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Por si acaso la amnistía y el sectarismo que no cesa
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Antonio Casado

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Por si acaso la amnistía y el sectarismo que no cesa

Yo soy un dinosaurio, como mi admirado Cuartango, mi querida Elena Valenciano, Cercas, Aramburu y, por supuesto, Felipe González

Foto: Grafiti de Tvboy que representa a Pedro Sánchez y Carles Puigdemont dándose un beso. (Reuters/Albert Gea)
Grafiti de Tvboy que representa a Pedro Sánchez y Carles Puigdemont dándose un beso. (Reuters/Albert Gea)
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La polarización y el sectarismo agitan el tablero político y las afinidades se cuelan en los teclados del ordenador. La lucha por el poder se traslada a los medios. Afines al PP tachan a Sánchez de promover el desmoronamiento del régimen del 78. Si no te sumas, estás vendido a los enemigos del Estado. Y los afines al PSOE afean a Feijóo sus bandazos y su orfandad parlamentaria. Si te atreves a matizarlo, pasarás por facha o por dinosaurio. Yo soy un dinosaurio, como mi admirado Cuartango, mi querida Elena Valenciano, Javier Cercas, Fernando Aramburu y, por supuesto, Felipe González.

El medio más cercano a Sánchez se explaya sobre el tambaleante liderazgo de Feijóo y el estado de nervios que reina en Génova. Como si el entorno de los rivales fuera una balsa de aceite. Como si el pedestal de Sánchez fuera macizo, a prueba de acechanzas exteriores, cuando el cuadro es muy otro. A saber: PSOE dividido, Sumar balcanizado e independentistas a la greña.

En vez de ser propositivo, pide tarjeta roja para el líder del PP y considera una "pérdida de tiempo" el derecho del ganador de las elecciones

El ambiente se ha vuelto irrespirable. Los estados de opinión van y vienen como las mareas de Amaral, tejidos artificialmente sobre lo que se desea o lo que se teme, sobre datos movedizos de la realidad que está por venir tras un proceso de investidura pendiente de negociaciones abiertas.

A la espera de acontecimientos (¿fumata blanca en gobernabilidad o repetición de elecciones?), vivimos en el por si acaso. Por si acaso la amnistía como trampolín de Sánchez para seguir en la Moncloa, se encrespa una parte de la familia socialista y el PP agita la calle en vísperas de la investidura de Feijóo que, en la acera de enfrente, todos dan por fracasada.

Pista para los sectarios. Solo los muy sectarios, tanto en el ámbito político como en el mediático, pueden señalar al errático Feijóo que hace oposición a Sánchez en vísperas de proponerse como presidente del Gobierno, sin darse por enterados de que Sánchez hace exactamente lo mismo. "Feijóo se presenta a la investidura para ser elegido jefe de la oposición", dice desde el poder, seguro de que va a revalidarlo. En vez de ser propositivo, pide tarjeta roja para el líder del PP y considera una "pérdida de tiempo" el derecho del ganador de las elecciones a ganarse la confianza del Congreso por encargo del Rey en cumplimiento de las previsiones constitucionales.

Lo más pregonado como dato seguro es el pinchazo de Feijóo en la votación pública, pero tampoco eso deja de ser una conjetura

Lo último de este momento político, raro, raro, raro, es meter en danza a Felipe VI, hoy por hoy la única pieza del andamiaje del Estado que está en sitio. Una institución blindada frente a las mareas especulativas e inmune a esta contagiosa epidemia política del por si acaso una ley de amnistía con su firma preceptiva. Circulan atrevidas teorías sobre la necesidad de poner la institución a salvo de riesgos inexistentes y ciertos ofrecimientos a echarle una mano sin que nadie se lo pida. Nos vendría bien algo más de seriedad, sosiego, paciencia y sentido común, pues todo va encarrilado, según las previsiones constitucionales que hacen al caso en un proceso de investidura sujeto a unos plazos perfectamente tasados.

Entretanto, sigue creciendo la burbuja de la reprobación masiva a una ley de amnistía que no existe y, según creemos algunos, nunca existirá. Crece alimentada por la ambigüedad de la Moncloa y la insistencia de los independentistas en exigirla con desigual contundencia como condición para la investidura de Sánchez, mientras el PSOE clavetea su discurso de no dar pasos en ese sentido (desjudicializar los hechos de octubre de 2017) si no encajan en la letra y el espíritu de la Constitución.

El resultado es un tablero zarandeado por las conjeturas, donde lo más pregonado como dato seguro es el pinchazo de Feijóo en la votación pública y por llamamiento del miércoles 27 de septiembre (una segunda del viernes 29). Pero tampoco eso deja de ser una conjetura, por bien informada que esté. No conviene descartar las sorpresas en un país curtido en los sobresaltos.

La polarización y el sectarismo agitan el tablero político y las afinidades se cuelan en los teclados del ordenador. La lucha por el poder se traslada a los medios. Afines al PP tachan a Sánchez de promover el desmoronamiento del régimen del 78. Si no te sumas, estás vendido a los enemigos del Estado. Y los afines al PSOE afean a Feijóo sus bandazos y su orfandad parlamentaria. Si te atreves a matizarlo, pasarás por facha o por dinosaurio. Yo soy un dinosaurio, como mi admirado Cuartango, mi querida Elena Valenciano, Javier Cercas, Fernando Aramburu y, por supuesto, Felipe González.

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