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La cruzada mediática de Sánchez se le puede volver en contra
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Antonio Casado

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La cruzada mediática de Sánchez se le puede volver en contra

Las urnas dirán si los votantes valoran el esfuerzo por humanizar una figura lastrada por su imagen de líder poco fiable

Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Miguel Barreto)
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Miguel Barreto)
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Las malas experiencias del presidente del Gobierno en el contacto directo con el ciudadano le hicieron ver la calle como un territorio hostil. De ahí su incondicional disposición a debatir cara a cara con Feijóo donde sea, como sea, cuando sea. O su inesperada adición a las entrevistas, tan desmedida que su figura, hasta ahora muy rifada y solo en medios afines, ha pasado a ofrecerse a precio de saldo. La sobreexposición puede amplificar los logros del plan de vuelo del primer Gobierno de coalición de la democracia o puede amplificar la ya bastante extendida desconfianza en el piloto. Hagan su apuesta.

Sin ánimo de molestar, creo que la cruzada mediática del presidente, orientada a pinchar la burbuja del “antisanchismo”, llega demasiado tarde. Y que su frenética gira por las redacciones, los platós de televisión y los estudios de radio, ya sin distinguir si son amigos o enemigos, amplifica las carencias, los pecados, las rectificaciones percibidas como “mentiras”. O, en fin, los errores cometidos por un Pedro Sánchez de contrición tardía, cuando el mal ya está hecho.

Foto: El presidente del Gobierno y candidato del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE/Román Ríos)

El mal incurable es la falta de credibilidad. Las urnas dirán si los votantes valoran el esfuerzo por humanizar una figura lastrada por su imagen de líder artificial y poco fiable. Ya veremos si compran su doctrina sobre las diferencias entre mentir y cambiar de posición. Que en algunas ocasiones haya tenido que aparentar una seguridad que no tenía. O que, después de cuatro años, tal vez se equivocó al desatender a los medios de comunicación que no marcaban el paso de la Moncloa.

Ya veremos si compran su doctrina sobre las diferencias entre mentir y cambiar de posición

En el seguimiento de su apresurada recuperación del tiempo perdido en permitir el crecimiento de una burbuja de “bulos, miedo y desinformación” sobre la obra del primer Gobierno de coalición de la democracia, solo nos faltaba descubrir hasta qué punto le atormenta la desproporción entre los mensajeros del bien (progresistas) y los del mal (reaccionarios). Parece sugerir que eso se arreglaría con una ley de paridad. Pero el uso de las libertades de información y de opinión no puede dosificarse desde el BOE hasta lograr un apareado con la realidad, como Sánchez desearía. ¿En qué cabeza cabe eso, presidente?

Sin rematar la faena, denuncia la existencia de una derecha mediática conjurada para que el “antisanchismo” tape los logros del Gobierno. Cuando los entrevistadores le piden concreción, nunca invita a seguir el rastro de las ideas en el ejercicio de la libertad de expresión, sino “el rastro del dinero”, como en los thrillers, para poder así redondear la ecuación de una sola derecha económica con terminales políticas y mediáticas.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Juanjo Martín) Opinión

El rastro del dinero, como método indagatorio del pensamiento reaccionario en la prensa, nos lleva tanto a los medios que él considera hostiles (reaccionarios) como a los que siente afines (progresistas). Todos deben su existencia a un derecho fundamental descrito como "libertad de empresa en el marco de la economía de mercado (artículo 38 de la CE)". ¿O es que el dinero "progre", entregado a la defensa del sanchismo, no tiene el mismo derecho que el dinero "carca" a perseguir la rentabilidad en el sector de la comunicación?

En ese terreno de juego, cabe la admonición del profesor Sánchez Cuenca cuando sostiene en El País que, pasado el tiempo, “recordaremos con vergüenza ajena esta campaña incivil contra el sanchismo”. Pero también cabe la de un exministro, César Antonio Molina, cuando escribe en El Mundo que “no solo Sánchez debería desaparecer de nuestras vidas, sino también los corifeos que le han venido acompañando durante estos años calamitosos”.

Las malas experiencias del presidente del Gobierno en el contacto directo con el ciudadano le hicieron ver la calle como un territorio hostil. De ahí su incondicional disposición a debatir cara a cara con Feijóo donde sea, como sea, cuando sea. O su inesperada adición a las entrevistas, tan desmedida que su figura, hasta ahora muy rifada y solo en medios afines, ha pasado a ofrecerse a precio de saldo. La sobreexposición puede amplificar los logros del plan de vuelo del primer Gobierno de coalición de la democracia o puede amplificar la ya bastante extendida desconfianza en el piloto. Hagan su apuesta.

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