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La abadía de Westminster no es Sanxenxo
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Antonio Casado

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La abadía de Westminster no es Sanxenxo

Moncloa y Zarzuela recelan de la posible presencia del emérito en los funerales por Isabel II. No está dicha la última palabra

Foto: El Rey emérito, en el club de vela de Sanxenxo el pasado mayo. (Reuters/Pedro Nunes)
El Rey emérito, en el club de vela de Sanxenxo el pasado mayo. (Reuters/Pedro Nunes)
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Se da por hecho que don Juan Carlos de Borbón asistirá el lunes próximo a los funerales por Isabel II. Hay razones para ponerlo en duda. Las mismas que en su día aconsejaron la cancelación de las funciones institucionales y su alejamiento físico de España. Se reducen a tres. Una, renunciar a vivir en el Palacio de la Zarzuela. Dos, no ejercer labores de representación del Estado, la Corona o la familia real. Y tres, evitar su exposición pública.

Están afectadas las dos últimas. Por muy tataranieto que el exrey de España sea de la reina Victoria. Y por mucho que se empeñe el Gobierno en no reconocer otra representación que la de Felipe VI, pues el emérito Juan Carlos lleva aparejada su vinculación ética y estética al Estado, la Corona y la familia. Todo eso cuenta en la inevitable difusión de su estigmatizada figura como eventual asistente a los funerales en la abadía de Westminster.

Está vigente el compromiso de Juan Carlos de evitar la exposición pública y no representar al Estado, la Corona o la familia real

Las mencionadas razones no pueden haber decaído de la noche a la mañana. Se airearon desde Zarzuela y la Moncloa, que en este asunto han ido siempre de la mano. Y el propio Rey emérito las asumió al hacer pública su voluntad de “prestar el mejor servicio a los españoles, a sus instituciones y a ti como Rey” (carta a su hijo, Felipe VI, el 3 de agosto de 2020).

Foto: Juan Carlos I. (EFE/Lavandeira Jr)

Encájese en la doctrina marcada por Zarzuela desde que el hijo, con la conformidad del Gobierno, señaló al padre el camino del alejamiento: los intereses de la Corona están por encima de los intereses o las preferencias del Rey emérito. En otra carta más reciente del padre al hijo (marzo de 2022), aquel se declaraba “consciente de la trascendencia pública de los acontecimientos de mi vida privada que lamento sinceramente”.

Tampoco es un hecho que la Casa del Rey haya anunciado la asistencia de Juan Carlos a los funerales de la reina Isabel. La profecía no figura entre los servicios de Jaime Alfonsín y su equipo. Si acaso, se dan por enterados de la decisión de asistir que, al parecer, ha tomado ya el emérito. Al tiempo, explican que don Juan Carlos, en su calidad de exjefe de Estado, está invitado personalmente por el rey Carlos III (invitación extensiva a su cónyuge, doña Sofía) y, por tanto, la decisión es personal, sin que Zarzuela pueda interferir en la libertad de quienes cursan la invitación.

No creo que Felipe VI o Pedro Sánchez estén por regalar a los antimonárquicos la ocasión de volver a ponerse estupendos

O sea, la misma doctrina oficialmente aplicada a la instalación del emérito en Abu Dabi, a las especulaciones sobre un eventual retorno a España y a la suspensión del anunciado segundo viaje a Sanxenxo después del que hizo a principios del verano pasado. Pero lo del día 19 de la abadía de Westminster no se parece en nada a los alegres días de verano en ese puerto gallego.

Más a mi favor. Si aquella doctrina frustró el segundo paso del emérito por Sanxenxo (el primero se acabó convirtiendo en una burla televisada de la consigna oficial, que pedía discreción), con más motivo deberían frustrar el viaje a Londres del emérito que tan alegremente se ha anunciado como cosa hecha.

Foto: El rey Juan Carlos, en primavera en Sanxenxo. (EFE/Lavandeira Jr)

¿Que don Juan Carlos desea acudir? Por supuesto. Con toda seguridad. Como también desea regresar a España, volver a vivir en la Zarzuela y disfrutar del reconocimiento que ahora se le niega por su nada ejemplar comportamiento.

¿Qué la Casa del Rey y el Gobierno están encantados con su decisión de acudir? Ni hablar. Y por eso creo que todavía no está dicha la última palabra sobre la asistencia de don Juan Carlos a los actos del lunes que viene.

Foto: El rey Juan Carlos, al timón del Bribón, en 2018. (EFE/Lavandeira Jr.)

Ni a Felipe VI ni al Gobierno de Sánchez les conviene un nuevo repaso al relato que expone con todo lujo de detalles las trapacerías cometidas por el emérito. Y si finalmente acude a los funerales, la polarización está garantizada.

No creo que la Moncloa y Zarzuela estén por la labor de regalar a las fuerzas antimonárquicas la ocasión de volver a ponerse estupendas anunciando la venida de una tercera república y resucitando absurdos debates que huelen a naftalina.

Se da por hecho que don Juan Carlos de Borbón asistirá el lunes próximo a los funerales por Isabel II. Hay razones para ponerlo en duda. Las mismas que en su día aconsejaron la cancelación de las funciones institucionales y su alejamiento físico de España. Se reducen a tres. Una, renunciar a vivir en el Palacio de la Zarzuela. Dos, no ejercer labores de representación del Estado, la Corona o la familia real. Y tres, evitar su exposición pública.

Rey Don Juan Carlos
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