordar el presidente del Gobierno.

No todos guardan un lanzallamas en el trastero. Y no todos dan por bien empleados los males que aquejan a Cataluña desde que Artur Mas decidió huir hacia adelante nueve años atrás.

Se lo oí cientos de veces al añorado Alfredo Pérez Rubalcaba: “Ganarles en las urnas”. Según él, era la única forma de frenar a los independentistas.

Pedro Sánchez Indulto
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