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La gran evasión, con buen tiempo y buena cara
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Antonio Casado

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La gran evasión, con buen tiempo y buena cara

Se dispara el optimismo en el sector turístico y los ciudadanos le hacen un corte de mangas a la inflación

Foto: Valencianos y turistas en la playa de la Malvarrosa de Valencia de Valencia. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)
Valencianos y turistas en la playa de la Malvarrosa de Valencia de Valencia. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)
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Ya tendremos tiempo de reabrir heridas. De momento toca celebrar el hecho de que la inflación no frena la casi plena ocupación de los hoteles y que la escalada semanasantera anticipa un año record en ingreso por turismo, que es nuestra primera industria nacional.

Nunca como este año se materializó la paradoja que, según las encuestas, detecta más pesimismo en el futuro de la economía nacional que en el bolsillo del propio encuestado.

Con buen tiempo y buena cara, la pasión por la escapada se vive este año con más intensidad. Millones de españoles están ahora más pendientes del tráfico en las carreteras y de la información meteorológica que de la guerra de los Rose (Yolanda-Iglesias, o sea) o el empapelamiento judicial del expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

Los 16 millones de desplazamientos previstos (9,4 de ellos en esta segunda fase de la Semana Santa que hoy comienza) y los niveles de ocupación hotelera (12 puntos por encima de los registrados en 2019, el año anterior a la pandemia) disparan el optimismo en el sector turístico y emiten una estimulante señal de vitalidad social y económica, justo después de conocer las cifras de empleo en un marzo histórico (50.000 parados menos).

Todo ello sobre fondos visuales y sonoros donde la religión se cruza con la antropología al conmemorarse la pasión y muerte de Cristo

Todo ello sobre fondos visuales y sonoros donde la religión se cruza con la antropología, so pretexto conmemorativo de la pasión y muerte de Cristo. Solo como pretexto, porque si de verdad hubiera calado la moraleja de aquel drama, ocurrido hace más de dos mil años, no tendríamos que estar lamentando las colas del hambre, la guerra de Ucrania o los migrantes que se dejan la vida en Ciudad Juárez. O mismamente entre Ceuta y Gibraltar, como cantaba Manu Chao.

Nunca entenderé por qué el alma colectiva de los españoles se conmueve más con el Cristo derrotado por la muerte en la cruz que con aquel que hacía milagros, caminaba sobre las aguas y echaba a los mercaderes del templo. Pero es cierto que aquel drama, el de la pasión y muerte del crucificado en el Gólgota, es rememorado cada año en los pueblos de España con un fervor especial.

El llanto, la emoción, el recogimiento o los ataques de histeria por el paso de una imagen, la suspensión de una procesión o las llamas que devoran el manto de una virgen, son estampas habituales en nuestra Semana Santa, cuando todo parece fúnebre y sagrado. Como en mi tierra zamorana, que cada año por estas fechas sacraliza el aire, los sonidos, el empedrado de las calles y los hachones de los cofrades.

Pero, bueno, hay de todo. Muchos españoles se adhieren a la figura del Cristo apaleado que se inmola por los hombres. Y otros se reconocen en una esquina del calendario destinada a la evasión. Un alto en el camino. La ocasión de una placentera escapada. A la espera del Domingo de Resurrección, cuando el Cristo doliente de las siete palabras vuelva a ceder el paso al Cristo carismático de las diez bienaventuranzas.

Por mí que no quede lo uno ni lo otro, si la oportunidad es la de Zamora y los muchos alicientes que ofrece esta esquina del mapa, recientemente ensalzada por el diario británico The Guardian (“Zamora, la provincia más infravalorada de España”, diciembre de 2022). Dicho sea pensando en la “sacralización del espacio” que experimenta la ciudad en estas fechas, siguiendo la tesis es del antropólogo Alonso Ponga.

Ya tendremos tiempo de reabrir heridas. De momento toca celebrar el hecho de que la inflación no frena la casi plena ocupación de los hoteles y que la escalada semanasantera anticipa un año record en ingreso por turismo, que es nuestra primera industria nacional.

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