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Antonio Casado

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Sánchez y el mal de altura

El Congreso desbordó el orden del día y el pleno se convirtió en un nuevo minidebate sobre el estado de la nación

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la sesión plenaria. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la sesión plenaria. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Feijóo y Sánchez siguen enseñando sus cartas del año electoral. Anteayer, el líder del PP en el oratorio de San Felipe Neri (Cádiz, 1812, liberal y jacobino), con 60 medidas venideras en sus 100 primeros días de Gobierno, si Dios quiere. Ayer hizo lo propio el presidente en la sede de la soberanía nacional, recreándose por elevación en su imagen internacional y su “vocación de servicio a la mayoría social”.

El pleno desbordó el orden del día (convalidación de un decreto y asuntos tratados en los dos últimos consejos europeos) y se convirtió en un nuevo mini debate sobre el estado de la nación en vísperas de las urnas de mayo y diciembre. Con valiosas aportaciones del propio Sánchez, sobrado y autocomplaciente en todas ellas. Nadie lo expresó tan claramente como Ana Oramas en su diagnóstico sobre la distancia del presidente con la realidad a pie de calle. “Con el mal de altura se puede ganar el mundo, pero se pierde el alma”, dijo la diputada canaria.

Foto: Miles de personas llenan Cibeles contra la política de Sánchez. (Reuters/Susana Vera) Opinión

No fue la única en tomarse la sesión como un debate de política general. Gabriel Rufián (ERC) dijo que el Gobierno está comprando papeletas para caer antes de que termine el año 2023. Aitor Esteban (PNV) se entretuvo en críticas a la inmunidad del Rey. Inés Arrimadas (Ciudadanos) acusó a Sánchez de normalizar la infamia en Cataluña. Y el propio Sánchez acusó a la derecha de amontonarse en la Cibeles con los amigos de la dictadura franquista.

Suficiente para retirar de los circuitos políticos y mediáticos el encuadernado plan del PP para rescatarnos de la “resignación”, que a su vez había silenciado el culebrón antiabortista de Valladolid y los ecos de la manifestación de Cibeles. Pero en este pleno del Congreso, vedado a Núñez Feijóo por no ser diputado, se esfumó el fugaz protagonismo del líder del PP por cuenta de su campanudo Plan de calidad institucional.

Aunque se esforzaba en no rebajarse, Sánchez entró al trapo de asuntos que no venían a cuento, como el aborto o la manifestación de la Cibeles

En cuanto a Pedro Sánchez, pudo haberse aferrado a sus dos sólidas barandillas electorales (las cosas de comer y la influencia española en Europa). Aunque se esforzaba en no abandonar la peana, por no rebajarse, entró al trapo de las pedradas recibidas en asuntos que no venían a cuento, como las reformas penales al gusto del independentismo, los indeseables efectos de la ley del sí es sí o la manifestación del sábado en Madrid.

Salieron a relucir todas las muletillas propias del año electoral. En nombre de su jefe, el aspirante a la Moncloa, Cuca Gamarra, anunció el fin del sanchismo en 2023 (“Son ustedes un pato cojo”). Y el presidente del Gobierno tampoco resistió la tentación de rematar balones que había dejado botando Santiago Abascal (ve en Sánchez a un “estadista disfrazado”), para insistir en el tal para cual de Vox y PP y acabar encharcándose en la banalizada política nacional.

Los esfuerzos del PP por desactivar la estrategia monclovita que le sitúa en los brazos de Vox habían resucitado una antigua propuesta: el poder para la lista más votada, excluyendo a los extremistas de las ecuaciones de poder, a sabiendas de que la iniciativa carece de recorrido sin el imposible acuerdo con el PSOE.

Núñez Feijóo trasladaba así la sensación de ir escaso en capacidad de propuestas novedosas para contrarrestar la ventaja institucional de Sánchez que favorece al partido en el poder. Y eso volvió a hacerse evidente ayer en el Congreso del que, aún aquejado del mal de altura, volvió a salir ganador el presidente del Gobierno, aun con simplezas tan manidas como seguir hablando del PP y Vox como una sola fuerza política de inconfesada simpatía por Trump y Bolsonaro.

Feijóo y Sánchez siguen enseñando sus cartas del año electoral. Anteayer, el líder del PP en el oratorio de San Felipe Neri (Cádiz, 1812, liberal y jacobino), con 60 medidas venideras en sus 100 primeros días de Gobierno, si Dios quiere. Ayer hizo lo propio el presidente en la sede de la soberanía nacional, recreándose por elevación en su imagen internacional y su “vocación de servicio a la mayoría social”.

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