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Antonio Casado

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Sánchez pincha en España y triunfa en Europa

Se echa de menos la escenificación de un consenso del Gobierno con el PP sobre la presidencia semestral de la UE

Foto: Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa en Bruselas. (EFE/Olivier Hoslet)
Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa en Bruselas. (EFE/Olivier Hoslet)
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A 3 de julio de 2023, prefiero la España de la tolerancia, que se da un baño de multitudes a mayor gloria de la diversidad sexual, que la Francia encolerizada de los excluidos a raíz de un caso de violencia policial televisada. Dicho sea, cinco minutos después de estrenar nuestro turno de representación de la Europa que, según las terminales mediáticas de la Moncloa, nos mira preocupada por si la ultraderecha entra en el próximo Gobierno, el que salga de las urnas en pleno mandato semestral.

Sin incidentes reseñables terminó anoche la semana del Orgullo, que ha movido a un millón de personas desinhibidas sin hacer daño a nadie en el Madrid gobernado por Ayuso, lo máximo que se despacha institucionalmente a la derecha de la derecha. O sea, ejemplo vivo de las consecuencias de una eventual entrada de Vox en el Gobierno de la nación si, según anticipan las encuestas, se impone su eventual alianza con el PP.

"El PSOE aparca la buena imagen internacional de Sánchez para centrarse en la cansina asimilación de la derecha a la ultraderecha"

Sin embargo, las señales disponibles no sugieren el advenimiento de un retroceso en el reconocimiento de la orientación sexual del individuo. Feijóo, el aspirante a la Moncloa en las elecciones del 23 de julio, ha dicho que esos derechos son "sagrados", y ayer mismo, su número dos en las listas por Madrid, exconsejera de Ayuso en la comunidad, Marta Rivera de la Cruz, decía que estos derechos han calado ya en la sociedad, a la que felicita por el "éxito" de las celebraciones del Orgullo.

Estos y otros derechos, como la protección de la mujer frente a la violencia machista o la no discriminación por el color de la piel, no están mejor o peor garantizados con tal o cual partido. Pero los teólogos del sanchismo se empeñan en lo contrario. Hasta el punto de negarse a cubrir el expediente de compartir con el líder de la oposición la hoja de ruta para el semestre, sabiendo que el compromiso europeo del PSOE es idéntico al del PP, y no habría diferencias sustanciales en las prioridades ya señaladas por Sánchez (la paz de Ucrania en una Europa más social, más verde, más digital, más acogedora y segura).

Se echa de menos la escenificación de un consenso del Gobierno con el principal partido de la oposición. Aunque solo fuera por la posibilidad de que sea Feijóo quien deba completar el mandato europeo. Por no hablar del propio interés de Sánchez, que tiene mejor imagen en Europa que en su propio país y saldría ganando en la comparación con un aspirante a la Moncloa que no enamora, aunque gane en las encuestas, con serias lagunas en materia economía y llamativo desconocimiento del inglés, herramienta imprescindible de acceso directo al proceloso mundo de las relaciones internacionales.

"Todo se centra en la cansina asimilación de la derecha a la ultraderecha, como anticipo de los venideros siete males de la patria"

Pero no, todo se centra en la cansina asimilación de la derecha a la ultraderecha, como anticipo de los venideros siete males de la patria. El propio Sánchez declara a El Periódico que los pactos territoriales PP-Vox son "el tráiler de una película tenebrosa" a escala nacional. Y tal vez ese argumentario esconde el motivo de que en la Moncloa hayan decidido no autojalearse con la España tolerante, por contraste con la Francia vandalizada por los parias de los suburbios, en una Europa que, con nuestra inestimable colaboración, viola a diario los derechos humanos en sus fronteras y sigue tensionada por el enfrentamiento con la tan poderosa como imprevisible Rusia de Putin.

Siempre dijeron los finos analistas que la presidencia europea sería viento en las velas de Sánchez durante los últimos seis meses de la legislatura. Pero, después del tropezón socialista en las urnas de mayo, el PSOE aparca su protagonismo y su buena imagen internacional para ir a la guerra contra una maléfica conjura que, según su relato, está orientada a reventar la fecunda obra del primer Gobierno de coalición de la democracia. Y no es eso, no es eso.

A 3 de julio de 2023, prefiero la España de la tolerancia, que se da un baño de multitudes a mayor gloria de la diversidad sexual, que la Francia encolerizada de los excluidos a raíz de un caso de violencia policial televisada. Dicho sea, cinco minutos después de estrenar nuestro turno de representación de la Europa que, según las terminales mediáticas de la Moncloa, nos mira preocupada por si la ultraderecha entra en el próximo Gobierno, el que salga de las urnas en pleno mandato semestral.

Pedro Sánchez Bruselas
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