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Nubarrones en el 'skyline' de la monarquía británica
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Antonio Casado

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Nubarrones en el 'skyline' de la monarquía británica

Los unionistas han perdido a Isabel II. El independentismo podría reactivarse con Carlos y Camila en el palacio de Buckingham

Foto: Carlos III en su discurso a la nación. (Reuters/Yui Mok)
Carlos III en su discurso a la nación. (Reuters/Yui Mok)
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Sobre su fría, protocolaria e inexpresiva fotogenia, desmentida por quienes le atribuyen un cierto sentido del humor (Federico Trillo, exembajador en Londres), se labró Isabel II su muy celebrada neutralidad en un régimen de Monarquía Parlamentaria y Constitución no escrita como tal.

Está por ver si el sucesor, Carlos III, cuyas posiciones sobre asuntos públicos han bordeado el activismo, será capaz de seguir abrochando tradición y modernidad —así lo prometió ayer tarde, en su primer discurso a la nación—, al frente de una institución que permanece mientras todo cambia a su alrededor.

Foto: Imagen: Getty/Samir Hussein.
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Es uno de los nubarrones en el 'skyline' de la Corona y del país. De entrada, su cotización demoscópica está muy por debajo de la de su hijo Guillermo (el heredero, príncipe de Gales) y, por supuesto, la que tenía su madre (la reina muerta).

Mal presagio para los unionistas, que siempre utilizaron la figura de la reina Isabel como símbolo permanente de la integridad territorial del Estado plurinacional nominado Reino "Unido" (UK). Uno de los principales retos de Carlos, que ayer se dirigió por primera vez a sus súbditos ("Gracias, mamá") y hoy será proclamado rey.

Los unionistas han perdido la referencia de Isabel II. Y ahora el nuevo rey tendrá que hacer méritos frente al independentismo. En especial, el escocés y el irlandés, objetores del desmarque europeo de 2016 (referéndum Brexit), que podría a reactivarse si la institución monárquica se debilita con Carlos y Camila en el palacio de Buckingham.

Está por ver si el sucesor, Carlos III, será capaz de seguir abrochando tradición y modernidad

No solo en el mosaico interior. También en el exterior, si el nuevo rey no hace bien su trabajo, rondan las sombras negras. Algunos países que se han modernizado en el seno de la Commonwealth pueden sentir la tentación de quedarse con su esencia republicana y desprenderse del anacrónico mecanismo que les mantiene formalmente unidos a la Corona británica.

Eso afecta al papel del Reino Unido en el mundo, condicionado por el Brexit, la mal acogida entrada de Elizabeth Truss en el 10 de Downing Street (elegida por apenas el 0,3% del electorado) y la muerte de la reina, en medio de una crisis marcada por la inestabilidad política (4 primeros ministros en los últimos 6 años) y un malestar social (se aproxima un inverno de huelgas) que recuerda a los años setenta de Margaret Thatcher.

Expuestos que fueron estos apuntes sobre el futuro de la Monarquía británica, la unidad del país y el papel del Reino Unido en el mundo, se queda el columnista hablando solo ante las expresiones del duelo oficial en España. Las de Madrid (tres días de luto) y Andalucía (un día), como si el supuesto sentimiento de condolencia de madrileños y andaluces fuera mayor que el de riojanos, leoneses o castellanos, mientras que Unidas Podemos se enrabieta porque la escritora Almudena Grandes merece el luto oficial mucho más que "una monarca extranjera que poco tiene que ver con la región".

Luto oficial en Madrid y Andalucía, como si ahí la condolencia fuera mayor que en Castilla, La Rioja, Murcia o León

Más importa quedarse la moraleja de una persona distanciada de la política, educada para desempeñar un papel meramente representativo, como símbolo permanente entre lo que cambia golpe a golpe, minuto a minuto: la lucha por el poder en una democracia como la británica o la española.

Si en una Monarquía Parlamentaria el rey —o la reina— hace bien su trabajo, los contenidos serán siempre republicanos. Con eso me quedo mientras celebro los homenajes que está recibiendo Isabel II (nacida en abril de 1926, princesa Lilibeth) en repúblicas tan acreditadas como la americana, la francesa o la alemana.

Sobre su fría, protocolaria e inexpresiva fotogenia, desmentida por quienes le atribuyen un cierto sentido del humor (Federico Trillo, exembajador en Londres), se labró Isabel II su muy celebrada neutralidad en un régimen de Monarquía Parlamentaria y Constitución no escrita como tal.

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