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Noche de berrea en la ciudad universitaria
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Antonio Casado

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Noche de berrea en la ciudad universitaria

Uno declara "follables" a las vecinas y, en sincronizado juego de voces y luces, el coro da su consentimiento moral

Foto: Puerta del colegio mayor Elías Ahuja de Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Puerta del colegio mayor Elías Ahuja de Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)
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Los animales se comunican mediante sonidos y aromas. Las personas disponen de la palabra. Una herramienta exclusiva del ser humano. En este caso: "Sois unas putas ninfómanas". Así se comunicaron los chicos del colegio mayor Elías Ahuja con sus vecinas del Santa Mónica.

Si se trataba de festejar el tiempo de berrea (principio del otoño en los Montes de El Pardo, sin ir más lejos), acertaron con la escenificación de sus bárbaros ritos de apareamiento del domingo pasado por la noche. Animalidad impura porque, puestos a seguir los mandatos de la naturaleza, pudieron haber cantado la nobleza del animal sin quedarse en el instintivo rugido del macho.

Foto: Familiares de víctimas del covid durante un homenaje en una residencia de Leganés, Madrid, en 2020. (Reuters/Susana Vera)

Eso nos remite a la condición moral del individuo. A diferencia de la bestia, estos chicos sí pudieron elegir. Sí pudieron valorar el alcance y las consecuencias de su repugnante escenificación.

Las palabras nunca son inocentes y nunca engañan. Wittgenstein nos enseñó que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo. Proyecta estructuras del pensamiento y un sistema jerarquizado de valores. Lo cual es de estricta aplicación a la berrea nocturna de unos jóvenes universitarios llamados a ser los dirigentes del mañana.

Pone los pelos de punta descubrir que la cosificación de la mujer inspira el pensamiento de las venideras élites del nuestro país. Lo sugiere la parte coral de la puesta en escena, al modo del teatro clásico griego. Por cierto, que el coro siempre era masculino en los tiempos de Eurípides.

A diferencia de la bestia, los chicos sí pudieron elegir y valorar previamente las consecuencias de su repugnante escenificación

En su desgañitada recitación, el protagonista declara "follables" a las colegiales de enfrente. Y el coro presta su consentimiento moral con un vistoso juego de voces y luces perfectamente sincronizadas con ensayos previos. El margen para la exculpación es escaso. Sin embargo, viene forzado por quienes se empeñan en relativizar la gravedad del caso, incluidas algunas chicas del Santa Mónica, que dicen no sentirse vejadas en su dignidad porque no había malicia en la conducta de sus vecinos.

La inmadurez o el pensamiento adolescente (incompleto) no es excusa entre veinteañeros. El contexto, las novatadas o las tradiciones, tampoco. Despeñar una cabra desde el campanario de Manganeses (Zamora) también era una tradición. Hasta que la racionalidad y la condición moral se impuso sobre el apego de los vecinos a tan salvaje costumbre.

No culpemos tampoco a la mala influencia de las redes sociales, pues en este caso han favorecido el conocimiento de un hecho que nos interpela a todos. Pero tiene difícil arreglo. La respuesta no puede llegar de la noche a la mañana porque está en la escuela y en la familia, no en la cárcel. Si acaso en terapias reeducadoras, como las sugeridas por la vicerrectora de la Complutense, Rosa de la Fuente, cuando habla de ponerlos frente al espejo.

La respuesta no está en el Código Penal. Si acaso en terapias reeducadoras y "ponerlos frente al espejo" (vicerrectora, Rosa de la Fuente)

La solución tampoco está en el Código Penal. No hay recorrido para las denuncias ante la Fiscalía por presunto delito de odio, tal y como ha reclamado el Movimiento contra la Intolerancia. Si no pasa nada por quemar una bandera nacional o una foto del rey, en nombre de la libertad de expresión, ¿por qué va a ser peor declarar "putas ninfómanas" a un grupo de estudiantes de la Complutense?

El análisis cojearía si, mientras reprobamos la catadura machista de todos y cada uno de los participantes en ese abominable suceso, no dedicamos un turno al contexto sociocultural en el que se ha producido. Empezando por los educadores del mencionado colegio mayor. Y terminando por la gente de mi propia generación, incluidos los que de buena fe creíamos que las nuevas generaciones ya venían mejor educadas. Habrá que darle otra vuelta.

Los animales se comunican mediante sonidos y aromas. Las personas disponen de la palabra. Una herramienta exclusiva del ser humano. En este caso: "Sois unas putas ninfómanas". Así se comunicaron los chicos del colegio mayor Elías Ahuja con sus vecinas del Santa Mónica.

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