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Por qué el futuro del Govern depende de Illa
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Antonio Casado

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Por qué el futuro del Govern depende de Illa

El reto secesionista se queda en lo declarativo, mientras Aragonès prioriza por encima de todo el pacto presupuestario

Foto: Salvador Illa observa al 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès, en el Parlament. (EFE/Quique García)
Salvador Illa observa al 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès, en el Parlament. (EFE/Quique García)
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La alargada sombra de Pedro Sánchez, por cuenta del PSC liderado por Salvador Illa, se proyectó sobre el congreso de ERC celebrado el sábado en Lleida. Y lo digo en esos términos porque han resultado fallidos todos los intentos de puentear en Madrid al exministro para conseguir que los socialistas catalanes apoyen los presupuestos de la Generalitat de cara al ya corriente ejercicio de 2023.

Aragonès ya no le hace ascos al PSC. Lo menospreciaba cuando decidió gobernar en solitario tras la ruptura con su socio natural (Junts) en octubre. Apenas tres meses después, ese "burócrata que creció a la sombra de Iceta", según le oigo decir a cierto dirigente de ERC, no para de crecer en los cálculos electorales de la Moncloa, donde se usa el comodín de Illa como prueba de que la presión ha cambiado de bando.

Foto: El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Rodrigo Jiménez) Opinión

Antes era la supervivencia política de Sánchez la que dependía de los 12 escaños de ERC para sacar adelante los PGE. Ahora la de Pere Aragonès depende de que los 33 escaños de Illa se sumen a los ya concertados de ERC y ECP para garantizar la estabilidad presupuestaria del año en curso.

Eso explica que la parte socialista del Gobierno se esconda en la autonomía del PSC mientras capitaliza el desgaste del Govern, en dramática minoría desde la espantada de Junts. El PSOE aún corre el riesgo de despeñarse electoralmente fuera de Cataluña por haber puesto el BOE a disposición del independentismo. Pero no quiere decir que la Moncloa haya dejado de necesitar a ERC. Y menos en este momento, pues se avecinan las batallas del retoque a la ley del solo sí es si y los apremiantes proyectos de ley de vivienda y seguridad ciudadana (ley mordaza), entre otras, que afrontan el último tramo del legislativo bajo el signo de la discordia dentro del propio Gobierno de coalición. Tampoco es imaginable por ahora una cancelación de la llamada mesa del diálogo, aunque solo sea por lo que suele decir Pere Aragonès: "Nosotros nunca haremos nada que pueda abrir el camino a un Gobierno de la derecha".

Sánchez usa el comodín de Illa para probar que la presión ha cambiado de bando y no dejar que sus aliados de ERC puenteen al PSC

De todo eso se infiere la inminencia de la fumata blanca en las negociaciones presupuestarias ERC-PSC, que hoy lunes se reanudan en Barcelona. Es la apuesta generalizada en los circuitos políticos y mediáticos de Cataluña, una vez alcanzado el acuerdo que parecía imposible para llevar a cabo el llamado cuarto cinturón de Barcelona (B-40).

Si Aragonès, por "generosidad de nuestras bases", ha claudicado en esa infraestructura radial, siempre rechazada en ERC (por motivos medioambientales y de concepción de la movilidad), también claudicará por razones de "madurez" —ha dicho— en las otras exigencias de los socialistas catalanes, como la ampliación del aeropuerto de El Prat (el Govern ya lo ve posible con ciertos retoques del modelo propuesto por AENA) o el complejo recreativo de Vila Seca-Salou.

Aragonès prioriza por encima de todo el pacto presupuestario que consolide la primacía de ERC en el independentismo

Salvando las distancias, Aragonès y Sánchez se la juegan ante sus respectivas clientelas. Aquel, por haber caído en los brazos de Sánchez. Y este, por haber caído en los brazos de Aragonès. Lo vamos a verificar en las dos citas electorales del año. A favor de Sánchez juega la división de los independentistas, como un efecto colateral de lo que califica de "pacificación" en relato comparado con la Cataluña de 2017. Hay otro efecto colateral de mayor alcance: el escaso impacto político y mediático de la proclama recogida en la ponencia política del congreso de ERC. Válida para los próximos cuatro años, reclama un referéndum pactado con el Estado y de resultado vinculante.

Constatemos que el reto secesionista sigue aparcado en el terreno de lo declarativo, mientras Puigdemont se pierde en la polvareda y Aragonès prioriza por encima de todo el pacto presupuestario que consolide la primacía de ERC en el independentismo y se presente como lo mejor que puede ofrecer a los catalanes para mejorar sus condiciones de vida.

La alargada sombra de Pedro Sánchez, por cuenta del PSC liderado por Salvador Illa, se proyectó sobre el congreso de ERC celebrado el sábado en Lleida. Y lo digo en esos términos porque han resultado fallidos todos los intentos de puentear en Madrid al exministro para conseguir que los socialistas catalanes apoyen los presupuestos de la Generalitat de cara al ya corriente ejercicio de 2023.

Salvador Illa Pere Aragonès
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