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Pegasus: la política por otros medios
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Antonio Casado

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Pegasus: la política por otros medios

No se exigen dimisiones por innegociable adhesión a los derechos fundamentales, sino por golpear al adversario

Foto: Ione Belarra y Gabriel Rufián. (EFE/Fernando Alvarado)
Ione Belarra y Gabriel Rufián. (EFE/Fernando Alvarado)
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Quienes siguen pidiendo responsabilidades políticas por la presunta implicación del Gobierno en el espionaje a dirigentes independentistas están mucho más interesados en cortar cabezas que en defender a toda costa el secreto de las comunicaciones, reconocido en la Constitución del régimen del 78.

No lo hacen por innegociable adhesión a los grandes principios de una democracia sana, sino por golpear al adversario. No confían en la declarada disposición de Moncloa a aclarar lo ocurrido ni les interesa esperar las explicaciones parlamentarias de la ministra de Defensa, Margarita Robles (hoy, miércoles, en el pleno), la directora del CNI, Paz Esteban (mañana, jueves, en comisión de secretos oficiales), o la del propio presidente del Gobierno (todavía sin fecha).

La práctica perversa del espionaje con autorización judicial o sin ella, que rufianes y belarras consideran antidemocrática, en cualquier caso, les motiva menos que las dimisiones reclamadas. Se entiende, pues lo que hay detrás de su rasgado de vestiduras en nombre de los derechos fundamentales es la lucha por el poder. Con sus miserias, sus mezquindades, su reflejo diario, recurrente, habitual, en los medios de comunicación, donde el espionaje aparece como una herramienta más en el reino de la especulación. En plan 'spanish game of thrones', o sea.

Barra libre para procesar las intenciones ajenas. La nube tóxica que nos envuelve y da para todo. A los 'indepes', para atacar al Estado, que es lo suyo. Al Gobierno, para retener a los 'indepes' en el bloque de investidura, que es lo de Pedro Sánchez y su pensamiento oportunista.

Los 'indepes' atacan al Estado. Es lo suyo. Y Moncloa quiere retener a los 'indepes' en el bloque de poder. Es lo de Sánchez

De ahí su prisa por ponerse al lado de los espiados y dejar sin relato a rufianes y belarras, que habían encontrado la postura en el papel de vírgenes ofendidas. Por eso se resisten a la maniobra y forzaron ayer la negativa del PSOE (apoyado en este caso por PP, Ciudadanos y Vox, ay) a que el Congreso investigue el caso fuera de la comisión de secretos oficiales.

Respecto a la verdad verdadera, entera y verificable del asunto, que se ha hecho viscoso, especulativo, conjetural, confinado en un laberinto de variables, se suceden los palos de ciego.

Los del Gobierno incluso han sido bautizado como “cortinas de humopor los independentistas. El humo impide la visión. La oscuridad es propia de lo secreto. Ahí se mueven los cazadores furtivos en el papel de verdugos, o inesperadamente en el de víctimas. Siempre a conveniencia de terceros.

Además, caldo de cultivo de avispados tertulianos y finos analistas en el uso desmadrado del tiempo condicional. Lo que nos faltaba. Y, en fin, un modo de agitar la política nacional por cuenta del cínico “¡qué escándalo, aquí se espía!”, que nos recuerda al famoso comisario de 'Casablanca'.

La política se agita por cuenta del cínico "¡qué escándalo, aquí se espía!", que nos recuerda al famoso comisario de 'Casablanca'

Me pregunto por la incidencia real del espionaje en las decisiones del poder público, tan a menudo presentidas y cantadas antes de tiempo por los medios de comunicación.

Por salud mental, propongo relativizar el culebrón, convencido de que en tiempos de diplomacia publica, prensa libre y tecnologías transfronterizas (¿quién garantiza que las técnicas de Pegasus u otras similares solo están al alcance de los Estados?), los datos conseguidos de esa forma, tanto en el papel de espia como en el de espiado, no creo que hayan condicionado realmente el rumbo político del Gobierno de Sánchez.

Quienes siguen pidiendo responsabilidades políticas por la presunta implicación del Gobierno en el espionaje a dirigentes independentistas están mucho más interesados en cortar cabezas que en defender a toda costa el secreto de las comunicaciones, reconocido en la Constitución del régimen del 78.

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