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Juan Carlos de Borbón, ese juguete roto
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Antonio Casado

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Juan Carlos de Borbón, ese juguete roto

La mejor decisión del emérito sería quedarse donde está. Por el bien de España, la Monarquía y el suyo propio

Foto: El rey emérito Juan Carlos I en 2018. (Getty)
El rey emérito Juan Carlos I en 2018. (Getty)
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El rey emérito no se sentará en el banquillo. Pero eso no significa que sea inocente de los reproches penales que pesaban sobre él. De ellos le eximen las formalidades de la ley (inviolabilidad, prescripción, regularizaciones). De lo que nadie puede librarle es de los reproches éticos. Esos ya le han convertido en un juguete roto ante la opinión pública.

Don Juan Carlos de Borbón tiene reservada una página brillante en la historia de España (apadrinamiento de la transición de la dictadura a la democracia). Aunque ya nadie puede borrar eso, su imagen personal está definitivamente arruinada a los ojos de la ciudadanía. Los hechos constitutivos de la injustificable conducta privada de quien fuera jefe de Estado entre 1975 y 2014 están perfectamente descritos en los decretos conocidos el miércoles pasado, por los que se archivan los tres procedimientos indagatorios abiertos por la Fiscalía del Tribunal Supremo.

Un eventual retorno inmediato se relacionaría con el archivo de las actuaciones de la Fiscalía, dirigida por una exministra de Sánchez

Ya sabemos por el propio relato de la Fiscalía que el llamado Rey emérito aprovechó su privilegiada situación para enriquecerse. Un golpe al prestigio de la institución monárquica, una mancha negra en el historial de la democracia española y una injustificable falta de respeto a los ciudadanos.

Con esos antecedentes, lo mejor es que de momento siga donde está. Por el bien de la Monarquía, por el bien de su país y por el suyo propio. Es la mejor decisión que puede tomar. Espero que la tome, después de hablar con sus allegados más razonables (de todo hay en su entorno). Sin esperar a que otros la tomen por él. Y sin volver a caer en la tentación de endosarla al Gobierno o a la Casa del Rey, a los que suele culpar de los problemas que solo él se ha buscado.

Un eventual retorno inmediato se relacionaría inevitablemente con el archivo de las actuaciones de la Fiscalía, hoy por hoy dirigida por una exministra del Gobierno de Pedro Sánchez. Peor aún, alimentaría la sospecha de que su estancia en Abu Dabi habría sido una operación elusiva de la acción judicial llegado el caso. Solo nos faltaba eso.

El emérito estaría pensando en retornos ocasionales. No con carácter inmediato y ya se vería si en residencias públicas o privadas

Si el emérito aún no está totalmente divorciado de la realidad creyendo que no ha hecho nada malo, si llega a entender el daño que ha hecho a instituciones que están por encima de él y la decepción de los españoles por su poco ejemplar comportamiento, entenderá también que no ha llegado el momento de su retorno definitivo. En todo caso, el ocasional.

O sea, retornos de ida y vuelta. Estancias temporales. No con carácter inmediato y ya se vería si en residencias públicas o privadas. Sí me consta que el Gobierno se opondría a su alojamiento en Zarzuela e incluso en cualquier otro edificio del Estado.

En caso de retorno, aún de estancias temporales, el Gobierno se opondría a su alojamiento en Zarzuela o cualquier otro edificio del Estado

Los españoles lo ven como el amigo que les engañó, como la persona a la que nunca le comprarías un coche. Y eso no lo arregla su alejamiento del banquillo. Ni una contrición de palabras enlatadas en modo Botsuana. Si acaso lo puede ir suavizando el paso del tiempo.

Solo a largo plazo deberíamos contemplar un retorno definitivo de don Juan Carlos a su país. De él depende, aunque no faltarán voces empeñadas en volver a presentarle como una víctima de los poderes oficiales.

El rey emérito no se sentará en el banquillo. Pero eso no significa que sea inocente de los reproches penales que pesaban sobre él. De ellos le eximen las formalidades de la ley (inviolabilidad, prescripción, regularizaciones). De lo que nadie puede librarle es de los reproches éticos. Esos ya le han convertido en un juguete roto ante la opinión pública.

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