Al Grano
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Feijóo, a la busca del centro deshabitado
Tanto la parte roja del pedestal de Sánchez como la ultraderecha potencialmente aliada de Feijóo se mueven en franjas minoritarias si se las compara con el espacio de españoles susceptibles de elegir entre el PP y el PSOE
Con la esperanza de que la "derogación del sanchismo" cale también entre una buena parte de votantes socialistas que quieren que se vaya Sánchez para que vuelva el PSOE, el estado mayor de Feijóo entiende que lo que gane por su izquierda siempre será mucho más que lo que pueda perder por la derecha.
El argumento nace de la desmovilización del electorado socialista, cuyo índice de fidelidad ronda el 60%, frente a la tendencia contraria del electorado del PP, con un 70% de perseverancia en el voto. Son datos del nada sospechoso CIS, dependiente del Gobierno y dirigido por el socialista Tezanos. Su barómetro de abril anticipa la intención de votar al PP por parte de más de 300.000 votantes del PSOE, mientras que apenas unos 100.000 votantes del PP dicen que votarán al PSOE.
El optimismo contenido en el primer círculo de proximidad a Feijóo maneja un indicio y formula una apuesta. El indicio es que la media de los sondeos arroja un saldo favorable a la derecha (PP-Vox-Cs) por encima del 44,6% de los votos que permitieron gobernar con mayoría absoluta a Rajoy en 2011 y a Aznar (45,2) en 2000. La apuesta consiste en volcarse en esa franja deshabitada por la polarización donde hay votos intercambiables entre PP y PSOE (valores compartidos de la democracia liberal, estado del bienestar, derechos humanos, etc.). A su derecha queda un antiguo dirigente del PP, Santiago Abascal, con el que sería fácil llegar a un acuerdo si la aritmética parlamentaria lo exigiera en la forja de una nueva ecuación de poder.
Los hechos dan la razón a los teólogos de Feijóo, a la vista de lo ocurrido en el reciente alineamiento PSOE-PP para sacar adelante la contrarreforma de la ley del solo sí es sí. Se mire como se mire, se visualizó un frente común de los partidos centrales del sistema contra la pretensión de llevar el activismo feminista al Código Penal, que fue el fallido intento del componente más a la izquierda del Gobierno.
"La apuesta consiste en volcarse en esa franja deshabitada por la polarización donde hay votos intercambiables entre PP y PSOE"
Tanto la parte roja, gamberra y subversiva del pedestal de Sánchez como la ultraderecha potencialmente aliada de Feijóo se mueven en dispares franjas minoritarias si se las compara con el ancho espacio de españoles susceptibles de elegir entre el PP y el PSOE a la hora de votar. Ergo, me parecen contraproducentes los esfuerzos de Moncloa por seguir recostándose a la izquierda (ley de la Vivienda, por ejemplo). Dejan el campo libre al PP por el centro. Así cuando Sánchez olvida deliberadamente que Feijóo le ayudó a taponar los "efectos indeseados" de la ley de libertad sexual cocinada por Unidas Podemos.
Algunos no creemos en el poder movilizador de votos del contraste de modelos: socialdemócratas contra neoliberales. El presidente lo utilizó en su último cruce parlamentario con Feijóo sobre la tramposa comparación de las políticas restrictivas del Gobierno Rajoy tras la crisis de 2008-2009, en un marco europeo de estricta disciplina fiscal, con las generosas políticas expansivas del actual Gobierno ante los efectos de la pandemia y la guerra de Ucrania. Pero no tiene mérito capear la tormenta con 170.000 millones de euros disponibles para la recuperación. Por no mencionar que el primer zarpazo "neoliberal" posterior a la crisis de 2008 lo perpetró el socialista Zapatero mediante su "decretazo" en mayo de 2010.
Parece mentira que, a estas alturas de la película, los más cafeteros de la izquierda solo se reconozcan en los gesticulantes fervores ecologistas del Gobierno, en su inesperada pasión inmobiliaria o en hechos ocurridos hace 87 años. Sí, me refiero al traslado de los restos de José Antonio Primo de Rivera, o antes los de Franco, que me parecen justos y necesarios, pero no vienen a cuento como recursos electorales. Y me refiero también al culebrón de Doñana, que ha trasladado a la campaña electoral española la sorda pero bien conocida rivalidad entre Manfred Weber (jefe de fila de los populares en la UE),y su compatriota y compañera de grupo, Úrsula von der Leyen (presidenta de la CE), por cuenta de un comisario de Medio Ambiente, Virginijus Sinkevicius, un talibán del ecologismo de amargo recuerdo para los pescadores gallegos en tiempos de Feijóo.
Con la esperanza de que la "derogación del sanchismo" cale también entre una buena parte de votantes socialistas que quieren que se vaya Sánchez para que vuelva el PSOE, el estado mayor de Feijóo entiende que lo que gane por su izquierda siempre será mucho más que lo que pueda perder por la derecha.
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