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No se frena la reforma laboral ni se rompe el bloque de investidura
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No se frena la reforma laboral ni se rompe el bloque de investidura

La ecuación Frankenstein está blindada por la 'alerta antifascista'" (PSOE en Moncloa como mal menor) y los votos de ERC y Bildu son prescindibles en la vigente orografía parlamentaria

Foto: Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz, en el Congreso. (EFE/Javier Lizón)
Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz, en el Congreso. (EFE/Javier Lizón)

No sería el firmante de esta columna quien lamentara una ruptura de la ecuación Frankenstein por el frenazo político de los aliados independentistas de Sánchez (ERC, PNV y Bildu, básicamente) a la reforma laboral pactada por Gobierno, patronal y sindicatos. Pero eso no va a ocurrir. Ni lo uno ni lo otro.

El bloque de investidura está blindado por la 'alerta antifascista' (PSOE en Moncloa como mal menor) y la convalidación del decreto saldrá adelante este jueves con o sin los votos de los amigos nacionalistas del Gobierno. Son prescindibles en la vigente orografía parlamentaria.

La aritmética ofrece alternativas ante un posible fracaso de la vicepresidenta, Yolanda Díaz, en sus esfuerzos por convencer a ERC y Bildu de que al menos se abstengan. Esa es una. Otra es la vía Bolaños: la captación de los votos afirmativos de Ciudadanos sumados a grupos menores no alérgicos a una reforma pactada por los agentes sociales.

El jueves se vota en el Congreso la nueva regulación del mercado de trabajo, una herramienta clave en la recuperación económica

Mucho más remoto, por no decir imposible, es el apoyo o la abstención del PP. Por sentido de Estado, como le pide Moncloa, y menos en vísperas de unas elecciones regionales (Castilla y León) planteadas por Pablo Casado como un segundo peldaño de su escalera hacia el poder (el primero fue Madrid, el tercero sería Andalucía, cuyas elecciones se convocarán muy probablemente para el 12 o el 19 de junio).

Lo cual no ha impedido que, a modo de provocación, Andoni Ortuzar, presidente del PNV, diga que si estuviera en su mano habría aconsejado a Casado que se abstuviera en la votación del jueves. “Aunque eso sea tirar piedras contra mi propio tejado”, añade el líder de un partido instalado en el no (seis escaños) por la no 'euskaldunización' de los convenios colectivos, en demanda coincidente con Bildu, su gran competidor político.

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Este es el panorama en vísperas de poner a disposición de la sociedad una herramienta clave en la recuperación económica del país. Incluso en la estabilidad política y social. Llega blindada por un acuerdo muy trabajado entre los reales artífices del crecimiento y la creación de empleo. Con cesiones por ambas partes y con la complicidad reguladora del Gobierno. Algo que no ocurría desde hace 15 años (reforma pactada de 2006). O sea, todo a favor para su consolidación en el BOE.

Sin la conformidad de los sindicatos, ya iríamos camino de una huelga general (ya ocurrió con las reformas PP 2002, PSOE 2010 y PP 2012). Y sin la conformidad de la patronal, se resentiría la inversión productiva. En los dos casos, se resentirían el empleo y la competitividad. Haber conseguido que flexibilidad y creación de empleo sean términos avenidos (o sea, pactados) será básico para activar la contratación, achicar la economía sumergida y aportar estabilidad al sistema productivo.

Desde las cavernas del PP se murmura contra Garamendi por "dar oxígeno al Gobierno" o "estar a las órdenes de Yolanda Díaz"

¿Cómo aplicar una regulación del mercado de trabajo con los sindicatos o con la patronal en contra? ¿Eso quieren PP, ERC, Bildu y PNV, con sobrevenidas propuestas modificadoras del acuerdo alcanzado por el Gobierno con la CEOE y las centrales sindicales?

Objetar ahora el pacto, proponiendo la inclusión de elementos que lo romperían (una 'coma' podría reventarlo) sería apostar por el caos y la inestabilidad. Sin embargo, una parte del estamento político (no el empresarial, no el sindical), incluido el partido que aspira a gobernar (PP), lo hace peligrar de forma irresponsable, aunque, como digo, con muy escasas posibilidades de tumbarlo en la votación del jueves en el Congreso.

¿Qué pretenden quienes desde las cavernas del PP murmuran contra Garamendi acusándole de dar oxígeno al Gobierno o estar a las órdenes de Yolanda Díaz? ¿O quienes, en su presunta defensa del llamado bloque de investidura, le anuncian los siete males a Sánchez si osa recabar los nueve votos de Ciudadanos?

No sería el firmante de esta columna quien lamentara una ruptura de la ecuación Frankenstein por el frenazo político de los aliados independentistas de Sánchez (ERC, PNV y Bildu, básicamente) a la reforma laboral pactada por Gobierno, patronal y sindicatos. Pero eso no va a ocurrir. Ni lo uno ni lo otro.

Reforma laboral PSOE Partido Popular (PP) CEOE
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