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Patriotismo de partido en el PSOE de Sánchez
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Antonio Casado

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Patriotismo de partido en el PSOE de Sánchez

No está previsto que el presidente o alguien en su nombre asistan al acto de esta tarde en memoria de Rubalcaba

Foto: Pedro Sánchez. (EFE/Román Ríos)
Pedro Sánchez. (EFE/Román Ríos)
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Sánchez se explayó en su primer gran acto de campaña ante el Comité Federal del PSOE. A mi juicio, un buen discurso lastrado por su incurable falta de credibilidad y la ausencia de autocrítica. Si con "un balance excepcional", según dice, el partido resulta noqueado en las urnas del 28 de mayo y la imagen del líder se desmorona, es que se han hecho mal las cosas. Pero no hubo turno de penitencia. Solo de orgullo y satisfacción.

La coartada es que los electores se equivocaron en las recientes elecciones territoriales y merecen una segunda oportunidad para reconocerse en la "mayoría social" que, según Sánchez, acabará votando por el PSOE en las elecciones generales del 23 de julio. O sea, la apelación al voto útil en clave partidista, que vuelve tras el apagón de Ciudadanos y Podemos.

El llamamiento a "no rendirse" frente al "avance de las fuerzas conservadoras" supone asumir que vienen mal dadas

Es su engañosa propuesta a los españoles. Se basa en dos premisas falsas, si nos atenemos a los hechos y no a los deseos. Una, la esperanza de que a su derecha miren al viejo partido como encarnación de "la mejor España". Otra, creer que el desbarajuste ajeno a su izquierda es mayor que el propio.

Pero nada de eso se ajusta a la realidad. A Sánchez se le percibe radicalizado por sus amigos republicanos y plurinacionales. Y la eventual aportación de escaños venidos del espacio podemita (hoy yolandismo gaseoso en fase de solidificación) no le dan, según las encuestas, para batir al bloque de las dos derechas impulsoras de la candidatura de Feijóo a la Moncloa.

El propio discurso ante un Comité Federal entregado al sumo hacedor trasladó ese derrotismo a su mensaje más motivador: "La victoria es posible". Sus llamamientos a "no rendirse" frente el "significativo avance de las fuerzas conservadoras" son una implícita confesión de que vienen mal dadas para el PSOE después de haber perdido prácticamente todo el poder territorial conquistado hace cuatro años.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (2i), junto a parte de su ejecutiva, en el arranque de la reunión del Comité Federal este sábado. (EFE/JJ Guillén)

Que, en la adversidad, lo importante es el proyecto, las siglas, repica un clásico muy arraigado en la fecunda historia del partido fundado por Pablo Iglesias hace 144 años. El valenciano Puig o el castellano Tudanca revalidaron el salmo, sin dejar de asistir al Comité Federal, a pesar de sus discrepancias respecto de las fallidas estrategias de las últimas elecciones y la elaboración de listas para las próximas. También explica eso el llamamiento al cierre de filas en las 21 intervenciones. Incluso las ausencias de otros líderes regionales que, como Page o Lambán, no quieren echar leña al fuego, aunque vinculan la figura de Sánchez con la debacle del 28-M y el temido retorno de la derecha al poder.

Es el llamado patriotismo de partido. Como ya ocurrió el año pasado, condicionará el tono y el contenido de las conversaciones informales de hoy en la Residencia de Estudiantes, donde la Fundación Felipe González, en homenaje a Alfredo Pérez Rubalcaba, entrega el premio Rojana (en Cantabria, rayos de sol entre los nubarrones) a la gran Paca Sauquillo.

Foto: Joan Manuel Serrat, tras recibir el Premio Rojana Alfredo Pérez Rubalcaba. (EFE/Fernando Alvarado)

Allí estará la vieja guardia, a la que se sigue mirando como una reserva crítica con el sanchismo. Es cierto que reina el malestar en ese sector. Pero también es cierto que Rubalcaba, cuya memoria planeará sobre los corrillos del evento de esta tarde, era un defensor del patriotismo de partido. Eso no impedirá que se hable poco del 23-J y mucho del próximo congreso federal de un partido enredado sobre la deteriorada figura de Sánchez e inmerso en una crisis similar a la ya vivida en el año 2000, que puso en la rampa de lanzamiento a Zapatero. O la de 2011, la que acabaría desbrozando el camino de Sánchez al poder después de una azarosa sucesión de acontecimientos de amarga memoria.

Razón de más para que el presidente del Gobierno o alguien de su entorno asistieran al acto. "Ahora mismo, no está previsto", me decía ayer tarde una autorizadísima fuente de la Moncloa. Al menos serviría para desactivar la idea de que en la Residencia de Estudiantes de Madrid habrá barra libre contra Sánchez. Veremos.

Sánchez se explayó en su primer gran acto de campaña ante el Comité Federal del PSOE. A mi juicio, un buen discurso lastrado por su incurable falta de credibilidad y la ausencia de autocrítica. Si con "un balance excepcional", según dice, el partido resulta noqueado en las urnas del 28 de mayo y la imagen del líder se desmorona, es que se han hecho mal las cosas. Pero no hubo turno de penitencia. Solo de orgullo y satisfacción.

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