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¿Canto a la diversidad o paso adelante del independentismo?
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Antonio Casado

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¿Canto a la diversidad o paso adelante del independentismo?

No tomemos por idiotas a los españoles haciéndoles creer que llevar el babelismo al Congreso es una decisión inspirada en la fortaleza del Estado y no en la debilidad parlamentaria de quien necesita los escaños de Puigdemont

Foto: El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, en el primer pleno del Congreso de la XV Legislatura. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, en el primer pleno del Congreso de la XV Legislatura. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Más allá de los aspectos funcionales y presupuestarios del asunto, no me parece reprochable el uso de las lenguas peninsulares en sede parlamentaria. Lo malo es que no responde a una convicción acreditada previamente sino al precio de un favor político. El PSOE no rebate con fundamento ese reproche. Ni aquel otro que considera innecesario el uso de diversas lenguas cuando se dispone de una común para entenderse en el templo de la palabra, sede de la soberanía nacional única y no diversa.

Entiendo el derecho a reclamar el derecho a normalizar en las Cámaras lo que es normal en la calle. Y a nadie se le hubiera ocurrido pensar que el no uso de las lenguas propias en el Congreso era una forma de represión del Estado, como se dijo desde la facción secesionista del Congreso.

Eso nos da la pista de que la mercancía política es otra. El canto a la diversidad lingüística y territorial contenido en la proposición de ley sobre el uso de lenguas vernáculas en el Congreso, tomada en consideración en el pleno de ayer, es un paso adelante del sueño identitario acunado por los nacionalismos que propugnan la separación del Estado para crear un Estado propio.

Ninguna duda en ese sentido, a la vista de lo escuchado en boca de los portavoces de las distintas fuerzas independentistas vascas, catalanas y gallegas. Digamos si nos parece bien o mal, pero no tomemos por idiotas a los españoles haciéndoles creer que llevar el babelismo al Congreso es una decisión inspirada en la fortaleza del Estado y no en la debilidad parlamentaria de quien necesita los escaños de Puigdemont para repetir en la Moncloa.

Foto: Escaño de Sánchez con los cascos depositados por Vox. (Guillermo Sánchez/Vox)
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Conseguir un pleno plurilingüe en el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional de la España diversa, no constaba como inaplazable demanda de la ciudadanía. Digamos que era la última preocupación de los españoles. Pero, ay, era la primera de Pedro Sánchez en su carrera para atornillarse al poder a cambio de alfombrar el camino de los nacionalismos periféricos. Y no por un innegociable amor a la diversidad sino por razones sobradamente conocidas: el sobrevenido estado de necesidad que acongoja al líder del PSOE y presidente del Gobierno en funciones a raíz del recuento electoral del 23 de julio.

Por tanto, llevar la algarabía lingüística al Congreso no es avanzar en el pluralismo reconocido en la Constitución y normalizado en la calle. Es avanzar en la pretensión identitaria declarada en los programas electorales de las fuerzas independentistas. A este respecto, sea bienvenida la sinceridad de Gabriel Rufián (ERC): “No es para decir lo que queremos, es para expresar lo que somos”.

Foto: Imagen de archivo del Congreso de los Diputados. (EFE/Fernando Villar)

Aconsejaba el sentido común que, si se trataba de mejorar en pluralidad lingüística y territorial, nada tan justo y necesario como hacerlo en la Cámara de los territorios, aprovechando el camino ya recorrido, e ir más allá en el uso de lenguas cooficiales en determinadas comunidades autónomas.

Nadie argumentó ayer que el respeto a la diversidad lingüística y territorial ya está institucionalizado en el Senado. En el impulso a la iniciativa socialista, defendida en la Cámara Baja por el diputado gallego José Ramón Gómez Besteiro, está implícito el menosprecio del Senado, donde ha encontrado la postura una mayoría absoluta del PP. Servirá para ralentizar las iniciativas del Congreso, pero no da para bloquearlas. Pero esa es otra cuestión, a la que habrá que volver pronto.

Más allá de los aspectos funcionales y presupuestarios del asunto, no me parece reprochable el uso de las lenguas peninsulares en sede parlamentaria. Lo malo es que no responde a una convicción acreditada previamente sino al precio de un favor político. El PSOE no rebate con fundamento ese reproche. Ni aquel otro que considera innecesario el uso de diversas lenguas cuando se dispone de una común para entenderse en el templo de la palabra, sede de la soberanía nacional única y no diversa.

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