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Reaparece en el PP el síndrome del suicida patoso
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Reaparece en el PP el síndrome del suicida patoso

Ahora ya saben Casado y Ayuso que la postura del cuerpo para el abrazo es la misma que para la puñalada

Foto: El secretario general del PP, Teodoro García Egea. (EFE/Javier Lizón)
El secretario general del PP, Teodoro García Egea. (EFE/Javier Lizón)
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Cuenta el benedictino Prudencio de Sandoval que, en vísperas de la batalla de Villalar (1521), un caballero de las tropas reales dirigió una carta a otro del ejército comunero, advirtiéndole de que, a partir de ese momento, “ya no hay sino apretar los puños, porque el que caiga debajo ha de quedar por traidor”.

En la guerra fratricida del PP, Pablo Casado y Díaz Ayuso buscan la eliminación política del otro. La pugna solo terminará con la caída de uno de ellos. El derrotado, o la derrotada, será el traidor, o la traidora. Y ahora ya saben ambos que la postura del cuerpo para el abrazo es la misma que para la puñalada. Es el principio inspirador de tan insensata pelea.

La primera víctima ha sido Ángel Carromero, coordinador general de la Alcaldía de Madrid. Como en las películas del oeste, el primero en caer es un personaje secundario de obediencia servil a algún primer actor de la trama. Un fusible de fácil reposición. Lo importante es saber para quién trabajaba cuando puso en marcha una operación de espionaje a Díaz Ayuso (si no lo hizo, ¿por qué ha dimitido?). Las sospechas señalan a García Egea, número dos del PP, cuya misión en la vida parece ser impedir que aquella logre también el liderazgo regional del partido.

Como en las películas del oeste, el primero en caer, Carromero, es un personaje secundario de obediencia servil a algún primer actor

En medio de un escandaloso alistamiento de los medios en uno u otro bando (eso sí que pide a gritos un proceso indagatorio, pero, lo siento, nosotros somos Confi), la presidenta madrileña acusa a Génova de espiar a su familia, mientras que Génova acusa a la presidenta de falta de ejemplaridad.

El pretexto es lo de menos. Una supuesta mordida en favor de un hermano de Díaz Ayuso por cuenta de una compra de mascarillas de la CAM al principio de la pandemia. Ella no solo lo niega. Sostiene, además, que de la participación de su hermano en esa compra se enteró por el propio Pablo Casado.

Si eso es verdad, el acceso a esos datos no habría sido casual ni, por supuesto, inocente. Aun así, el asunto debió acabar en la Fiscalía si Génova creyó detectar alguna sombra delictiva. Según la dirección nacional del PP, no había pruebas suficientes. O sea, le faltaron pruebas para denunciar a Díaz Ayuso, pero le sobraron para acorralarla políticamente.

Al PP nacional le faltaron pruebas para denunciar a Díaz Ayuso a la Fiscalía, pero le sobraron para acorralarla políticamente

La lógica interna de un partido político nos remite al principio clásico de que los trapos sucios se tratan en casa. Siempre lo hizo así el PP. Ahora, no. En vez de solventar en distancia corta la sospecha de un posible caso de tráfico de influencias, las dos partes han preferido llevarla a la plaza pública con daños colaterales por ambas partes.

Así es como ha reaparecido el síndrome del suicida patoso en el PP. Nunca se ha visto que la dirección de una empresa quiera expulsar a la empleada que más aporta a la cuenta de resultados. El dato es incontestable: Ayuso encabeza el historial de dirigentes con más capacidad de facturación en las urnas. ¿Cómo explicar el acoso que sufre por parte de los máximos responsables de la empresa? ¿Y cómo explicar que el acoso se retransmita en directo por los medios de comunicación?

Son algunas de las preguntas de la militancia perpleja del partido llamado a gobernar España antes o después. Pero, si no moviliza pronto sus reservas de sentido común (véase barones Feijóo, Moreno y Fernández Mañueco, básicamente), se resentirá su condición de alternativa de poder “a este pésimo Gobierno” (Núñez Feijóo 'dixit'). Entonces, sus dirigentes llorarán sobre los escombros del PP, por lo que pudo ser y no fue por una patológica tendencia autodestructiva.

Nunca se ha visto que la dirección de una empresa quiera expulsar a la empleada que más aporta a la cuenta de resultados

Y, en ese momento, dejarán de ser relevantes todas y cada una de las causas de la guerra fratricida que hoy por hoy circulan por los circuitos políticos y mediáticos de una vida pública cada vez más banalizada. Por ejemplo, el común empeño de los de Génova y los de la Puerta del Sol en dirimir sus diferencias a través de los medios y no puertas adentro.

Ni pizca de grandeza en esta guerra absurda. Demasiado juego sucio en un pleito de familia envenenado por personajes de muy bajo nivel. Así lo ha visto hasta el mismísimo expresidente del Gobierno, José María Aznar, un histórico del partido: “La guerra de Ucrania es más limpia que la del PP”.

Cuenta el benedictino Prudencio de Sandoval que, en vísperas de la batalla de Villalar (1521), un caballero de las tropas reales dirigió una carta a otro del ejército comunero, advirtiéndole de que, a partir de ese momento, “ya no hay sino apretar los puños, porque el que caiga debajo ha de quedar por traidor”.

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