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Felipe VI, Sánchez y sus dotes adivinatorias
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Antonio Casado

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Felipe VI, Sánchez y sus dotes adivinatorias

Un trimestre da para mucho en un país curtido en lo inesperado en dos bloques invertebrados por dentro y condicionados por fuera

Foto: Felipe VI recibe al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Mariscal)
Felipe VI recibe al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Mariscal)
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El minuto y resultado de la banalizada política nacional juega con un ingrediente tan movedizo como las dotes adivinatorias del Rey de España y el presidente del Gobierno en funciones. De eso van los reproches a Felipe VI por encargar una investidura que la osadía de Pedro Sánchez califica de "fallida" más de un mes antes de su celebración.

Afortunadamente, el Rey no se atuvo a su capacidad profética, sino al protocolo constitucional (artículo 99), compatible con la costumbre y la aritmética, cuando encargó la investidura a Núñez Feijóo y no a Sánchez. Lógico. La renuncia de los nacionalistas periféricos a pasar por la Zarzuela (excepto el PNV) no le permitía tener ciencia propia sobre la posición de 21 diputados (ERC, Junts, Bildu y BNG). Pero esa posición de estricta racionalidad no contagió al presidente en funciones, harto de anunciar temerariamente un tercer batacazo de Feijóo en su intento de alcanzar la Moncloa.

Foto: La presidenta del Congreso, Francina Armengol (d), y Felipe VI. (EFE/Pool/Chema Moya) Opinión

Más que la capacidad adivinatoria de los actores políticos y mediáticos de la trama, mayoritariamente inclinados a anticipar la investidura de Sánchez tras la presuntamente fallida del líder del PP ("Feijóo, propuesto para una investidura abocada al fracaso", titulaba El País hace unos días), pesan otros elementos del análisis. Los plazos, sin ir más lejos.

En el peor de los casos, tres meses hasta que se haga inevitable la repetición de elecciones. Un trimestre da para mucho en un país curtido en lo inesperado. Y en ese plazo de tiempo puede pasar de todo, a la vista de un laberinto de variables en dos bloques igualmente invertebrados por dentro y condicionados por fuera. Al PP lo condiciona la ultraderecha y al PSOE, los enemigos de España y su régimen constitucional.

Me sale al paso la memoria de la vieja parábola del condenado a muerte que prometió hacer hablar al caballo del Rey en un año a cambio del indulto. Cuando razonó su apuesta, evidentemente orientada a ganar tiempo, alegó que en un año se podía morir él, podía morir el Rey e incluso podía hablar el caballo.

Es atrevido anticipar un desenlace a la carrera de sacos entre los independentistas, marcada por el cruce de lo ideológico con lo identitario

Si actualizamos la fábula, nos acabará pareciendo muy atrevido anticipar un desenlace a la carrera de sacos entre los independentistas catalanes (ERC-Junts) y vascos (PNV-Bildu), marcada por el endiablado cruce de lo ideológico con lo identitario, en relación con la lucha por la Moncloa, cuando todo depende de cuatro diputados arriba o abajo.

O, peor. Cuando depende del gran enredador de Waterloo, un prófugo de la Justicia a la espera de un desquite que no reconoce límites legales ni repara en los marcos constitucionales de los que habla el relato líquido de Pedro Sánchez. El que le da para hablar de "Gobierno progresista" en alianza con quienes, en palabras de Manuel Azaña, "quieren descuartizar a España", calificados en su día de "nacionalistas pueblerinos" por el histórico dirigente del PSOE Juan Negrín, presidente del último Gobierno de la República durante la Guerra Civil de 1936.

Echemos cuentas. Once millones de españoles frente a 11 millones de españoles que, para verse representados en un Gobierno, necesitan añadir la fuerza electoral de un millón y medio de votantes que no se sienten españoles. O, en los términos usados por Feijóo cuando busca la complicidad del PSOE, para formar un Gobierno en el que se reconozca el 94% de los españoles frente al 6% de quienes no se reconocen como tal. Ustedes dirán.

El minuto y resultado de la banalizada política nacional juega con un ingrediente tan movedizo como las dotes adivinatorias del Rey de España y el presidente del Gobierno en funciones. De eso van los reproches a Felipe VI por encargar una investidura que la osadía de Pedro Sánchez califica de "fallida" más de un mes antes de su celebración.

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