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¿Qué será de los palmeros cuando se calme el volcán?
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Antonio Casado

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¿Qué será de los palmeros cuando se calme el volcán?

La asistencia psicológica no da para vencer el miedo a la pobreza y el desarraigo de quienes han perdido todo en el avance de las nueve lenguas de lava

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Todos somos vulcanólogos, como antes fuimos virólogos y, eso siempre, entrenadores de futbol cosidos a la barra de un bar. Pero los palmeros que han dejado llorando sus hogares no están en eso. A duras penas la asistencia psicológica les da para vencer el miedo a la pobreza y el desarraigo. Quienes han perdido todo en el avance de las nueve lenguas de lava solo piensan en lo que será de ellos cuando el volcán se calme y deje de ser un monocultivo informativo en la escaleta de los telediarios.

A estas horas las casi 6000 personas desalojadas de sus viviendas no salen de dudas tras las declaraciones de Pedro Sánchez sobre el terreno antes de volar a Nueva York. Confían en su palabra de que “nadie se quedará atrás” en el arropamiento del Gobierno, pero antes procede una rigurosa evaluación de daños. Se habla de 500 millones de euros, aunque es demasiado pronto para precisar. Por desgracia, la devastación no ha terminado.

Las personas desalojadas de sus casas confían en la palabra de Sánchez de que “nadie se quedará atrás” en el arropamiento del Gobierno

Aparte de informar sobre la buena voluntad de los bancos para poner viviendas vacías a disposición de los afectados, tampoco el Consejo de Ministros de ayer aportó novedades, y eso que estuvo presidido por la vicepresidenta Calviño, máxima responsable del Consorcio de Compensación de Seguros, al que se alude como una de las palancas oficiales de los compromisos contraídos por el presidente del Gobierno en su visita a La Palma.

Hablamos de un organismo público adscrito al Ministerio de Economía e inspirado en el principio de subsidiaridad. El Estado llegará donde no llegan las compañías de seguros que desatienden daños causados en catástrofes naturales (erupciones volcánicas, huracanes, terremotos, caída de aerolitos, ciclones…) y otros “riesgos extraordinarios”. De momento las Administraciones (central y autonómica, básicamente, con acceso a un posible fondo de solidaridad de la UE) se remiten a una futura evaluación de los daños antes de proceder a las prometidas indemnizaciones y ayudas públicas.

El Consorcio de Compensación se inspira en el principio de subsidiaridad. El Estado llegará donde no llegan las compañías de seguros

Parece razonable la posición del Gobierno. No se le puede reprochar desidia en el seguimiento del siniestro. A diferencia de lo ocurrido con Filomena en el orden natural, la pandemia en el sanitario y la marcha neonazi de Chueca en el orden del día de la delegación regional del Gobierno, esta vez sí funcionaron las medidas preventivas del poder público debidamente asesorado por expertos. Esperemos que funcione igual la prometida ayuda material a los afectados por la erupción de Cumbre Vieja (tierras, vehículos, viviendas, etc.).

Entretanto, a los damnificados les duelen los atascos de coches que se acercan al perímetro de seguridad para hacerse fotos como les dolió la referencia de la ministra Reyes Maroto al “maravilloso espectáculo” que se estaba convirtiendo en un reclamo para los turistas. No fue fácil sobreponerse a la lectura de esas declaraciones como subtítulo de unas imágenes en las que la lava iba arrasando las modestas propiedades familiares de la buena gente de La Palma.

Sin embargo, puede que hayamos juzgado apresuradamente a la ministra, más allá de sus inoportunas palabras. Es evidente que fueron dichas a destiempo, pero el turismo de volcanes ya es un potente generador de interés turístico. Y aunque “ahora es el momento de estar con las víctimas del desastre”, como luego matizó Reyes Maroto, en los ferris y los vuelos a la isla se ha notado el creciente interés de estudiosos y turistas por sentir de cerca el hipnótico culebreo de las devastadoras lenguas de fuego.

Todos somos vulcanólogos, como antes fuimos virólogos y, eso siempre, entrenadores de futbol cosidos a la barra de un bar. Pero los palmeros que han dejado llorando sus hogares no están en eso. A duras penas la asistencia psicológica les da para vencer el miedo a la pobreza y el desarraigo. Quienes han perdido todo en el avance de las nueve lenguas de lava solo piensan en lo que será de ellos cuando el volcán se calme y deje de ser un monocultivo informativo en la escaleta de los telediarios.

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