Al Grano
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Cuba: el fin de la resignación
El miedo del pueblo cubano a la represión ha vuelto a frenar el hambre atrasada de libertades. Pero las señales apuntan hacia un declive del castrismo a cámara lenta
Una oposición sin recursos nada puede frente al blindaje militar y policial de la dictadura cubana. Las redes sociales, las rosas blancas y una ambigua complicidad internacional no dan para declarar el fin del castrismo. Pero sí el fin de la resignación, ya anticipado en las movilizaciones del 11 de julio. Estamos en una nueva oleada. Reprimida, pero visible.
La convocatoria de la prohibida Marcha Cívica por el Cambio, anunciada por tierra, mar y aire, tuvo menos efecto entre los disidentes que entre los seguidores del régimen. Sin pena ni gloria pasaron los actos alternativos, caceroladas, aplausos a una hora convenida y rutas concertadas por las redes sociales.
Después de más de 60 años de 'revolución', la juventud cubana ha aprendido que la libertad no es un lujo burgués
Por decirlo pronto: el miedo del pueblo cubano a la represión ha vuelto a frenar el hambre atrasada de libertades. Pero las señales apuntan hacia un declive del castrismo a cámara lenta. Viene marcado por el impulso de las nuevas generaciones.
Un tsunami de voluntades ante el que la comunidad internacional no puede desviar la mirada. Y España, la promotora de la famosa 'posición común' de la Unión Europea, menos que nadie, por las razones históricas, culturales, idiomáticas, económicas, etc. que nos atan al destino del pueblo cubano, no de sus actuales gobernantes.
Los nietos de la Revolución ya han aprendido que nada puede sobreponerse a la dignidad del individuo. Ni patria, ni Estado, ni Iglesia ni proletariado. Vayamos a un escritor y político cubano, considerado de culto por el castrismo, José Martí (1853-1895): “El hombre ama la libertad, aunque no sepa que la ama, y anda empujado de ella y huyendo donde no la haya”.
Después de más de 60 años de 'revolución', los jóvenes cubanos ya saben que la libertad no es un lujo burgués. Y no pararán hasta reconquistarla, aunque hoy por hoy los aparatos de seguridad del régimen son más fuertes. Sin embargo, la masiva movilización de recursos oficiales contra los amagos de llevar a la calle el malestar de la sociedad se ha convertido en el más evidente signo de debilidad de un régimen llamado a la desaparición a cámara lenta.
La masiva movilización de recursos oficiales para reprimir el malestar es un signo de debilidad de la dictadura castrista
¿Cómo explicar que los poderosos aparatos del régimen castrista se sienten amenazados por un activista que agita una flor blanca desde el confinamiento policial en su propio domicilio? Un joven llamado Yunior García, dirigente del movimiento Archipiélago.
Tampoco piden nada del otro mundo quienes se rebelan contra la pobreza y el sometimiento. Lo que piden pacíficamente es el mínimo denominador común de una sociedad civilizada: libertad, paz, pan, respeto a los derechos humanos, libertad de los presos políticos y fin de la represión.
Si ese agitadísimo mar de fondo se diera en cualquier otro territorio, habría que decir que estamos en vísperas de una guerra civil. No llegaremos a eso, porque en Cuba el malestar es inesperadamente pacífico, a pesar de las provocaciones de los policías vestidos de civiles y las falanges castristas conjuradas en la caza del disidente.
Una oposición sin recursos nada puede frente al blindaje militar y policial de la dictadura cubana. Las redes sociales, las rosas blancas y una ambigua complicidad internacional no dan para declarar el fin del castrismo. Pero sí el fin de la resignación, ya anticipado en las movilizaciones del 11 de julio. Estamos en una nueva oleada. Reprimida, pero visible.
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