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Sánchez y Feijóo, de nuevo a cara de perro
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Antonio Casado

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Sánchez y Feijóo, de nuevo a cara de perro

La precampaña electoral se trasladó este martes al Senado en formato de minidebate sobre el estado de la nación

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (i), la secretaria general del PP, Cuca Gamarra (3-i), y el senador Javier Maroto (2-i) escuchan la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Kiko Huesca)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (i), la secretaria general del PP, Cuca Gamarra (3-i), y el senador Javier Maroto (2-i) escuchan la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Kiko Huesca)
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La precampaña electoral se trasladó este martes al Senado, donde se puso en evidencia la común predisposición para afrontar a cara de perro el paso por las urnas de mayo y diciembre. El que aspira a gobernar desplegó un eficaz argumentario a la hora de desmontar el triunfalista relato del Gobierno. Y el que gobierna acabó poniéndose a la defensiva en algunos momentos de un apasionado cruce parlamentario donde no faltaron agrias descalificaciones personales de ida y vuelta.

En realidad, nada nuevo. Resumen del resumen: “Yo vengo a derogar el sanchismo, no tenga usted ninguna duda”, tronó Feijóo después de haber acusado al presidente de no estar a la altura y haber mimetizado los lemas y los métodos del populismo. Y Sánchez replicó acusando al líder del PP de insolvencia y usar un tono “bronco” y “faltón” inspirado en la “mala fe”.

"Yo vengo a derogar el sanchismo, no tenga usted ninguna duda", tronó Feijóo después de haber acusado al presidente de no estar a la altura

En todo caso, el intercambio de pedradas verbales ocultó el elefante que cada uno de los dos principales actores de la política nacional lleva en la mochila. La renovación del CGPJ en el caso del PP y el nunca bien explicado volantazo saharaui en el caso del Gobierno. La pregunta sonó cargada del misterio cosido a los rumores que circulan de un tiempo a esta parte: "¿Puede usted desmentir que no hubo razones personales en el cambio de la política española respecto al Sáhara Occidental?".

En vez de respuesta, el presidente replicó con el enésimo reproche sobre el incumplimiento de la Constitución por parte del PP en la pendiente cuestión del CGPJ. Suficiente para levantar acta de que Sánchez y Feijóo siguen viviendo de espaldas. Los cuatro cruces parlamentarios en el Senado, las declaraciones públicas y sus dos encuentros personales en la Moncloa (abril y octubre de 2022) lo han venido escenificando.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado (EFE/Kiko Huesca)

De nuevo, un desalentador minidebate sobre el estado de la nación con las cartas marcadas por la Moncloa, al imponer los temas a tratar, que en este caso eran las decisiones del Gobierno para paliar los efectos de la guerra de Ucrania. Pero Sánchez pasó por ese tema como gato sobre ascuas y acabó convirtiendo el debate en un mitin electoral y una presuntuosa master class sobre las diferencias entre el modelo socialdemócrata, que añade nuevos pilares del estado de bienestar (vivienda y protección del medio ambiente), y el modelo neoliberal, con tendencia a externalizar los servicios públicos.

Fue el primer interesado en marcar distancias jaleando las decisiones del Gobierno en favor de “los de abajo” y denostando la tendencia del PP a pregonar el apocalipsis en vez de ofrecer la “lealtad institucional” que Sánchez, según dijo, echa en falta en cuestiones de Estado, como la lucha contra la emergencia climática.

Es como si el presidente y el líder del PP asumieran que el ciclo se cerrará con la muerte política de uno de los dos dirigentes

En ese sentido, tampoco el líder del PP emitió señales de acercamiento, después de afirmar que la política económica de Sánchez se alimenta de la deuda pública, las ayudas europeas, los impuestos y el empobrecimiento de las rentas medias y bajas. Como si, al igual que el presidente del Gobierno, ya hubiera asumido que en las elecciones generales de diciembre se va a cerrar un ciclo con la muerte política de uno de los dos. Pero no atacó tanto el modelo que propone Sánchez como su estilo, su yoísmo, su tendencia a la opacidad (Ucrania, Marruecos) y su falta de liderazgo en un Gobierno roto, con ministros antisistema a su vez distraídos en compartir la “ensalada de hostias” mentada por el exvicepresidente Iglesias Turrión.

Fue un pleno malogrado en los cansinos argumentarios que, de una y otra parte, suelen quedarse en el enésimo intercambio de golpes y un superficial volquete de palabras y cifras sobre el problema de la vivienda, la sequía, la ecologista carrera de sacos por ver quién protege más el parque de Doñana sin perjudicar a los agricultores, la marcha de la economía, el confuso estado de las relaciones con Marruecos o la posición de España en la guerra de Ucrania.

A pesar del forzado acercamiento del Gobierno al PP en la contrarreforma de la ley del solo sí es sí, a despecho de sus aliados independentistas y su propio socio de coalición (Unidas Podemos), este martes quedó absolutamente descartado cualquier consenso en temas de Estado. Malos presagios para esperar la entrada en un ciclo político que entierre la polarización y el enfrentamiento entre dos formas contrapuestas de gestionar los asuntos públicos. Uno, por la izquierda, con los ojos puestos en los partidos a la izquierda del PSOE dispuestos a mantener la vigente ecuación de poder, más conocida como “bloque de investidura”. Y otro, por la derecha, con los ojos del PP puestos en Vox, el único partido escolta que, llegado el caso, podría complementar la ecuación de poder que Feijóo necesitaría para gobernar con mayoría absoluta.

O sea, la horca o la guillotina, porque si tóxica es la influencia en el Gobierno de los enemigos del Estado, no menos tóxica es la influencia en el Gobierno de una fuerza reaccionaria con acreditadas posiciones euroescépticas, xenófobas y machistas que nos harían retroceder en la historia de la modernización de la sociedad española.

La precampaña electoral se trasladó este martes al Senado, donde se puso en evidencia la común predisposición para afrontar a cara de perro el paso por las urnas de mayo y diciembre. El que aspira a gobernar desplegó un eficaz argumentario a la hora de desmontar el triunfalista relato del Gobierno. Y el que gobierna acabó poniéndose a la defensiva en algunos momentos de un apasionado cruce parlamentario donde no faltaron agrias descalificaciones personales de ida y vuelta.

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