Al Grano
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Nuevas caras del PSOE: pesos pesados en báscula del jefe
Cuesta detectar peso político en el sanedrín de Ferraz a sabiendas de que cinco de nueve son ministros de un Gobierno reprobado por los españoles
Hoy se reúnen los órganos de dirección del PSOE para ratificar unos nombramientos de los que se han enterado por la prensa. Ahí tenemos la pieza averiada que impide el buen funcionamiento de la máquina. Se llama "personalismo".
Junto a las amistades peligrosas y la esquizofrenia de un Gobierno roto, eso explica su perfil declinante en todas las encuestas. No la conjura de poderes oscuros contra el sanchismo. No la negativa del PP a arrimar el hombro. No "el ruido de la derecha". Y, a lo que vamos: no el socorrido mantra pregonado para justificar el cambio de caras en la maquinaria del PSOE: "Hacemos las cosas bien, pero las comunicamos mal".
La coartada no puede ser más superficial. Si a estas alturas de la película Sánchez cree que la causa de su caída en las encuestas es una mala política de comunicación, es que su divorcio de la realidad ya no responde al tratamiento.
Puede que, desde un PSOE pastoreado a las órdenes de Sánchez por la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, la ministra de Educación, Pilar Alegría, venda mejor que Felipe Sicilia las decisiones del Gobierno. Puede que el veterano Patxi López, expresidente del Congreso y 'exlehendakari', haga lo mismo desde el grupo parlamentario. No hay por qué dudarlo. Pero el problema no es la falta de relato, sino la falta de escuchantes.
Ahí radica el mal que viene arrastrando la oferta política que personaliza Pedro Sánchez. Se llama pérdida de credibilidad y bien que se ha puesto de manifiesto en las recientes medidas de la Moncloa para frenar los efectos de la inflación en las clases medias, trabajadores y colectivos vulnerables.
Es un ejemplo: castigar fiscalmente a los bancos y las grandes compañías energéticas mejoró el relato en las ingrávidas burbujas político-mediáticas y también de cara a sus aliados de la izquierda, pero el común de los votantes ha entendido que no tiene mérito disparar con pólvora de rey devolviendo a los españoles lo que ya habían pagado de más en impuestos por culpa de la inflación.
Lo demás es voluntarismo e incapacidad patológica para la autocrítica. Relacionar la entrada de caras nuevas con ánimo de remontada o acreditar el propósito de "ir a por todas" encargando tareas de partido a dos ministras y un expresidente del Congreso es como ir al desierto con cantimplora.
Sin embargo, la recuperación de "peso político" de cara a las elecciones territoriales de mayo es otra de las razones aducidas como explicación de los cambios que hoy se van a ratificar en el comité federal del PSOE. Se habla de "pesos pesados" y de "valores seguros". Eso solo se entiende si la referencia en báscula es el jefe.
A partir de ahí, saquen ustedes las conclusiones.
Pero cuesta reconocer el peso político de los nueve nombres que formarán a partir de ahora el sanedrín de Sánchez en Ferraz, a sabiendas de que cinco de los cuales (Montero, Bolaños, Alegría, Rodríguez e Iceta) son ministros de un Gobierno hoy por hoy reprobado por la opinión pública, según la unánime prospectiva de las encuestas electorales.
Hoy se reúnen los órganos de dirección del PSOE para ratificar unos nombramientos de los que se han enterado por la prensa. Ahí tenemos la pieza averiada que impide el buen funcionamiento de la máquina. Se llama "personalismo".