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Montero "juguete roto" y el funeral de Podemos
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Antonio Casado

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Montero "juguete roto" y el funeral de Podemos

Hasta aquí llegó el partido de los indignados que nació contra la "casta" que se peleaba por un puesto en las listas electorales

Foto: Irene Montero. (EFE/Ismael Herrero)
Irene Montero. (EFE/Ismael Herrero)
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El último vuelo de puñales a la izquierda del PSOE anticipa los funerales de Podemos (en el duelo se ha colado Juan Soto Ivars de mirón impagable), el incierto tirón del yolandismo en las urnas (las encuestas le dan muy por debajo de los 35 escaños de UP en noviembre de 2019) y la muy difícil recomposición de la fórmula Frankenstein (la aritmética no colabora).

Si lo mejorcito y más visible de Podemos es el tándem de Ione Belarra (secretaria general) e Irene Montero, las dos figuras peor valoradas del Gobierno, todo queda dicho. No solo sobre la negativa de Yolanda Díaz a colocarlas en lugares punteros de las listas, por entender que lastrarían la oferta electoral. También sobre el futuro negro del partido.

Que al final haya dos ofertas y no tres puede suavizar el proceso declinante de la izquierda, pero no va a frenarlo, si atenemos los sondeos

Al final, Belarra dejó de bracear por hacerse un hueco en las listas de Sumar. Pero lo suplicó para Montero. Dejarla fuera sería una humillación para la todavía ministra de Igualdad, dijo ayer la secretaria general del partido cuando dio por hecha la entrada de Podemos en la constelación de grupos adheridos a la marca Movimiento Sumar.

Si Montero es para Podemos "nuestro principal activo político", para Yolanda y la plana mayor del partido instrumental de reciente creación es "un obstáculo insalvable". Creen que dañaría la imagen de esa izquierda moderna, verde, empática y transversal que pregona la niña bonita del proyecto. Y, aunque a Iglesias Turrión se le caigan las lágrimas en pleno duelo, Montero no tiene sitio en las listas. La acumulación de adversidades en el tramo final de su paso por el Gobierno ha hecho coincidir a la derecha con la izquierda en verla ya como un juguete roto.

Sobre su historial marcado por el fiasco legislativo que favoreció a más de 1.000 delincuentes sexuales, acaba de topar con la puntilla judicial sobre la aplicación de su ley del solo sí es sí y un zasca del Tribunal Supremo por llamar "maltratador al ex de María Sevilla". Por no hablar de la repentina consulta a la militancia de inequívoca inspiración pablista. A saber: dos semanas después de estar negociando a manos libres con Sumar, la dirección de Podemos preguntó a sus militantes si le dejaba manos libres para decidir por arriba la integración o la no integración en Sumar. Absurdo, ¿verdad? Con lo fácil que hubiera sido preguntar: "¿Nos sumamos o no?".

Foto: Yolanda Díaz. (EFE/Juanjo Martín)
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El resultado se conoció a media mañana de ayer viernes. Un sí masivo por el que Belarra, Montero, Echenique y compañía quedaban autorizados para actuar como les parezca bien. Cinco minutos después, ya habían decidido diluirse en esa nueva izquierda liderada por Díaz, aún escasa en propuestas y un tanto gaseosa en sus proclamas, a mi juicio. Pero ahí rinde viaje el partido de los indignados, el del "sí-se-puede" y el de la aversión a la "casta" que se peleaba por un puesto en las listas electorales para seguir pisando las alfombras del poder.

Podemos se suma a la constelación yolandista. El batacazo en las elecciones territoriales le había dejado sin fuerza negociadora para entrar como vector dominante en el ecosistema de Sumar. Ahora entra arrastrando los pies y como mal menor. Se entiende el arrepentimiento de Iglesias por haber puesto en la rampa de lanzamiento a la niña bonita de un proyecto a la izquierda del PSOE.

Foto: Ione Belarra junto a Yolanda Díaz en una imagen de archivo. (EFE/Fernando Alvarado)

El hecho de que al final vaya a haber dos ofertas y no tres puede suavizar el proceso declinante de la izquierda, pero no va a frenarlo, si nos atenemos a la generalidad de los sondeos de cara a las elecciones del 23 de julio.

En ocupación de escaños, la merma será menor tras el acuerdo Sumar-Podemos, pero, en cualquier caso, el bloque de la izquierda cotiza a la baja, alejándose de la ecuación que en las elecciones de noviembre de 2019 hizo posible el Gobierno de coalición PSOE-UP apoyado en la llamada mayoría Frankenstein.

El último vuelo de puñales a la izquierda del PSOE anticipa los funerales de Podemos (en el duelo se ha colado Juan Soto Ivars de mirón impagable), el incierto tirón del yolandismo en las urnas (las encuestas le dan muy por debajo de los 35 escaños de UP en noviembre de 2019) y la muy difícil recomposición de la fórmula Frankenstein (la aritmética no colabora).

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