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La gesta del Real Madrid y su derivada política
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Antonio Casado

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La gesta del Real Madrid y su derivada política

Medio millón de madridistas en la calle suponen un yacimiento de poder a la espera de quien sepa capitalizarlo

Foto: Hinchas del Real Madrid, durante la celebración de la Champions. (Reuters/Marcelo del Pozo)
Hinchas del Real Madrid, durante la celebración de la Champions. (Reuters/Marcelo del Pozo)
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En comunión con un equipo "marcado por los ejercicios de supervivencia", como escribe nuestro Ulises Sánchez-Flor, casi medio millón de madridistas celebró la decimocuarta Copa de Europa. Ojo a la cifra. Suficiente para decidir el resultado de unas elecciones municipales, autonómicas o nacionales.

Lo hubieran hecho, hacia la izquierda o hacia la derecha, eso da igual, a cambio de quedarse con el impagable tsunami de felicidad desbordada con que cantaron el gol de Vinícius y la masiva acogida a sus héroes en la zona acotada entre la plaza de Cibeles y el fin de fiesta en el estadio Santiago Bernabéu.

Foto: Marcelo levanta el trofeo de la Champions tras ganar al Liverpool. (Reuters/Molly Darlington)

Oigo decir a un teólogo del periodismo deportivo: "El fenómeno va más allá de colores o simpatías". De acuerdo. Medio millón de madridistas guiados por la misma estrella (el escudo y los colores del equipo) como primer elemento de cohesión, por encima de cualquier otro (religioso, político, social, económico, corporativo), es un formidable yacimiento de poder político a la espera de quien sepa gestionarlo.

Fotos que valen su precio de oro. La idea ha debido pajarear tanto por la mente 'popular' de Díaz Ayuso y el alcalde Almeida, en sus respectivas recepciones, como por la mente socialista de la delegada del Gobierno, Mercedes González, que ayer braceaba por ser más madridista que nadie, mientras explicaba el operativo de seguridad dispuesto para que las celebraciones en la calle no se salieran de madre.

Tal y como se han puesto las cosas en la política nacional, el sentimiento de pertenencia al equipo de fútbol favorito puede acabar imponiéndose cuando haya que elegir al gobernante favorito. De hecho, esa tendencia ya se detecta entre los muchos seguidores del FC Barcelona que jalean al equipo de sus amores con la misma voz, la misma bandera y fe que una determinada preferencia política (Barça con 'estelada').

"El sentimiento de pertenencia a tu equipo favorito puede acabar imponiéndose a tu gobernante favorito a la hora de votar"

No son asunto de menor cuantía las implicaciones políticas de un bien arraigado sentimiento de pertenencia. Si el futbol hubiera llegado a España medio siglo antes, Jaime Balmes (1810-1848) hubiera incluido la adhesión a un determinado equipo en sus sesudas hipótesis de laboratorio sobre la democracia orgánica. O sea, a través de las entidades naturales y no de los partidos políticos.

Es lo que, pasado el tiempo, mientras se cocinaba a fuego lento el amargo plato de las dos Españas ("Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio…"), vino a llamarse 'democracia orgánica'.

De semejante artilugio, al que luego se acercarían —sin quedárselo, claro— figuras tan distantes como Salvador de Madariaga y Francisco Giner de los Ríos (Institución Libre de Enseñanza), echó mano el general Franco como pedestal ideológico de su régimen dictatorial (1939-1975).

"Si el futbol hubiera llegado medio siglo antes, Balmes hubiera incluido la adhesión a un club en sus estudios sobre la democracia orgánica"

Los de mi generación lo recordarán como un engendro concebido para sepultar el liberalismo individualista de Rousseau. Y así sonaba aquella cantinela franquista en las clases de Formación del Espíritu Nacional: "Familia, municipio y sindicato". Eran los cauces naturales de la representación política, pues reflejaban, mejor que ningún aparato organizativo —eso nos decían—, el innegociable sentido de pertenencia del individuo.

Pues bien, al régimen le faltaron reflejos para incluir al equipo de tus amores en la cantinela familia-municipio-sindicato. No lo hizo, pero actuó como si lo hubiera hecho, tan obsequioso como siempre fue con el FC Barcelona, al que Franco salvó de la quiebra en 1962, y con el Real Madrid de Santiago Bernabéu, que siempre fue tenido por el 'equipo del régimen'.

En comunión con un equipo "marcado por los ejercicios de supervivencia", como escribe nuestro Ulises Sánchez-Flor, casi medio millón de madridistas celebró la decimocuarta Copa de Europa. Ojo a la cifra. Suficiente para decidir el resultado de unas elecciones municipales, autonómicas o nacionales.

Santiago Bernabéu Real Madrid Vinicius Junior