Reaparece la sombra negra del bloqueo

Frankenstein vivo y Sánchez para rato. Es la instantánea del recuento de anoche. Alternativa, una repetición de elecciones. Miedo da que, con los números sobre la mesa, la gobernabilidad de este país vuelva a estar condicionada por enemigos declarados de la Constitución. Pero es verdad que la aritmética parlamentaria configura una situación endemoniada.

Nunca una victoria fue tan amarga como la lograda anoche por el PP. A pesar de ganar en votos y escaños a su adversario, la remontada del PSOE resultó verdadera. El PP pierde la oportunidad de apadrinar un cambio de ciclo y queda claro que una buena parte de los encuestadores nos estaba tomando el pelo. Y no fue precisamente José Félix Tezanos, cuyos márgenes de error fueron de menor cuantía.

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Esta inapelable sentencia de las urnas canceló el insufrible quinielismo basado en expectativas y encuestas generadoras de artificiosos climas de opinión adaptados a los deseos de cada quién. Ya con los pies en el suelo, los españoles se resisten al cambio de ciclo y se muestran comprensivos con el Pedro Sánchez que convocó las elecciones bajo los efectos del ataque de contrariedad sufrido un minuto después de haber sido desplumado en las urnas territoriales.

La mala noticia de la noche de ayer es que ha reaparecido la sombra negra del bloqueo. Una tercera repetición en los últimos siete años sería insoportable. Y me parece que solo hay dos formas de evitarlo: un retorno a la llamada ecuación Frankenstein o una improbable complicidad del PP para evitarlo.

Los números le dan a Sánchez para volver a la misma ecuación de poder de la pasada legislatura. Es decir, Gobierno PSOE-Sumar apoyado parlamentariamente por los grupos independentistas, que ya han anunciado que subirán el precio. La otra fórmula sería la del apoyo cómplice del PP al Gobierno PSOE-Sumar, en nombre de la estabilidad, divino tesoro, y de los 15-16 millones de españoles que votaron centralidad y representan un bien mullido colchón parlamentario. A saber: la suma PP-PSOE pasa de 208 en las últimas elecciones generales a los 258 de la legislatura venidera.

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Ninguna otra fórmula sería mejor que esta para acabar con la polarización y afrontar las asignaturas pendientes del sistema (financiación autonómica, el inminente retorno a la disciplina fiscal ordenada por Bruselas, emergencia climática, etc.) y los verdaderos problemas de la gente, que afectan al bolsillo de los españoles y al funcionamiento de servicios públicos como la educación y la sanidad, los transportes, etc.

El que algo quiere, algo le cuesta. Pero, como la complicidad PP-PSOE no es posible aquí y ahora, la estabilidad va a tener un coste, por supuesto. Me refiero, ciertamente, a las exigencias de los grupos independentistas, especialmente las de la alianza estratégica ERC-Bildu. Una perspectiva nada luminosa, porque supondrá una situación de asedio permanente al orden institucional.

A partir de ahora, solo hemos de esperar que la mecánica poselectoral (ronda de consultas de Felipe VI, con los jefes de fila de fuerzas políticas, constitución de las Cámaras, etc.) funcione con la misma normalidad democrática que funcionó la importantísima cita de los españoles con las urnas.