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Si Felipe VI se presentara a las elecciones
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Antonio Casado

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Si Felipe VI se presentara a las elecciones

Nunca los valores inherentes al gobierno de una república, desde Platón a Philip Pettit, estuvieron tan bien servidos como lo están ahora en la vigente monarquía parlamentaria de España

Foto: Felipe VI, en su octavo mensaje de Nochebuena. (EFE/Ballesteros)
Felipe VI, en su octavo mensaje de Nochebuena. (EFE/Ballesteros)

Me lanzo a escribir esta columna de posmensaje navideño del Rey por compartir con mis lectores (con la mayoría, estoy seguro) una verdad de fácil verificación: hay dirigentes de confesada fe republicana que se comportan como monarcas absolutos y monarcas constitucionales que actúan en absoluta y reiterada adhesión a los valores republicanos.

A saber: democracia, libertad, pluralismo, justicia, soberanía nacional, Estado de derecho, igualdad ante la ley, división de poderes, solidaridad con los más vulnerables, etc. Nunca los valores civiles inherentes al gobierno de una república, bien descritos desde Platón a Philip Pettit, estuvieron tan bien servidos en la zurrada historia de España como lo están ahora en su forma de monarquía parlamentaria, siendo su fondo el “Estado social y democrático de derecho”. Y nunca el discurso institucional del titular de la jefatura del Estado a título de rey fue tan conveniente como antídoto de pulsiones desestabilizadoras.

Es la diferente relación de los partidos políticos con todos y cada uno de esos valores lo que da lugar al pluralismo como condición necesaria de un régimen democrático. Así, el revolucionario especulativo y el independentista malhumorado están en su derecho de cargar contra el reciente mensaje real.

Hay dirigentes republicanos que se comportan como monarcas absolutos y monarcas que actúan en absoluta adhesión a valores republicanos

Quienes lo califican de “vacío” es, simplemente, porque Felipe VI, mecachis, se niega a proclamarse republicano y presentarse a las listas de Podemos, junto a Echenique. O en las de ERC, junto a Aragonès y Rufián. Entonces no sería Rey. Y quienes le acusan de no ser “autocrítico” es que quieren que se haga el haraquiri en la plaza pública porque creen que no fue bastante lo de condenar la conducta poco ejemplar del padre, alejarlo de España y retirarle la asignación oficial.

En una democracia coronada, el Rey no puede desbordar su función representativa y moderadora del entramado institucional. Por ejemplo, apoyando o denigrando a uno o más componentes del pluralismo, salvo casos de flagrantes desafíos al Estado de derecho no canalizados por los cauces habituales en la defensa de cualquier objetivo político, por revolucionario que pueda ser (véase el discurso de Felipe VI del 3 de octubre de 2017 sobre la intentona segregacionista en Cataluña).

Es una forma de recordar que al Rey no se le ha perdido nada en las urnas. Su excelente 'programa' es el único que no se puede presentar a unas elecciones. Si lo hiciera, tendría una mayoría absoluta solo con la mitad de los ocho millones de españoles que siguieron el mensaje por televisión. Y perdón por el oxímoron de un rey pasado por las urnas, como el genio asintomático de Iglesias Turrión le suele pedir.

Quienes acusan a Felipe VI de no ser "autocrítico" creen que no fue suficiente condenar al padre, alejarlo de España y retirarle la asignación

Pero también es una forma de decir que los programas de partido deberían empaparse de su reciente mensaje de Nochebuena. Por lo que se propone, no por quién lo propone: europeísmo, progresismo matizado por la aversión a los saltos en el vacío, reafirmación en las ideas propias con respeto a las ajenas, subordinación consciente a los intereses generales, elogio del consenso entre diferentes, capacidad de adaptarse a los cambios sociales, ejemplaridad de comportamiento en la vida pública.

Y mientras la voluntad mayoritaria de los españoles no decida hacer mudanza, “defensa del espíritu de la Constitución que nos convoca a una convivencia serena y en libertad”.

Amén.

Me lanzo a escribir esta columna de posmensaje navideño del Rey por compartir con mis lectores (con la mayoría, estoy seguro) una verdad de fácil verificación: hay dirigentes de confesada fe republicana que se comportan como monarcas absolutos y monarcas constitucionales que actúan en absoluta y reiterada adhesión a los valores republicanos.

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