Al Grano
Por
Sánchez y su crónica negra del día después
En la familia socialista se enfrían las sensaciones de remontada que habían empezado a calar
Sin que las urnas hayan dicho la última palabra, en la familia socialista se enfrían los aires de remontada que estaban empezando a calar. La externalización del cara a cara Sánchez-Feijóo, que era un acontecimiento nacional de primer orden, no ha traído más que desgracias a quien políticamente se reconoce más en lo publico que en lo privado. Pero el terreno de juego nada tuvo que ver con el mal negocio que ha hecho el presidente del Gobierno al jugárselo todo a un solo cruce televisado con el aspirante.
De hecho, se había presentado el “debate decisivo” como la última oportunidad del presidente de desactivar a los profetas del fin del sanchismo. Y lo que en realidad ha ocurrido es que el aspirante se ha encontrado el campo libre para arremeter contra la política de bloques, repudiar los extremismos (incluido el de sus eventuales socios) y apelar al voto moderado que acampa en la frontera PP-PSOE, amén de explotar su imagen de contrafigura del personalismo de Sánchez.
Si Sánchez llegó al plató de Atresmedia convaleciente del 28 de mayo, el cara a cara del lunes con Feijóo le deja en fase terminal a las puertas de unas elecciones generales que anuncian una cambio de ciclo en la polarizada política española. No encuentro forma más honesta de resumir la tormenta político-mediática del día después.
Y no es porque brillasen las gracias del ganador, que no enamora, no es un sabio de la economía, carece de proyecto claro para la España que viene y no maneja el inglés, que es la herramienta imprescindible para moverse con ciencia propia en el campo de las relaciones internacionales, sino por la irreparable falta de credibilidad de quien, jugando con las mejores cartas después de cinco años en el poder, prefirió chapotear en la charca devaluando así su condición institucional.
Cierto. No estuvo presidencial, como algunos de sus asesores le habían aconsejado. Al contrario, cometió errores de principiante y estuvo enredador, inexperto, ingenuo, inseguro, banal y malencarado frente a la templanza de un adversario que salía favorecido cada vez que era interrumpido.
Peor aún fue que en términos electorales Sánchez le hiciera al PP la campaña del voto útil por la derecha. A poco que los votantes más moderados comprendan que Vox es un peligro para la buena marcha del Gobierno de la nación, tal y como el presidente repitió y repite por tierra, mar y aire, la facturación de Feijóo en las urnas se va a disparar gracias a Sánchez.
Hasta el diario más afín a la causa editorializaba ayer sobre la incapacidad de Sánchez de rebatir con argumentos, no con antideportivas interrupciones de avispado tertuliano, los duros alegatos y las discutibles propuestas de Feijóo. Incluida la de permitir que gobierne la lista más votada con la abstención del otro para desactivar a los extremismos.
Fue el punto sensible del debate. Era de manual remitirse a la extracción parlamentaria de la figura del presidente del Gobierno, pero lo único que se le ocurrió fue mentar a Fernández Vara como víctima de la supuesta contradicción de Feijóo ("¿Por qué el PP no se abstuvo en Extremadura para dejar gobernar a la lista más votada, que fue la del PSOE?"), obviando que, lógicamente, la propuesta solo tiene sentido desde la reciprocidad concertada por anticipado.
Sin que las urnas hayan dicho la última palabra, en la familia socialista se enfrían los aires de remontada que estaban empezando a calar. La externalización del cara a cara Sánchez-Feijóo, que era un acontecimiento nacional de primer orden, no ha traído más que desgracias a quien políticamente se reconoce más en lo publico que en lo privado. Pero el terreno de juego nada tuvo que ver con el mal negocio que ha hecho el presidente del Gobierno al jugárselo todo a un solo cruce televisado con el aspirante.
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