Contrafiguras de Sánchez: ¿guerra fría Feijóo-Ayuso?

En los circuitos políticos y mediáticos se instala de nuevo la sospecha de que Díaz Ayuso disputa al líder nacional del PP la condición de contrafigura de Pedro Sánchez. Ocurrió con Pablo Casado y la especie parece repetirse con Feijóo. A diferencia del castellano, que vivía en permanente estado de recelo frente a la presidenta madrileña, el gallego otorgó a los barones la libertad de diseñar sus respectivas campañas. Ergo, solo en el volátil reino de la sospecha, insisto, podemos especular sobre una supuesta guerra fría con Ayuso.

Tan fría que solo encaja en las desorientadas estrategias de la Moncloa. Al menos hasta diciembre. ¿O alguien cree que, antes de esa fecha, Feijóo va a entrar al trapo cuando el negociado político de Ayuso afecta a uno de los grandes yacimientos de escaños en las elecciones generales? Otra cosa es el día después, porque en la recámara del aspirante hay una sola bala. Un eventual fracaso en las urnas del actual líder del PP daría paso a una lucha por la sucesión que, con toda probabilidad, disputarían Díaz Ayuso y el andaluz Moreno Bonilla.

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Esta vez, la supuesta disputa gira en torno a la conveniencia o no de seguir reclamando la ilegalización de Bildu, una vez que la Fiscalía de la Audiencia Nacional renunció a tramitarla con base en tesis compartidas por los dirigentes de Génova. Estos se han remitido a sus propios "servicios jurídicos", mientras que la lideresa de la Puerta del Sol se ha remitido a sus "servicios mediáticos". Así se explica que, en contra de la posición oficial del PP, Ayuso insiste en seguir explorando las posibilidades de poner a Bildu fuera de la circulación.

Algunos interpretan la divergencia como un pulso a Feijóo, al que la presidenta madrileña emplaza en su presunta condición de futuro presidente de Gobierno. Tan notorio ha sido el eco de sus declaraciones, que se ha visto obligada a precisar que "no se trata de echar un pulso al PP, y menos a mi presidente, sino a Bildu". Y que defender lo contrario a una hipotética ilegalización de los herederos políticos de ETA sería contradecirse a sí misma y a su compromiso de 20 años de afiliación al PP.

Tan notorio ha sido el eco de sus declaraciones, que se ha visto obligada a precisar que "no se trata de echar un pulso al PP"

Como las preferencias políticas se cuelan cada vez más en los teclados de los medios, sobre todo en campaña electoral, el diario más próximo a las tesis de la Moncloa editorializaba en los mismos titulares informativos de ayer: "El PP pierde el control del discurso sobre las listas de Bildu", seguido por un juicio de intenciones: "Ayuso se enfrenta a Feijóo por la ilegalización e irrita a las víctimas".

En todo caso, él no se da por aludido. Como si oyera llover. No cometerá el mismo error que cometió Casado al medirse públicamente con Ayuso. Por la cuenta que le trae. Véase como silba melodías cada vez que, en estas últimas horas, le han preguntado por la posición de la presidenta madrileña sobre la necesidad de seguir intentando la ilegalización de la fuerza política liderada por Arnaldo Otegi.

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Pero Feijóo ya ha dejado claro que asume la jurisprudencia de los altos tribunales sobre la legitimidad de la izquierda abertzale con base en el principio universal de que a nadie se le puede estigmatizar por lo que piensa, sino por lo que hace. Ni siquiera por lo que hizo, si no tiene cuentas pendientes con la Justicia.

Y todo esto es lo que ha resultado de la denuncia presentada por la asociación de víctimas Dignidad y Justicia. Una vez rastreado el historial de los 44 candidatos propuestos por Bildu (siete con delitos de sangre renuncian preventivamente al acta de concejal en las elecciones del 28 de mayo) "no se aprecia la concurrencia de circunstancia alguna que permita atisbar que nos hallamos ante un supuesto de inelegibilidad previsto en la Ley Electoral". Eso dice el decreto de la Fiscalía.